Un hijo para el Rey

Capitulo 6. El principe que destiñe

Soleil.

—¡Mira esa barriga!

Mi hermana se emociona al ver mi panza tan enorme como una sandía.

—Está enorme, eh.

—Y redonda —se carcajea —Nunca pensé verte embarazada tan pronto, hermanita. Jaxon la debe tener de oro.

—Shh—me sonrojo apenada. —No digas eso, te va a escuchar mamá.

—Es verdad, te embarazo tan fácil.

—No importa, cuando amas de verdad el tiempo es lo de menos.

—¿Ya te presento a su familia? Dijiste que lo haría antes de que nazca el bebé y tienes casi ocho meses, pronto entras en labor de parto. Oye, por cierto. ¿Quieres que vaya contigo y te ayude? Pedí mis vacaciones en el trabajo, me han dado un mes.

Para ignorar la primera pregunta que me ha hecho, decido responder a la segunda sin que ella lo note.

La verdad yo también he estado esperando a que Jaxon me lleve con su familia, me queda muy poco para tener a mi hijo y él parece que no tiene ninguna intención de hacerlo.

—¿Puedes venir? Estaría genial, no creo que a Jaxon le moleste. Además, necesito a alguien que me ayude con el bebé.

—Para luego es tarde, estaré ahí a más tardar en una semana.

—Ten cuidado, vale. He escuchado que el camino está un poco peligroso porque ha estado lloviendo mucho —de hecho ahora mismo empieza a llover de nuevo. —Llámame cuando estés cerca para salir a encontrarte.

—Vale, yo te llamo. Cuídate mientras tanto.

Corto la llamada con mi hermana y miro mi pancita. Esta hermosa y redonda. Creo que será un varón, mi madre dice que por la forma que tiene, puede que sí lo sea. Ella sabe más que yo, porque tiene tres hijos y yo hasta ahora ninguno.

Veo por la ventana el agua caer, Jaxon dijo que vendría conmigo a pasar la noche. Le gusta recostarse conmigo y sentir a nuestro bebé patear. Reconoce la voz de su papá, sabe que lo tiene cerca porque se empieza a mover y se detiene hasta que su papá se va.

La hora empieza a caminar y cuando son las nueve de la noche me preocupa que no esté aquí. Le llamo a su celular pero no me contesta, ¿y si le paso algo? No creo, Jaxon es muy cuidadoso. Al parar la lluvia cojo mi paraguas y salgo de la casa, es bosque es tenebroso de noche pero no me pienso ir por ahí. Solo quiero caminar un poco y tal vez lo encuentro viniendo hacia acá, no lo sé.

Veo de reojo que hay un auto estacionado a pocas cuadras de mi casa, y yo reconozco ese auto porque es el único que hay en el pueblo y es el de Jaxon. De quién es la casa, no tengo ni puta idea pero como soy una chismosa entrometida veo la puerta entreabierta y al verificar que no hay nadie en el patio, me meto. Es como un instinto que tenemos al menos todas las mujeres, creo, de seguir nuestra intuición. El corazón me palpita fuerte y mientras más me acerco más miedo me da pensar que estoy por describir algo que no debería.

—Quedamos en algo, Jaxon.

—Blanche, ya lo sé. El plan sigue en marcha, te lo dije.

¿Cuál plan? Y por qué carajos ella le habla de esa forma.

—La llevaré esta mañana a casa.

Escucho pasos y decido salir y regresarme por donde vine antes de que noten mi presencia. ¿Qué está pasando? ¿A quién llevará mañana?

Entro a la casa y me siento, hago como que he estado aquí toda la tarde esperándolo. No pasan ni diez minutos cuando él aparece.

—Hola, preciosa.

—Jax, pensé que no llegabas. Ya estaba por salir a buscarte—hago puchero.

Se sienta a mi lado y besa mi pancita.

—¿Cómo está mi hijo?

—Extrañandote.

—No tiene por qué, papá está aquí y siempre lo estará. —sus ojos tienen un brillo especial.

—Te sienta muy bien ser papá.

—Me sienta muy bien estar contigo, Soleil. —acaricia suavemente mi mejilla. Estos últimos meses se ha vuelto muy delicado, tan amoroso, que parece que estoy viendo a otra persona. —Lamento si te he hecho sentir que no tengo sentimientos por ti.

—Es un poco vergonzoso amarte y que tu no sientas lo mismo.

—No he dicho que no siento lo mismo, es solo que soy un hombre que no suele mostrar mucho sus sentimientos —se excusa —pero eso no quiere decir que no te ame.

Uf, esperaba esas palabras como un deje de alegría.

Mi piel se pone chinita.

—¿En serio lo haces? —farfullo. Se hace un nudo en mi pecho.

—Lo hago.

Me da un beso lleno de amor, cariño, sus manos son muy delicadas al tocarme. Como si yo fuera de cristal y en cualquier momento me pudiera romper.

—Quiero decirte que pase lo que pase no dudes que te amo ¿okey? —me mira a los ojos. El color verde profundo sigue ahí —. Nunca dudes de mi amor.

—Nunca me hagas dudar.

—Quiero que vengas a vivir conmigo, a mi casa, mañana mismo. No quiero que estés un día más sola en este lugar. En tu estado no es nada recomendado.

—¿Irme a vivir contigo? —me levanto del sofá.

Eso no lo habíamos conversado.

—Sí ¿Por qué no? Nuestro hijo está por nacer. Tenemos más de un año de estar juntos, de conocernos.

—Pero… es muy apresurado.

—Nada es apresurado si se trata de estar contigo, vente a vivir conmigo —me pide. Como decirle que no, si todo el tiempo quiero estar pegada a él como un chicle. —Es lo mejor para los dos, tú y él bebé.

—¿Pero qué va a pensar tu familia?

—Me importa un carajo lo que piense mi familia —gruñe —Nada es más importante que tu y mi hijo. Son prioridad.

—Okey, me iré contigo.

Con un abismo de sonrisa en sus labios me vuelve a besar. Espero no estarme equivocando, tomar decisiones apresuradas y luego arrepentirme al no encontrar ninguna salida.

Mientras me ayuda a cocinar algo hablamos de la habitación del bebé.

—Si es niña será color lila.

—¿Por qué a todas las mujeres les gusta el lila? Es tan predecible, Dios.

—Deja de quejarte, por favor.

—No puedo, es rosa, lila, morado, no sé, hay más colores.

Es un quejumbroso

—¿Y si es niño?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.