Un hijo para el rey León

➻ CAPÍTULO 7 ➻

DEBO PARTIR.

Shera disfrutaba de la aventura que se había propuesto antes de dar el sí acepto. Pero ahora no estaba segura si podía hacerlo, se preguntaba una y otra vez cómo fue que pudo terminar en la cama con un desconocido, acaso no amaba a su novio, acaso ese amor no era tan fuerte para que ella se hubiera resistido a ese hombre, como fue que cayó así tan fácil. Inmediatamente desechó esos pensamientos, ceno y fue a descansar para así poder tener energía para la siguiente aventura.

Pero habían varias cosas que le inquietaba y una de ellas fue la conversación con el león, como era posible que ella entendió cada palabra que él le decía, otra cosa que le inquietó fue el hormigueo que sintió en su cuerpo al ver los ojos de ese león, sintió que ya los había visto, pero no sabía donde, además algo raro le ocurrió al subir al lomo de ese león, se sintió segura y protegida. Inhalo y exhalo, miró hacia el cielo y negó. Sabía que eso lo que había sentido no era normal, pero prefirió dejarlo pasar.

Al día siguiente se preparó para continuar su aventura.

Mientras tanto León estaba furioso, cómo era posible que alguien protegiera tanto a una humana.

—Astor, ¿qué fue lo sentiste con Shera?

—¡Ahora si quieres saber de ella! —exclamó Astor en un rugido. —No te diré nada de ella.

—¡Astor, necesitamos saber de ella!

—¿Para qué? Para alejarla de mí olvídalo —con eso cerró la comunicación.

—Eres un león grosero, yo averiguaré todo por mi mismo, ni pienses que te voy a dejar que te acerques a ella —bufo León.

—Ya veremos —le reto Astor.

León masajeó su sien, se sentía frustrado y cansado, no solo tenía que lidiar con las hienas, ahora debía lidiar con el enamoramiento de su león. Pero eso sí no le daría vía libre a su león.

Al segundo día Shera y Sheila regresaron de su viaje de reencuentro.

—¿Estás segura que quieres regresar a la ciudad? —cuestionó Sheila.

—Sí, ¿por qué? —preguntó confundida.

—Es que bueno tú… —Sheila hizo silencio por un momento. —bueno tu sabes Shera.

—Lo dices por lo que pasó aquella noche —Shera se sentó en la cama y miró por la ventana.

El sol se ocultaba lentamente, Shera observaba la puesta del sol, soltó un fuerte suspiro y miró a Sheila.

—Tal vez sea la última vez que vea la puesta del sol desde este lugar agachó la mirada y al instante la levantó mirando hacia el techo. —he estado pensando y lo mejor es decirle todo a William y si él quiere seguir con los planes está bien y si no quiere igualmente lo acepto, fue responsabilidad mía y yo sola tomé la decisión de acostarme con ese hombre no fui obligada ni nada solo paso y ya —su amiga la abrazo.

—Shera —le dijo y la apretó más fuerte. —Sí el no deseas seguir con los planes puedes regresar.

—Lo sé, pero tengo una carrera Sheila, y sabes que amo la cocina y más la repostería.

—Lo sé, pero acá puedes hacerlo.

—No es lo mismo, a los humanos les gustan mucho los pasteles y acá pues tu sabes como es, lo más consumido son las carnes.

—No quisiera que te vayas.

—Pero debo partir, tal vez pronto nos reunamos, amo la sabana —Shera habló con nostalgia.

Se recostó en la cama y se abrazó a una de las almohadas.

—Aquí estaré siempre Shera.

—Gracias.

—Y no te gustaría ¿quién fue ese hombre al cual te entregaste? —Sheila preguntó con curiosidad.

Shera la miró por un instante y negó de inmediato.

—Para mi es mejor no saber quien es así no tengo tanto peso en mi mente —dijo con pena.

—De acuerdo ya no digo más, descansa —su amiga salió de la habitación.

Shera miró hacia el techo de la habitación, una parte ella anhelaba saber quién era ese hombre y otra parte de ella no quería saber, no quería sentir vergüenza, si lo veía nuevamente, para ella era mejor que él siguiera en el anonimato.

El nuevo día había llegado y Shera ya se preparaba para su partida, ya se encontraba duchada, peinada y muy bien vestida.

Bajo a tomar su desayuno, pero en ese instante la puerta fue abierta, su amiga había llegado por ella.

—Antes de irte te voy a llevar por el mejor desayuno de la sabana —le dijo Sheila con emoción.

—De acuerdo —acepto Shera.

Busco sus maletas, no podía dejar de sentir nostalgia por dejar el lugar que una vez fue su hogar, su refugio, donde compartió con su padre momentos agradables y únicos.

León condujo hasta la casa de Blake, quería más información de esa humana.

—¿Qué más sabes de la humana? —preguntó irrumpiendo en la casa de Blake.

—¿Que te sucede?

—Quiero respuestas Blake, quiero saber sobre ella y no obtengo nada, quiero saber qué fue lo que me atrajo a ella —dijo caminando de un lado hacia otro.

—Y yo que sé, no le has preguntado a Astor —Blake lo miró interrogante.

—Ese tonto no quiere responderme —menciono con enojo. —No había sentido esa atracción por ninguna de las leonas con las que estuve, inclusive por ninguna humana y a ella solo la vi y el magnetismo fue inmediato.

—No se que decirte hermano.

—Necesito verla, estar cerca de ella y averiguar qué fue lo que me atrajo de ella.

—Deberías apresurarte escuche que se marcha hoy —León lo miró.

—Ella no se puede marchar —inquirió Astor. —No debes dejarla ir León.

Voy con ella no por ti, por mi se puede marchar y no volver más, no me interesa en lo absoluto ella.

—Cómo puedes decir eso de nuestra compañera.

No es mi compañera.

León salió de la casa seguido por Blake, no iba dejar que su amigo y sobre todo su rey hiciera algo que después se lamentara.




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