First seguía aquí.
No se fue como una vez me dijo.
Mi pecho subió y bajó al recordarlo en la tienda, habían pasado casi una semana y me negaba a salir de casa al temer encontrarlo nuevamente. El impulso de mis manos fue demasiado que me encontré tecleando su nombre en el buscador de Instagram.
En el tiempo que estuve alejada nunca se me dio por buscarlo por el mero hecho de saber de su vida o… O ver que ya había encontrado a alguien más que lo hacía feliz.
Ahora, me encontraba aquí, viendo su perfil en la App y viendo cada foto publicada. Cada una de ellas tiene, por lo menos, seiscientos likes y demasiados comentarios como para leerlos uno por uno. Me distraigo viendo los tatuajes que se hizo en su piel, la forma en que sonríe o la manera en que arruga la nariz.
Sonrió al verlo tan feliz en aquellas fotos con sus amigos.
Él es feliz.
Por un momento quiero darle «seguir» a su cuenta, pero al instante me arrepiento y termino arrojando el teléfono a la cama. Este rebota y para mi gran sorpresa no se cae al piso, ya que lo aventé con más fuerza de lo normal.
—¡Amber!
—¿Qué pasó, mamá? —respondo, me pongo de pie, y mi piel se eriza al sentir el frío del piso. No le tomo tanta importancia ya que en Florida hace demasiado calor y este se siente bastante agradable.
Al llegar al primer piso paso por la sala llena de cajas hasta llegar a la cocina, donde encuentro a mamá con el portátil y una copa de vino tinto en la mano. Da un sorbo antes de girar y sonreirme.
—¿Finanzas o Gastronomía?
Mi mente responde antes que yo: Gastronomía.
Trueno mis dedos y paso el peso de mi cuerpo a la otra pierna.
—¿Cuál me dará más dinero?
—Ambas.
—Podría estudiar ambas cosas, ¿verdad?
—Puedes, pero creo que es mejor que te inclines solo a una. —muerde su labio inferior—. Pero si lo que quieres es estudiar ambas carreras podemos hacer una…
La corto antes de que se ponga a dictar lo que ya se. Porque es lo que me ha dicho siempre.
Literalmente.
—Gastronomía —sonrío levemente.
—Lo sabía —teclea algo en el portátil y luego de varios segundos su teléfono suena con el nuevo ringtone que me pidió que le pusiera. Es gracioso, ya que tiene el sonido del canto de nuestra antigua gallina.
Me acerco, haciéndome una idea de lo que es. Al leer el título del word en la pantalla abro los ojos al ver claramente: Carta de Postulación. Pensé que me esperaría para terminarla juntas, pero ahora veo que alguien ya se me adelantó.
He estado tan encerrada en esa pequeña burbuja First que no me percaté que mamá estaba terminando de rellenar la carta que piden para el ingreso a la universidad que elegí con sumo cuidado.
Y ahora ya no sé si la que elegí es la correcta porque… ¿Y si First está ahí? Si cuando pensé que se había ido a, no sé, cualquier punta del mundo, estaba ahí. Justo ahí. En esa misma universidad. En ese mismo salón de clases o qué sé yo.
Vale, vale… Respira, uno, dos.
Tampoco es que piense que esté justo allí, pero ¿si eso ocurre? Tome varias respiraciones antes de voltear a ver a mamá quien estaba distraída enviando mensajes de texto por WhatsApp. Antes de que pueda decir unas palabras, sube la mirada y me sonríe.
—Unas amigas y yo vamos a juntarnos para cenar —alza ambas cejas— ¿Te parece si vienes conmigo? —indagó— Sus hijos irán con ellas y podrían conocerse. Yo solo digo. O solo podrías ir a ver como preparan la comida asiática y aprender a hacer ese pollo…
—Siento que me estás chantajeando.
—¿Yo? Nah. Como crees… —guarda silenció un momento— Pero si quieres ir puedes subir a cambiarte, salimos en 10 minutos.
Ah.
Me estoy arrepintiendo.
Demasiado, diría yo.
Cuando ella dijo ‘’unas amigas’’, me hice la idea de que eran tres o cuatro, pero son siete… Vale, no. No son siete. Son nueve. Son nueve amigas. Aquí la pregunta es: ¿Puedo correr y escapar de esto? La respuesta es sencilla. No.
Porque en estos momentos estoy saludando a cada una con un beso en la mejilla y haciendo un atisbo de sonrisa, que a mi parecer, y lo cual creo es demasiado obvio, es demasiada forzada. Algunas me abrazan y otras me dicen que estoy hecha una señorita y otras me preguntan qué tal ha sido la visita a la granja.
—Estupendo.
Me encuentro diciendo, y no miento. Para mi mala suerte no miento.
Al terminar de saludar a cada una de las amigas de mi madre, me dicen que sus hijos están en la mesa número seis, la cual, está demasiado alejada de esta mesa. Privacidad, supongo. Camino cautelosamente hasta allá, las manos me sudan y trato de secarme el sudor de estas en el jean acampanado que escogí para venir a cenar.
Encuentro un asiento libre entre todos ellos, no mentiré, me siento nerviosa al tener unos cuantos pares de ojos encima de mí. La mayoría de ellos casi no me presta atención, lo cual agradezco, pero otras sí lo hacen. Me miran de reojo antes de volver a sus mensajes de textos.
Me sobresalto cuando siento un dedo en mi hombro, mi corazón late demasiado rápido por el susto, escucho una risita suave cerca de mi, y de reojo puedo ver a alguien sentarse a mi costado.
—Hola —dice en tono amable y varonil.
—Hola —me extiende la mano, a espera de que se la estreche. A las finales lo hago—. Landon.
—Amber. Un placer Landon.
—El placer es mío, Amber. Parece que nuestras madres están felices de ver a la tuya después de mucho.
—Eso creo.
Miro a mamá quien está riendo con todas ellas. Sonrío al verla tan feliz después de lo que pasamos. Conmigo… Y con papá. El que está encargado de la parrilla frente a nosotros llega haciendo una demostración con un huevo sin coser. Lo tira en el aire, y este cae en su espátula rompiéndose a la mitad y con el contenido friendose en la parrilla. Algunos de nosotros aplaudimos al pequeño espectáculo y en forma de agradecimiento, el chef da una reverencia.