En medio de una majestuosa cadena montañosa, se alza una fortaleza colosal hecha de piedra viva, su arquitectura es una mezcla de diseño humano con influencia de dragones y dragones de antaño. Esta es la fortaleza de Agatha, la benévola reina del reino de los dragones, y es aquí donde Osamu reside con su esposa y su hijo pequeño.
Han pasado años desde que Osamu se aventuró por primera vez en la tierra de los dragones, su fatídico encuentro con la reina Agatha desencadenó una profunda y duradera conexión entre ellos. Se sintieron atraídos el uno por el otro, dos almas de mundos diferentes, pero de alguna manera destinadas a encontrarse. Su amor floreció y se prometieron sus corazones, uniéndose en matrimonio en medio de la grandeza del palacio de Agatha.
De esta unión, nació un hijo, un niño con ojos que parecían contener la sabiduría de los siglos y un espíritu que reflejaba el coraje y la compasión de sus padres. Lo llamaron Artur y, a medida que crecía, las semillas de su destino comenzaron a echar raíces. El niño heredó las mejores cualidades tanto de su padre humano como de su madre dragón, y exhibió rasgos que un día lo convertirían en un líder entre su gente.
Mientras tanto, las notables habilidades de Osamu en la forja le valieron el reverenciado título de "Dios de la Forja". Sus creaciones eran famosas en los Cinco Reinos, y nadie podía igualar la magistral artesanía que fluía de sus manos.
En el gran salón del trono, revestido de piedras preciosas, del palacio de Agatha, una delegación de la realeza élfica esperaba la amable presencia de la reina dragón. El rey Eirlys del Reino de Sylvan, resplandeciente con su elegante atuendo de plata y esmeralda, hizo una profunda reverencia ante Agatha cuando entró. Sus ojos violetas brillaban con una mezcla de respeto y anticipación.
--Su Majestad Agatha, es un honor conocerla finalmente en persona– declaró con una voz melodiosa, su tono cálido y sincero.
Eirlys se enderezó y su mirada se desplazó hacia el magnífico esposo de la reina dragón, una figura sorprendente de pie al lado de su esposa. Sus ojos se abrieron de asombro al contemplar a Osamu, el legendario "Dios de la Forja", cuyo físico era un testimonio de años de destreza en la herrería
--Venimos en busca de una alianza, una que beneficiaría enormemente a ambos reinos–, continuó el rey Eirlys, sus palabras elegidas con cuidado –En particular, tenemos una gran necesidad de armamento y armaduras superiores para ayudar a nuestros soldados en el conflicto en curso contra las fuerzas oscuras que amenazan nuestras tierras–.
La expresión del monarca elfo se volvió esperanzada mientras apelaba directamente a Agatha. --¿Sería posible que su estimado esposo prestara sus increíbles habilidades a nuestra causa, tal vez estableciendo una forja dentro de nuestras fronteras para fabricar las armas y armaduras que necesitamos?--
El semblante majestuoso de Agatha se suavizó y su expresión se tornó contemplativa mientras observaba al suplicante rey elfo. Inclinó la cabeza en una reflexión pensativa, las escamas brillantes de su cuello reflejaron la luz de los orbes luminiscentes de la habitación.
La voz de la reina dragón, rica y melódica, llenó la sala del trono mientras respondía:
--Rey Eirlys, tu súplica no se me escapa. Las luchas del Reino de Sylvan son bien conocidas por nosotros y, como amigos y aliados, no podemos hacer la vista gorda ante tu difícil situación--.
Su penetrante mirada esmeralda se encontró con la del monarca elfo, y entre ellos se produjo un entendimiento silencioso.
--Sin embargo, el asunto de que Osamu preste sus habilidades excepcionales a vuestra causa requiere una cuidadosa consideración, en particular considerando sus deberes y compromisos actuales aquí en el reino de los dragones--.
La mirada de Agatha se desplazó entonces hacia su marido, sus ojos brillaban con afecto y un dejo de picardía.
--Aun así, percibo el entusiasmo en tu corazón, así como la desesperación que impulsa tu petición. Tal vez podamos encontrar una solución mutuamente beneficiosa... Si Osamu, mi amado esposo, considera prudente compartir sus talentos por el bien mayor--.
Con eso, Agatha se volvió hacia el rey elfo, su postura abierta y acogedora.
--¿Qué propones, Eirlys?, ¿Cómo imaginas que funcione esta alianza y qué beneficios ofreces a cambio de la experiencia de Osamu?--.
El rey Eirlys hizo mención de minerales a cambio de sus habilidades. Ante la mención de los posibles beneficios, los penetrantes ojos azules de Osamu brillaron de interés. Se inclinó ligeramente hacia delante, con toda su atención concentrada mientras el rey Eirlys comenzaba a esbozar los términos de la alianza propuesta.
--Ah, la perspectiva de adquirir recursos raros y valiosos es realmente atractiva--, reconoció el rey elfo, con un atisbo de sonrisa en sus labios.
--Nosotros, los del Reino de Sylvan, poseemos vastas reservas de gemas y metales preciosos, a menudo escondidos en las profundidades de nuestros bosques encantados. Estos tesoros, aunque los atesoramos, permanecen en gran parte sin explotar ni usar en su estado original--.
Eirlys hizo una pausa por un momento, evaluando la reacción de Osamu antes de continuar.
--A cambio de las excepcionales habilidades de forja de su esposo, le ofrecemos acceso a estas riquezas indómitas. Su trabajo no solo beneficiaría a nuestro reino, sino que también le permitiría reclamar una parte de estos tesoros como suyos, para usarlos para cualquier propósito que considere adecuado--.
La mirada del monarca elfo se volvió esperanzada una vez más, esperando la respuesta de Osamu con la respiración contenida.
-'¿Le gustaría un acuerdo como ese, Dios de la Forja? Estamos dispuestos a negociar los detalles, por supuesto, pero creemos que esta propuesta ofrece un escenario en el que ambos pueblos ganan--.