Un legado de sangre

Capítulo 3

El día estaba demasiado tranquilo para el gusto de Isis. No era que le gustara el ajetreo propio de la ciudad, ni que disfrutara del escándalo de las demás criaturas. Tan solo recordaba a alguien diciéndole que el silencio de los animales nunca era bueno.

Mientras que no le saliera una bestia imposible de enfrentar todo estaba bien.

Apresuró el paso cuando vio a lo lejos una cabaña. El territorio era de lo más extraño, había una manada en medio de la nada y una cabaña aparentemente deshabitada en medio de la nada. Antes de que Isis pudiera acercarse más fue detenida por los Deltas.

—Esto es propiedad privada, señorita, tendré que pedirle que se retire de inmediato.

Isis alzó una ceja y se cruzó de brazos ante su necesidad de llevarle la contraria. Sin embargo, si quería descubrir lo que pasaba ahí, debería de evitar los problemas.

Solo temporalmente.

—Entiendo —se limitó a decir y regresó por donde vino.

*

La casa de acogida era bonita. Tenía techos altos, pasillos altos y habitaciones finamente decoradas. Trataba de encontrarle sentido al lugar. Las Manadas adoptivas carecían del apoyo del rey, de hecho, él quería exterminarlas, entonces... ¿De dónde sacaban tanto dinero?

—Isis —no pudo evitar el sobresalto que le causó la voz de Anne. No había sentido que se acercara, ni tampoco que abriera la puerta de su habitación.

—¿Qué?

—Siempre que tenemos a un nuevo miembro, solemos presentarlo ante todos así que se me ocu...

—Si quiere que me presente ante todos, siga soñando. Me iré inmediatamente.

—¡No! No es necesario. Solo pensé que te gustaría hacer amigos.

—¿Tengo cara de amigable?

—En realidad tienes cara de limón chupado, pero no quería decirlo.

—Gracias por guardar el secreto —dijo irónicamente con mala cara.

—Como sea, si vas a quedarte aquí, tienes que conocer a los demás.

—¿Cree que ellos quieran verme después de lo que pasó anoche?

Anne se quedó en silencio por un momento, su cerebro parecía tratar de maquinar una respuesta ingeniosa para ella, pero se rindió un par de segundos después.

—Solo... No te encierres en tu habitación, estoy segura de que por lo menos harás un amigo aquí.

Se mordió los labios ante la respuesta sardas que quería salir de entre sus labios.

Le desagradaba tener que convivir con gente. Estaba acostumbrada a aislarse de los demás por su propio bien.

*

—Alfa, me temo que las Elyris están siendo un problema en los alrededores de la manada, sobre todo al sur —dio Anne preocupada.

—¿Aún no llegan las protecciones especiales? —preguntó el holograma del Alfa Olivier.

—Si ya hubieran llegado no estarían hablándonos, Ol —dijo el Alfa Ancor con tono divertido. Olivier volteó los ojos pensando en lo insolente que era el niño con el que compartía responsabilidades.

—Debieron de haber llegado hace una semana —lo ignoró.

—No hemos tenido noticias de los repartidores, Alfa —intervino Esteban—. Además de eso, los experimentos de Aberton han escapado del centro de seguridad. Se ven inofensivos en la alera, pero la manera en la que fueron modificados genéticamente tiene aterrados a muchos.

—Cierto y... —Anne titubeó.

—¿Qué pasa, Anne?

—Yo... Tenemos a un nuevo integrante.

—No te veo muy segura, Anne —dijo Ancor con renovado interés.

—Fue detenida por causar alboroto, la llevamos a nuestras celdas y logró salir de ahí con éxito.

—Eso es imposible —replicó Olivier.

—Claro, tal vez solo hablaría de su ingenio para escapar, pero los barrotes de la celda estaban abiertos por en medio. Ella asegura que fue otro de los prisioneros que estaban con ella, pero él no recuerda nada de lo que pasó.

—¿Crees que...?

—Es un experimento.

—Eso fue lo que pensé, pero no se ve como uno de sus reclusos. Cuando atrapamos a Gustave no paraba de temblar y de desvariar. Ella se ve bastante cuerda.

—Quiero que la tengas vigilada —dijo Ancor acomodándose en su lugar—. Que no salga de la manada, pero no quiero que se convierta en un problema, ante la mínima señal de peligro deben de neutralizarla.

—¿No eras el policía bueno en esta historia, Ancor? —La comisura de Olivier se alzó levemente.

—Somos Alfas de esta manada, Olivier, disculpa si me interesa más la vida de mis ciudadanos.

Olivier desvió la mirada molesto y pareció hundirse más en el sillón.

—Déjanos solos por favor —pidió con voz autoritaria.

El otro Alfa giró los ojos molesto pero se desconectó de la llamada.

—¿Cómo está la chica? —Sus ojos parecieron suavizarse, al igual que su hombros.

—A salvo —dijo Anne—. Me sorprendió saber que no había sido atacada por las Elyris al entrar en nuestro territorio.

—Es demasiado curioso su ingreso ¿Por qué querrá quedarse ahí?

—Eh... Bueno en realidad yo... —retorció las manos con nervios y alejó la vista del holograma—. Yo le pedí que se quedara.

—Anne, creo que por primera vez estaré de acuerdo con Olivier al decirte que no puedes rescatar a todos los chicos que te encuentres en el camino. Esa chica puede ser un peligro para la manada. No quiero problemas.

—Lo sé, Alfa —dijo mortificada—. Es solo que si la hubiera visto a los ojos... Esa niña no tiene ni una pizca de luz en su mirada. Parece... bueno, hasta los vampiros tienen más ganas de vivir, irónicamente.

El Alfa ladeó la cabeza y con un último suspiro se despidió de ambos.

—¿Crees que se haya enojado?

—Amor, cualquiera es incapaz de enojarse contigo —deslizó una suave caricia por el costado de su rostro con ternura—. Él confía en ti, siempre lo ha hecho, no por nada eres la guardiana principal.

Anne suspiró y se escondió en el pecho de su marido. —Te amo.

—¡Déjame en paz, lunática! —. Ambos se separaron al ver la puerta destruida con Anastasia en el piso.

—No tengo tiempo para niñerías —dijo Geraldine desde la puerta con maldad.




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