Un imposible

8

Barbara Jonhson

 

 

El bull me soltó y se sacó un pañuelo del bolsillo para limpiarse el sudor y la sangre. Entonces hizo un gesto con la cabeza, y los hombres que estaban en la puerta, salieron con rifles entre las manos, el primero de ellos era Smith. En cuanto se fueron fijó la mirada en mí a la vez que tenía la boca desfigurada en una sonrisa petulante.

—Mujeres… —Una risita estúpida le retumbó en el pecho—. Unos cuantos golpes, el otro amante herido y enseguida se olvidan de que una vez te amaron. Me aseguraré de contarle de tu traición a Montgomery.

Me arrastré hasta el abuelo y le llevé mis manos temblorosas hasta la herida, si bien mantuve la cabeza baja, pues no podía enfrentar su mirada. El cuerpo me tiritaba y la sangre me bombeaba furiosa en las venas. Tenía el estómago revuelto por el aire cargado de humo y carne quemada.

—¿Por qué me escogiste a mí? James sabía…

La tos del abuelo se volvió profusa por lo que ejercí mayor presión en un intento de controlar la sangre que salía a borbotones.

—Te prohíbo morir. ¿Me escuchaste, Lawrence Jones?

Varios de los hombres con túnicas entraron al granero. Se reían y felicitaban como si acabaran de hacer una proeza. Se dirigieron a los túneles sin dedicarnos al abuelo y a mí ni siquiera una mirada. Uno de ellos rio a carcajadas y se acercó al bull.

—Escuché que fuiste atacado por una gata salvaje.

Reconocí la voz del señor Richardson, aunque todavía utilizaba la capucha que le cubría el rostro, sin embargo dejé de atender la plática cuando se escucharon maldiciones lejanas. Ojeé al abuelo y la puerta del granero con manos temblorosas, en tanto los latidos del corazón conseguían opacarme los sentidos: había delatado al hombre que amaba y él no sería capaz de comprender por qué. De pronto oí a un grupo de hombres gruñir y vociferar a la vez que forcejeaban con alguien.

Fijé la mirada en la puerta del granero al mismo tiempo que se me dificultaba tragar, lo primero que vi fueron esos ojos verdes que tanto amaba. James estaba golpeado y maniatado, pero no me pasó desapercibido que se necesitaron seis hombres para agarrarlo. No pude evitar sonreír a pesar de la situación y mi chico favorito me guiñó un ojo en complicidad, mas cuando observó mi rostro apretó los labios en una línea recta por lo que bajé la cabeza y levanté las manos para cubrirme. Mi aspecto debía ser terrible, no debía quedar nada hermoso en mí y él me encontraría despreciable cuando descubriera mi traición. Los hombres lo arrastraron hasta que estuvo frente al bull, quien procuró enderezar la postura e inflar el pecho a la vez que una risa cínica le desfiguraba el rostro.

—Es obvio cuál de los dos te delató, ¿no es así?

Los hombres se apresuraron a entrar en los túneles. Los escuché murmurar que alguien debía ir por Smith, pues estaba inconsciente en algún punto de la propiedad, si bien desaparecieron como las ratas asustadizas que eran.

El bull reía a carcajadas regodeándose en su hazaña, por lo que jamás vio llegar el cabezazo que le destrozó la nariz, lo que le arrancó un aullido ensordecedor y un reguero de sangre le manchó la camisa y el suelo. Levantó las manos y se cubrió el rostro a la vez que gritaba y gruñía; era una alimaña desesperada por el dolor. Tuve que morderme el interior de las mejillas para que mi sonrisa no fuera visible, aunque estaba segura de que merecía más.

—¿Alguien podría controlarlo?

—Nosotros ya cumplimos con nuestra parte del trato, si se escapa, es problema tuyo. —Otra vez reconocí la voz del señor Richardson.

El bull volvió a gruñir y con un tirón se reacomodó la nariz, aunque la sangre todavía le goteaba de las fosas. Al parecer aprendió la lección porque desde ese instante guardó las distancias con James. El orgullo por mi hermoso profesor me engrandecía el corazón.

—¡Quédense con su maldito corn! ¡Con él me convertiré en el maldito director del buró de investigaciones!

Fue hasta ese instante en que comprendí que lo único que habían pretendido era adueñarse del negocio del hombre que amaba y no defender el honor de Ethel ante el compromiso fallido. ¡Había sido una estúpida! Y quise creer que ese hijo que yo había conocido no había nacido del amor. Entonces, ¿quién era la mujer que él amaba?

—Cuidado, bull. Aquí eres minoría.

Después de la advertencia el señor Richardson entró a los túneles, en cuanto desapareció James dio un paso, pero el bull retrocedió diez, entonces sacó un revólver y le apuntó.

—Vuélveme a pegar y me encargaré de que él muera y de que tu mujer conozca a un verdadero hombre.

James mantuvo ese porte desparpajado al mismo tiempo que sonreía. Su frescura enervaba al bull, quien dio un paso hacia él, si bien reculó. Volvió a acercarme, mas regresó sobre lo andado. Me pareció que le tenía miedo y me pregunté de qué había sido capaz el hombre que una vez consideré anodino. El presunto oficial se decidió por volver a apuntarlo con el arma.

—Veo que conociste la furia de mi blue serge.

El bull asintió con un resoplido.




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