Su cabeza dolía, eso era un hecho innegable.
Tal vez por eso le dolió cuando se levantó de una dura cama que juraría que era solo metal sólido. La habitación estaba oscura y tenía un olor desagradable, leve, pero desagradable.
Quiso estirar su cuerpo hasta que algo hizo click en su cerebro. No estaba en la taberna, ni en su cueva, evidentemente. Su cuerpo se tensó ante lo desconocido y tocó la parte trasera de su nuca, para su alivio, no había rastro de sangre de la cual preocuparse.
Su furia se encendió tan rápido como vió que su pie derecho estaba encadenado a la supuesta cama. No necesito más que poner una mano sobre ella para que segundos después comenzara a derretirse ante el calor que emanaba. Saber usar su poder a su propio beneficio le encantaba.
Hizo lo mismo con los barrotes de su celda y salió de ahí sin fijarse en nadie más. Escuchó golpes y palabras sueltas que fueron ignoradas gracias al pitido que tenía entre los oídos, producto de su enojo.
El camino se le hizo eterno mientras corrompía cada parte del sistema de seguridad de aquella casa y posteriormente, noqueó a todos los que se cruzaron en su camino, aun cuando una pareja de lobos le armaron un verdadero problema y casi logran alertar a los demás. Había tenido que dejar que uno de los prisioneros escapara y todo apuntara a él para no meterse en problemas, después de todo, las cámaras ya habían explotado por donde ella pasaba.
Sonrió triunfante cuando llegó a la que suponía, era la entrada principal para ese complejo encarcelamiento. Precisamente por su confianza fue que no notó la alarma de seguridad hasta que esta le taladró los oídos y la hizo caer al suelo por el dolor.
Maldijo y trató de pararse para salir corriendo de ahí. La alarma perforaba sus oídos, pero tenía que escapar si no quería convertirse en rata de laboratorio.
*
Dellian corrió en la dirección de la desconocida. La chica se veía claramente mareada por la alarma mientras que él agradecía las orejeras insonorizadas que traía puestas. Sobre todo cuando pudo acercarse más y la chica tenía un poco de sangre saliendo de sus oídos. Aun así, le sorprendió que no estuviera tan desorientada como se suponía, pero no siguió perdiendo el tiempo y la tomó del brazo, frenando su huida.
No esperaba el puñetazo directo a su nariz ni que ambos cayeran al piso. Dellian tuvo que ignorar el dolor para lanzarse contra la chica una vez más y tratar de ponerle las esposas correctamente en sus muñecas, sin embargo, terminó poniéndolas entre su muñeca izquierda y su pie derecho para inmovilizarla porque utilizaba todo su cuerpo con tal de pegarle otro puñetazo.
Mantuvo su cabeza contra la tierra mientras se fijaba en los demás golpes que adornaban su cuerpo, se preocupó al instante por sus demás compañeros. En todo el tiempo que tenía trabajando en ese lugar no había visto que un prisionero escapara con éxito ni que generara tanto alboroto entre los Deltas de mayor rango. En cambio, esta chica que parecía inofensiva se había escapado en menos tiempo de lo esperado y con varios reportes de sus compañeros heridos.
-Dellian -él regresó su mirada hacia el Alfa adoptante de la manada-. Buen trabajo, muchacho, ahora...
-¡Ah! -gritó de dolor al sentir como su brazo se partía en dos por el impacto de la pierna de Isis contra él.
Ella aprovechó para romper la cadena con un fuerte tirón de su mano y se aseguró de pisar su otra mano antes de salir corriendo de ahí. Seguido de eso se escuchó un fuerte rugido y un gran lobo de pelaje café salió disparado tras la chica, a quien sorprendentemente no alcanzó sino muchísimos pasos más adelante.
El lobo la empujó por su costado derecho ocasionando que chocara contra el tronco de un pino, lo que la hizo quejarse del dolor, pero no perdió el tiempo lanzandole tierra hacia los ojos para después dejar salir sus garras y rasguñar su rostro.
Obviamente, esto no le hizo gran daño al Alfa, pero si lo sacó de onda, haciendo que se moviera demasiado rápido y, sin saber muy bien cómo, terminaba por sentarse sobre su lomo, envolver una dura liana que parecía tener espinas por la gran molestia que le generó el tirón de la chica y que rápidamente le cortó la respiración.
Atónito, sintió como si la liana se apretara cada vez más fuerte alrededor suyo hasta que empezó a ver borroso, aun cuando el olor de su esposa se filtró en su nariz y trató de moverse desesperado.
Isis frunció el ceño molesta por los movimientos del lobo debajo de ella, estaba concentrada en que la liana se siguiera apretando que solo salió de sus pensamientos cuando oyó muy de cerca el aullido característico de la luna de la manada adoptante. Su despiste le valió que el gran lobo alcanzara uno de sus pies, lo mordiera y la mandara a volar lejos de él.
Sin embargo, lo que realmente la hizo soltar la liana fue el olor que le golpeó en los recuerdos.
El anterior vistazo a aquellos ojos dulces y tiernos a los que alguna vez quiso, hizo que recordara la manera en la que se dirigían a ella.
Cachorra.
Un escalofrío subió por su columna sin importarle el ardor en su rodilla que la caída le había provocado.
Cachorra. Pareció susurrarle más fuerte su memoria, luchando contra el muro que había construido entre ella y sus pensamientos.
Cachorra. Gimió y se cubrió la cabeza cuando sintió los gritos junto a sus oídos.
-Cachorra -resonó con fuerza trayendola a la realidad. A la mujer que la veía con dulzura y cuidado mientras se agachaba a su altura-.Tranquila, ya estás a salvo. No tienes nada de qué preocuparte. Pequeña cachorra...
-No me llames así -siseó Isis en cambio, consciente de que no conocía a esa mujer y con el cuerpo crispado por la sensación de peligro.
Había representado un peligro para todos los demás pero, irónicamente, se sentía completamente débil e inútil delante de esa mujer que ni siquiera se había transformado (cosa que en otro momento hubiera considerado un insulto).