Un legado de sangre

Prólogo

Ojos rojos.

Ojos rojos y desesperación era lo único que Isis sentía en ese momento.

Oía las pisadas rápidas de la persona que la seguía incansablemente. No tenía idea del tiempo que había pasado porque ni siquiera sabía en dónde estaba. Todo a su alrededor era oscuro, negro. Corría como si supiera lo que tenía delante, pero la verdad era que solo lo hacía por desesperación.

El miedo hacía que el corazón le martilleara fuertemente en el pecho y los oídos comenzaran a pitarle, lo cual no ayudaba a que se tranquilizara. La disminución de sus sentidos no le gustó para nada, se sentía débil cuando eso pasaba y ahora la estaban privando de todos y cada uno de ellos sin piedad.

—Los monstruos no pueden esconderse de otros, Isis —. Aceleró su paso aterrada al reconocer la voz del hombre.

—¡Déjame en paz!

—Nadie creyó en ti, ¿Por qué crees que pasa esto? No puedes huir de lo inevitable.

—No haré nada por ti. No eres el dueño de mi destino.

Gritó cuando sintió una inmensa fuerza impulsarla hacia atrás y se quejó cuando su cuerpo impactó contra el suelo raspándole los codos al deslizarse por el piso. Alzó la vista jadeando y la figura delante de ella fue tomando forma, sin embargo, solo observó dos ojos rojos antes de despertar gritando de dolor.

El cuerpo se le retorció hasta que su voz simplemente se redujo a un hilo. Su conciencia poco a poco fue borrándose hasta que su loba tomó el control.

El cuerpo grande y peludo se levantó poco a poco, como un cervatillo al nacer, se revolvió tratando de quitarse la tierra de encima y echó a correr.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.