Un hermoso y diabólico encantamiento

Capítulo 6

―¿Qué haces aquí? ―el joven la increpó.

Sally se fijó en que no lucía muy diferente a la tarde en que lo vio, incluso se le veía peor.

―No te he visto últimamente, pensé que estabas enfermo, así que me preocupé. Es por eso por lo que he venido hasta aquí. Es tu casa, ¿no?

―Sí, es mi casa, pero no es bueno que vengas aquí, Sally. ―Ella se alegró de descubrir que vivía allí y esa realización le hacía ver todo menos tenebroso―. También estoy enfermo; pero mi cura es muy difícil de hallar ―añadió consternándola.

―¡No digas eso!; quizás pueda ayudarte.

Se apresuró en decir muy exaltada.

―Vete, Sally, antes de que sea tarde ―dijo él, sorprendiéndola un poco con esa resolución.

―No lo haré si te puedo ayudar ―contestó envalentonada.

Él le miró fijamente y, por un momento, Sally se intimidó un poco, pero no se acobardó.

―¿Harías cualquier cosa por ayudarme? ―le preguntó suavizando su tono, como aquel con el que le encantaría la primera vez que hablaron.

―¡Si lo que sea! ―respondió con convicción.

―Y si te pidiera que renunciaras a tu vida para quedarte conmigo eternamente, ¿lo harías?

Por un momento esta pregunta dejó a Sally muy pensativa y sin aliento; sin embargo, pudieron más sus deseos de ayudar, puesto que su estado le trajo recuerdos de sus padres moribundos y a ella sin poder hacer nada para salvarlos.

―¿Puedo pasar? Está haciendo frío ―dijo, sin atreverse aún a responder.

―No, no puedo dejarte entrar si no estás dispuesta a responder mi pregunta.

Ante la negativa del joven, esta vez meditó por un momento su respuesta y pensó que, aunque sus palabras parecían exageradas y un poco egoístas, no habría nada de malo en aceptar algo así para conseguir entrar y ayudarle con lo que fuera que le estuviera aquejando. Era para esto que ella estudiaba medicina y no iba a dejar pasar esta oportunidad.

―Sí, ¡lo haré! ―respondió resuelta, ya que no tendría problemas, puesto que su licencia del trabajo le había sido concedida, y estaba por salir de vacaciones en la universidad.

―Si lo haces, debes cumplir tu promesa con una sola condición ―siguió diciendo el joven.

―¿Dime qué tengo que hacer? ―pregunto Sally con entusiasmo sin saber que acababa de sellar su propia sentencia.

Él le sonrió y, fascinándola, abrió la puerta de par en par. Cuando Sally cruzó el marco de la puerta, le pareció escuchar a lo lejos su nombre, como un susurro en el viento. En su subconsciente y como si tuviera un segundo de lucidez, la voz sonó muy parecida a la de Clara. Se giró, pero para cuando lo hizo la puerta ya había sido cerrada.



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En el texto hay: misterio, suspenso, terror

Editado: 01.11.2024

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