Un hijo para el rey León

➻CAPÍTULO 9 ➻

Secuestrada.

—Sabes lo que puede pasar conmigo y con él.

León la miró, era cierto ella podría morir antes de tener al cachorro o después de tenerlo, su linaje era muy fuerte y por consiguiente podrían morir y ninguno podría sobrevivir.

—¡Dime que no es cierto! —grito Shera.

—Quisiera que fuese así —le dijo León de forma sincera.

Shera negó, estaba en negación, miró al hombre y negó nuevamente, eso solo era alguna artimaña para que ella se quedara, pero con qué objetivo.

León no sabía qué hacer, cómo era posible que esa mujer llevara al futuro rey en su vientre, ahora más que nunca quería, no, necesitaba saber quién era esa mujer, una cosa era que se hubieran acostado y otra muy distinta era que ella hubiera podido concebir a la primera.

—Tal vez deba dejarla ir, tal vez mi hijo muera junto con ella —pensó.

—Ni se te ocurra León, no te vas a deshacer de ella, la vas a llevar a casa, sé que nuestro hijo nacerá.

—Es humana Astor, que no lo entiendes ella no aguantara nuestro gen.

—Sí no lo hubiera aguantado ya hubiera perdido a nuestro hijo, ni siquiera se estuviera gestando.

—Cómo lo sabes, ni siquiera tienes la certeza de que ella lo tendrá.

—Yo sé que lo tendrá y tú te vas a tragar tus palabras. Ahora llevala al castillo y manda a preparar una habitación para ella y le vas a dar todas las comodidades que ella se merece.

—No, yo no puedo estar embarazada de un león, no puedo, no puedo —Shera negaba.

León giró hacia ella y la miró por leves segundos, la seguridad que demostraba Shera hace minutos atrás se había desmoronado, ahora se veía más frágil de lo que aparentaba. Estaba vulnerable, eso era seguro.

—Ya basta te iras conmigo —le comunicó León.

—No iré contigo a ningún lado —respondió con voz quebrada. —no puedes obligarme —lo reto.

Algo que le molesto a León, quien en dos zancadas quedó a su lado, tomó su barbilla para que lo mirara.

—No te pregunte si te querías ir conmigo, dije que te iras conmigo y no está a discusión.

Tomo la maleta qué estaba en una esquina.

—Vienes por tus propios medios o te atienes a las consecuencias.

—Dije que no me iré…

No terminó de hablar cuando ya estaba siendo suspendida y puesta en el hombro del hombre. Empezó a patalear y golpear su espalda. Golpes que no le hacían daño en absoluto a León.

—Quédate quieta —dijo saliendo del local.

—Auxilio, este hombre me está secuestrando, hagan algo por favor —gimoteaba Shera.

Sheila y Blake miraron la escena, la primera en reaccionar fue Sheila.

—Su.. Su majestad qué está haciendo, si Shera hizo algo no la castigue —pidió Sheila.

Un auto se estacionó al lado de León, él subió a Shera y miró a Sheila. Más sin embargo no dirigió ninguna palabra.

—Majestad por favor si la va castigar, castigue a mí —suplicó por su amiga.

Blake se acercó y agarró a Sheila por el hombro.

—No creo que el rey vaya a castigar a tu amiga —le susurro.

La voz suplicante de Shera pidiendo ayuda se escuchaba dentro del auto, la puerta del auto se cerró y de inmediato arrancó.

Tanto Blake como Sheila estaban confundidos, que había pasado después que todos salieron, claro que Blake se enteraría en el transcurso de las horas o de los días.

—No puedes hacerme esto —le grito Shera.

—Puedo y lo haré, mientras lleves a mi hijo en tu vientre tu harás lo que yo diga —rugió León.

—Estás demente, no tengo ningún síntoma de embarazo —se cruzó de brazos.

Entre más se enojaba su aroma era más delicioso a las fosas nasales de León y Astor, pero estaba poniendo todas sus fuerzas para controlarse y no saltar sobre ella y hacerla suya como esa noche.

En el auto no se escuchó nada más que el rugir del motor. Al llegar al castillo, León bajó y espero que Shera bajara, pero ni aun así ella bajo.

—¿Esperas una invitación?

—No voy a bajar, quiero que me lleves de vuelta, es más puedes llevarme al aeropuerto, y te juro que no volveré a pisar estas tierras. Porque no me llevas ante el rey —León sonrió.

—¿Y con quien crees que estás hablando? ¿Quién crees que soy yo? —Shera lo miró detenidamente, sus ojos se abrieron de par en par del asombro.

Con la frustración de la noticia no había visto al hombre detenidamente, si se le hacía conocido, pero no le dio importancia, llevó sus manos a la boca. Ahora caía en cuenta de porque se le hacía tan familiar su rostro, era casi la viva imagen del rey Dakon. Como no se había dado cuenta antes.

—Vas a salir.

—No, quiero irme de este lugar.

—Ya te dije que no será posible.

—Entonces me quedaré aquí.

—Me has colmado la paciencia —dijo ya cabreado.

Metió la mitad de su cuerpo y arrastró a Shera hasta el borde del asiento, no le importo que ella lo arañará o le diera manotazos, la subió a su hombro y se adentro a la casa. Subió las escaleras hasta la habitación que estaba al lado de la suya la colocó en la cama y se posó sobre ella.

—Escúchame bien, te quedarás aquí hasta que yo diga, no saldrás de aquí sin mi consentimiento, ¿estamos?

—Me tendrás aquí obligada, en contra de mi voluntad, no importa si eres el rey o no esto es secuestro sabías— le gritó.

—Llámalo como quieras, no te irás de aquí por el simple echo de ser mi pareja…




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