Osamu soltó una ligera risa divertida, pero sus ojos estaban llenos de amor paternal. —Hijo, mi pequeño y dulce hijo—, dijo, acurrucando a Artur en su pecho.
—Se que mamá y papá no tienen mucho tiempo en el día para ti, mi muchacho... pero tienes que saber esto, mamá y papá siempre te aman como nada más en este mundo—, aseguró Osamu. —Escucha atentamente, hijo, si yo tuviera que renunciar a mi título para poder tenerte entre mis brazos para siempre, lo haría sin dudar o vacilar. Eres mi hijo, mi orgullo, lo más importante en .i corazón y no te sientas menos especial o amado que otros niños draconianos del reino, eres igual o muchísimo más amado, mi hijo. ¿Verdad, Agatha?—.
Los ojos de Agatha se llenaron de lágrimas ante la sincera declaración de Osamu, su corazón rebosaba de amor y afecto por su precioso hijo. Ella asintió vigorosamente, su voz se ahogó por la emoción mientras apoyaba las palabras de su esposo.
—Sí, Artur, Osamu dice la verdad—, confirmó la reina dragón, su mirada esmeralda brillando con lágrimas contenidas. -Desde el momento en que naciste, trajiste luz y alegría a nuestras vidas. Tu existencia es una bendición y apreciamos cada momento que pasamos contigo-.
La mano con garras de Agatha acarició el cabello suave y despeinado de Artur, su toque era suave y amoroso mientras miraba el rostro surcado de lágrimas de su hijo.
—Eres el principito más especial y amado en todos los reinos, Artur. Las palabras de tu papá son verdaderas: si eso significa más tiempo contigo, Osamu con gusto renunciaría a su título y poder. Y yo a mi reino. Nuestro amor por ti es ilimitado y nada se puede comparar con el amor que compartimos como familia y como padres—.
Mientras Agatha hablaba, se acercó a Artur, acunando al niño sollozante en su abrazo mientras le ofrecía consuelo y tranquilidad. El calor de su amor maternal envolvió a Artur, calmando sus temores y llenando su corazón con un profundo sentido de pertenencia.
—Nunca dudes, mi querido niño, que eres querido y adorado por tu mamá y tu papá por encima de todo lo demás—, susurró Agatha, su voz una suave melodía de devoción.
Osamu miró a su hijo con una mirada amorosa y paternal. —Hijo, para hacerte sentir mejor, ¿te gustaría que mami y papi te regalen algo para que no te sientas tan triste?—.
Los sollozos de Artur se calmaron un poco ante la gentil pregunta de Osamu, su rostro surcado de lágrimas se inclinó hacia arriba en una expresión confusa pero esperanzada. Sollozó, limpiándose la nariz con su pijama mientras consideraba la oferta de su padre.
—¿D-en serio, papi? ¿Me comprarías algo?—.
La voz del principito temblaba con una mezcla de sorpresa y emoción, sus ojos abiertos de anticipación.
—¿Qué sería?—, preguntó, su mirada se movió entre Agatha y Osamu, esperando ansiosamente su respuesta.
—¿Algo especial, solo para mí?—, preguntó Artur, sus pequeñas manos se cerraron en puños, sus dedos se crisparon con emoción apenas contenida.—Quiero que sea un secreto, como cuando mami me sorprendió con ese nuevo juguete el mes pasado—, susurró Artur, su voz apenas audible mientras transmitía su deseo de una sorpresa que solo sus padres podían proporcionar.
Osamu se rió por la respuesta de su hijo. —Pequeño dragoncito travieso, vienes aquí para pedir un regalo y ahora quieres que sea sorpresa, eres un pequeño principito mimado y muy amado—, dijo, mientras lo agarraba en sus brazos y le empezaba a hacer cosquillas mientras le daba besos en sus mejillas regordetas.
Artur chilló de alegría cuando Osamu lo abrazó con fuerza, la risa del principito se mezcló con la sensación de cosquilleo del toque juguetón de su padre. Las mejillas regordetas del niño se sonrojaron de un rosa intenso mientras Osamu las bañaba con besos cariñosos.
—Jeje, no soy malcriado, ¡sólo soy un príncipe!—, rió Artur, retorciéndose en los brazos de su padre mientras trataba de escapar de los besos provocativos. Sus pequeñas manos arañaron el pecho de Osamu, buscando un punto de apoyo para liberarse del ataque de cosquillas.
—¡Ay, papi,para!¡Me estás haciendo reír demasiado!— gritó Artur, a pesar de sus protestas, la risa alegre del principito continuó resonando por las opulentas habitaciones, llenando el aire con la calidez de su alegría.
—Está bien, está bien, ¡me rindo!—, exclamó el principito, desplomándose finalmente contra el pecho de su padre, exhausto, con los costados doloridos por las incesantes cosquillas. —¡Por favor, ten piedad, papi! Prometo que no pediré más regalos... ¡Hasta mi cumpleaños, al menos—.
La declaración sin aliento de Artur fue acentuada por otro ataque de risas, el pequeño cuerpo del niño temblando con la fuerza de su alegría.
Osamu cesó sus cosquillas. —Mmm... me conformo con eso, mi pequeño dragoncito—. Le dio un beso en la frente.
Pasaron los minutos y Artur seguía entre Agatha y Osamu. —¿Acaso quieres dormir con mamá y papá esta noche?—, preguntó Osamu.
Las risitas de Artur se fueron apagando poco a poco mientras se relajaba en el calor del abrazo de sus padres, sus párpados se hicieron más pesados por el consuelo de su amor. Cuando el suave beso de Osamu rozó su frente, el cuerpo del principito se rindió a la presencia tranquilizadora de su madre y su padre.
—Sí... Quiero dormir con mamá y papá—, murmuró Artur, su voz se suavizó mientras transmitía su deseo de cercanía. El niño se acurrucó más profundamente en los brazos protectores de Agatha y Osamu, buscando la seguridad de su calidez combinada.
—Es acogedor—, bostezó Artur, su pequeña figura acomodándose entre sus padres como una pieza de rompecabezas faltante.
Mientras los tres se acomodaban para una noche de sueño tranquilo, la cola de la reina dragón envolvió suavemente a su precioso hijo, brindándole una sensación de seguridad y protección.
—Buenas noches, mami. Buenas noches, papi—, susurró Artur, cerrando las pestañas mientras se quedaba dormido en el país de los sueños, acunado en el amor infinito de sus padres.