Un libro más de poesía

No te guardes nada que te dañe.

Y sí, lloré, lloré esa noche como si fuese la primera vez que dolía tan fuerte, como si estuviera ardiendo por dentro y lo estaba, y mucho, no podía guardar más.

Saqué todo eso que tenía dentro, en mi cama, arrinconada, abrazada a mi almohada y a mí, dándome ese calor y amor propio que necesitaba, me necesitaba a mi y solo a mí.

No había nadie más que me ayudara a sanar y cerrar tantas heridas, esas que un día, costó tanto empezar a cerrar. Veo tu foto y siento que estás a mi lado, pero la realidad me ha e dar un vuelco de inmediato y duele. 

Regresar duele. 

Recordar duele.

Extrañarte duele.

Pensarte duele.

Tratar de sentirte otra vez arde.

Seguirte queriendo con tanta intensidad, arde y quema como nunca quemó antes.

Pero, ¿Qué puedo hacer para que vuelvas a mí? Nada, no, no puedo hacer ya nada para que vuelvas. Solamente me toca asimilar la realidad y darme cuenta que.... Mi única manera de tranquilizarme, es estar abrazada a una almohada, esa que tiene tantas de mis lágrimas, gritos ahogados y abrazos no correspondidos.... Ésa es mi manera de desahogarme, para no ahogarme con las lágrimas que cada segundo pasan por mis mejillas, acariciándolas.

 

Te extraño, pero sé que lo mejor, es posiblemente eso, irnos cad sino por nuestro lado y fingir que no pasó nada, cuando pasó todo.

 

Te quiero y extraño, pero tal vez estarás mejor sin mi.

Mientras tanto, dejaré mis lágrimas en esta almohada, la que me acompaña cada noche y madrugada, esta que no me deja sola y nunca lo hará.... 

Me desahogaré en ella, dejaré que consuma mis lágrimas y mi dolor, para quitar el daño que me dejó tu amor....

 




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