Un momento en familia

Al cabo de unas horas cuando la noche envolvió el palacio, un suave resplandor dorado emanaba de los orbes luminiscentes que adornaban las paredes de las lujosas habitaciones de Agatha y Osamu.

La lujosa cama de la reina dragón, envuelta en sábanas de seda y pieles de monstruos, se alzaba como un testimonio de su riqueza y estatus. El cuerpo esbelto y escamoso de Agatha se curvó contra la forma musculosa de Osamu, su brazo cruzó casualmente su pecho mientras apoyaba la cabeza sobre su hombro.

--Nunca me canso de estos momentos contigo, mi amor–, dice Osamu.

Las palabras suaves y amorosas de Osamu acariciaron los oídos de la reina dragón, una tierna sonrisa jugó en sus labios mientras lo miraba. Sus ojos esmeralda brillaron con adoración, reflejando la calidez y la satisfacción que llenaban su corazón.

--Yo tampoco me canso nunca de estar en tus brazos, mi amor--, murmuró Agatha, su voz un susurro melódico y tranquilizador. Se movió ligeramente, presionándose más cómodamente contra el costado de Osamu mientras su cola se enroscaba alrededor de su cintura, un símbolo de su afecto y consuelo en su presencia.

--En tu abrazo, encuentro consuelo y paz. Eres mi roca, mi santuario, y aprecio cada momento que compartimos juntos--.

Los dedos con garras de Agatha trazaron patrones suaves a lo largo del pecho de Osamu, un gesto juguetón y amoroso mientras expresaba su devoción.

Justo cuando Agatha y Osamu se perdían en la calidez de su afecto compartido, el sonido de pasos que se acercaban apresuradamente resonó en las opulentas habitaciones. Antes de que pudieran reaccionar, la puerta se abrió de golpe y su enérgico hijo Artur entró en la habitación, su pijama contrastaba marcadamente con la rica y oscura madera del palacio.

Los ojos del principito se abrieron de par en par al ver a sus padres, una sonrisa radiante se extendió por su rostro angelical. Sin dudarlo, Artur se lanzó hacia la pareja, arrojando sus pequeños brazos alrededor de la cintura de Agatha y Osamu mientras se subia a su cama.

--¡Mami! ¡Papi!--, exclamó Artur, su voz llena de emoción y alegría.

Agatha y Osamu intercambiaron miradas divertidas, sus corazones se hincharon de amor y afecto por su revoltoso hijo.

Hicieron lugar para Artur en la lujosa cama, guiando suavemente para que se acurrucara entre ellos mientras la cola de la reina dragón envolvía protectoramente al principito por la cintura.

--¿Qué te tiene tan animado, mi pequeño aventurero?--, preguntó Agatha juguetona, sus ojos esmeralda brillando de alegría.

Osamu le habló de forma amorosa, un contraste con su actitud dura de siempre. -- Mi pequeño dragón, ¿qué necesita hijo? ¿Acaso emocionado porque solo faltan unos pocos meses para tu cumpleaños?--.

Los ojos de Artur brillaron de alegría ante la observación de Osamu, su pequeño rostro se arrugó en una adorable mueca mientras trataba de ocultar un secreto culpable.

--Mmmm... tal vez--, murmuró el principito, su voz apenas audible mientras enterraba sus mejillas sonrojadas contra las escamas de Agatha.

La reina dragón se rió entre dientes, su cálido aliento alborotó el cabello de Artur mientras lo acariciaba cariñosamente.

--Está bien, pequeño, dilo. ¿Qué te tiene tan emocionado? ¿Es realmente tu cumpleaños lo que estás esperando, o hay algo más en tu mente?--, preguntó Agatha, su mirada suavizándose con comprensión mientras esperaba la respuesta de su hijo, sus ojos esmeralda brillando con amor maternal.

Osamu arrulló dulcemente a su hijo. –vamos, hijo, sabes que mamá y papá no te dirán nada malo. Lo que tengas en tu linda cabecita puedes decirlo, hijo–.

El tono suave y tranquilizador de Osamu ayudó a Artur a relajarse, el principito levantó lentamente la cabeza para mirar a sus padres con ojos grandes e inocentes. Respiró profundamente, su pequeño pecho subía y bajaba mientras se preparaba para confesar su secreto.

–Bueno... estaba pensando en los regalos–, comenzó Artur, su voz temblaba ligeramente mientras revelaba su deseo. –Todos los demás niños de la escuela reciben regalos de sus padres por sus cumpleaños, y quería preguntar si... ¿si tal vez podrías regalarme algo especial también?–.

Las mejillas del principito ardían con una mezcla de anticipación y nervios, sus pequeñas manos jugueteaban contra las escamas de Agatha mientras esperaba su reacción.

–Sé que falta mucho, pero he sido bueno, ¿no es así, mami? ¿Papi?–, preguntó Artur, su esperanzada y suplicante mirada se movía de un padre a otro, buscando tranquilidad y validación para sus deseos de cumpleaños.

Osamu le respondió con un amor paternal, –Mi muchacho, eres el hijo de la reina dragón Agatha e hijo del dios de la forja, además un príncipe de uno de los reinos más fuertes, ¿acaso estás celoso de los demás niños nobles de tu escuela?–.

Artur abrió mucho los ojos y una expresión de dolor se dibujó en su rostro mientras asimilaba las palabras de Osamu. Los labios del principito temblaron y una mezcla de vergüenza y confusión coloreó sus inocentes rasgos.

–N-no, papi‐, tartamudeó Artur, con su vocecita quebrada por la emoción. –No quiero sentir celos. Es solo que... a veces los otros niños hablan de sus regalos y de sus familias, y me gustaría... me gustaría que mami y tú también pudieran regalarme algo especial–.

La mirada del niño bajó, su mirada recorrió patrones en la intrincada colcha mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas.

–Sé que tengo suerte. ¡Tengo una hermosa mami que es un dragón y un papi que es un dios de la forja! Y tengo una habitación grande y maravillosa llena de juguetes. Pero... –, dijo Artur, su voz se apagó y sus hombros se encorvaron ligeramente mientras agarraba con más fuerza la escama de Agatha.

–Solo... Quiero sentirme especial, como todos los demás en mi cumpleaños–. Las lágrimas picaron en las comisuras de los ojos del principito, su labio inferior tembló mientras transmitía la profundidad de su anhelo.