Un legado de sangre

Capítulo 4

Ancor gruñó cuando intentó por tercera vez ponerse el reloj plata y negro que su madre le había regalado cuando tomó su cargo como Alfa. Sus manos temblaban y se sentía más como un chihuahua que como un ser humano completamente funcional.

Había tenido mala noche a pesar de que bebió moderadamente. No comió porque tenía el estómago hecho un nudo así que la panza también le dolía. El traje le quedaba bastante bien y le gustaba la suavidad del mismo que le indicaba lo nuevo que era.

Tenía que prepararse rápido y salir camino al aeropuerto si quería llegar temprano a su manada. Su cuerpo temblaba en parte por eso, estaba ansioso de confirmar que su manada estaba a salvo, los malos presentimientos no dejaban de asaltarlo y habían llegado al punto de alterar a su lobo, quien daba vueltas de manera desesperante en su conciencia. Incluso había llegado a cuestionarse si en vez de cerebro realmente tendría un lobo vivo y diminuto en su cabeza.

Se apresuró a tomar su teléfono y contestar la llamada entrante. —¿Si?

—Buenos días al mejor Alfa del mundo —dijo una voz femenina del otro lado.

—¿Qué hiciste, Karenina?

—No hice nada, pero... ¿Verdad que me traes un recuerdo de Olsen? —escuchó una pequeña discusión de fondo y sonrió divertido.

—Creí que Bruno y tú habían dejado de pelearse cuando cumplió 14.

—¡Sabes que yo hubiera sido un mejor Beta, Ancor! —escuchó de fondo.

—Aun así, eres el mejor Delta, Bruno, deja de quejarte.

—Pero yo quería...

—¿Verdad que sí? Apresúrate a contestar, Bruno no deja de fastidiar.

—Traigo tu perfume favorito en mi bolso, Karenina, no tienes nada de qué preocuparte.

—Wuju —festejó la chica y Ancor tuvo que alejarse el teléfono del oído por el grito.

—Como sea, ¿Todo bien con la manada? —preguntó mientras se aseguraba en no dejar nada en la habitación.

—Más que bien, no te preocupes por eso ahora —. Eso no le dió buena espina.

—Karenina, sabes que no debes de mentirme...

—No estoy mintiendo, todo marcha bien con la manada.

—¿Qué hay con la micromanada? —preguntó y no le gustó el silencio que le siguió—. Sé que hay una nueva chica que causó unos problemas ¿Es eso?

—No.

—¿Entonces?

—Ancor, preocupate solo por tu vuelo ¿si? Es un camino largo, no quiero que te quedes despierto todo el rato.

—Karenina...

—No, tus regaños no me van a hacer cambiar de opinión.

—¿Cómo quieres que descanse si no me dices que está pasando?

—Ninguna manada está en problemas ¿de acuerdo? ¿Eso te sirve?

—Te recuerdo que estás hablando con tu Alfa, Kareni...

Paró de hablar al escuchar tres pitidos seguidos anunciando el fin de la llamada y parpadeó incrédulo, inclusive dejó de caminar,

—¿Acaba de colgarme?

*

—Esas flores no van ahí. Las cortinas están mal puestas. Pedí un pastel de chocolate y no de vainilla con nueces.

—¿Quieres dejar de poner loca a media manada? —dijo Bruno divertido a Karenina, quien rodó los ojos pegando el portapapeles a su pecho. Tenía una larga lista de preparativos que estaba cerca de terminar, si tan solo Bruno dejara de seguirla como cachorro perdido.

—No estoy poniendo loco a nadie y esto debe de estar listo para hoy, el Alfa debe de ser bien recibido después del largo viaje que ha realizado.

—Si no te conociera diría que estás enamorada de él —lo miró feo— ¿Que? Siempre te pones igual de loca cuando vuelve de viaje.

—Me preocupo porque sea bien recibido y tenga una casa limpia, ordenada y cómoda para su descanso después de tantos días de trabajo, es lo mínimo que puedo hacer por él después de todo lo que él hace por nosotros.

—¿Por nosotros o por ti? —una sonrisa pícara se extendía por toda su cara.

—Deja de decir babosadas, Bruno. Hagan lo que les dije, no sé por qué siguen aquí —les dijo a los encargados de cada tarea mencionada. Estos asintieron y se fueron rápidamente.

—Creo que incluso el Alfa te corresponde —Karenina escupió el bocadillo que le dió a probar uno de los meseros.

—¡Deja de decir idioteces, Bruno! ¿¡Puedes ser útil de una vez por todas!? ¿¡No tienes nada que hacer!?

—Bah, no me gustas cuando te pones de gritona —Bruno rodó los ojos y se alejó silbando, en su camino se encontró con la ama de llaves por lo que dirigió sus pasos a ella—. Amelia, qué bueno verte ¿Dónde has estado toda la mañana?

—Karenina me mandó por varios postres, mi niño, pero ya regresé ¿Serías tan amable de ayudarme?

—Por supuesto, vamos, usted no tiene por qué sufrir por el amor de la segunda al mando —. Sostuvo con cuidado uno de los pasteles más altos y grandes.

—¿De qué hablas, Brunito?

—Amelia, no puedes decirme que tu no lo notas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.