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—¿Es enserio, First? —susurré, la rafaga de aire entró por la puerta haciendo estremecer. Mamá me va a matar si lo ve. —Ella está en casa. No te puedo hacer pasar. ¡Son las 10 de la noche, por Dios!
—No se dará cuenta —alzó las cejas con una sonrisa ladina.
Oh, claro que sí se daría cuenta. Mamá tiene un oído biónico. Niego con la cabeza tratando de sacarlo del marco de la puerta. La pizza que tiene en sus manos se ve estupendamente deliciosa y, como no, si es una de mis favoritas, pero estos momentos no es en pensar en pizza de champiñones, sino, en que se vaya de aquí.
Está bien. Es viernes y First y yo sabemos que hoy es viernes de pizza y películas en mi habitación porque mamá se va a trabajar. Solo que esta vez es completamente diferente ya que tiene un descanso que cobrar. Y justo decide tomarlo esta noche.
—Lo pasaremos al siguiente viernes.
Trato de convencerlo para que se vaya lo más rápido posible.
—Ambos sabemos que hoy es viernes y…
—Lo entiendo a la perfección —apreté los dientes, frustrandome el doble—. Pero ahora no se puede. Tienes que irte.
—¿Y con quien comeré la pizza de champiñones? —interroga— Es tamaño extra grande y no creo comerla solo.
—Fuerzas.
—¡Nada de fuerzas, Amber!
Responde indignado. Hay veces en que First se vuelve un niño. Un niño necio y berrinchudo. Quiero estrellar mi cabeza contra la pared al ver que no quiere dar su brazo a torcer. Se planta firme en la puerta, inclinándose un poco para estar a centímetros de mi.
Vale. Vale. Vale.
Está usando su técnica.
—Tienes. Que. Irte, First.
Mi voz salió en un hilo de súplica.
—No puedo irme.
—First, juro que te recompensaré la semana que viene, por favor, vete.
Suspiró, su pecho subió y bajó de forma lenta y pesada, contuve el aliento al ver como se acercaba para rozar su nariz con la mía. Su aroma impregnó mis fosas nasales, las cautivó con su aroma e hizo que mi piel se erizara, su aliento se fundió con el mio antes de decir:
—Me iré, pero…
Alargó la palabra, esperé a que continuara. Nuestros ojos se conectaron por mínimos segundos antes de que esos ojos hermosos bajaran a ver mi labios, hice lo mismo, y aguanté las ganas de besarlo.
De volver a sentir sus labios contra los míos como si fuese la primera vez.
La primera vez en que sentí un beso real.
Su beso.
—¿Pero? —dije.
—Quiero que seas solo mia el viernes siguiente.
Aguanté la respiración.
—Quiero tenerte solo para mí todo un día. Cero teléfonos, cero amigos, cero mensajes. Solo los dos. En mi habitación comiendo tu pizza favorita, viendo esas películas que tanto te gustan, usando mi playera y ver ese bonito cabello rubio sobre mi pecho cuando duermas conmigo.
—¿Contigo?
—Conmigo —afirmó.
No esperé nada más. La elevación de mi brazos a su cuello fue por voluntad propia, me puse de puntillas antes de dejar un beso en sus labios. Aceptando todo lo que me proponía. Aceptando ser suya solo por una noche. Esa noche.
***
—¿Qué tanto piensas, Amber? —Mamá preguntó sentándose en el sillón frente a mi con el tazón lleno de helado.
Pensaba en la única vez en que estuve con First en su habitación. En mi mente respondí irónica. Negué con la cabeza y le resté importancia, me paré para sentarme a su lado y comer de su cuenco el helado de mango.
—¿En serio no piensas en nada? —indagó, enarcando una ceja.
—Bueno, estoy pensando en si la universidad me acepta —le dije una verdad que me carcomía la cabeza—. Tú sabes, estamos a poco de terminar Abril y comenzar Mayo.
—Eso no es un problema.
—La verdad no lo sé, mamá. —me quedé en silencio, esperando su respuesta. —¿Crees que me acepten?
—Claro que sí, mi amor, te van a aceptar. Y si no, las dos juntas buscaremos otra universidad, y estudiarás lo que a ti te guste. Acabo de entrar a trabajar de nuevo al bufete y el problema no es el dinero.
El problema es él, inevitablemente pienso.
—Pero mamá…
—Nada de peros señorita. Mente positiva, corazón positivo y…
—...y todo se hará realidad.
Me abraza y me besa la cabeza. Sí, todo se hará realidad.
***
Mamá abre su correo y juro que me voy a desmayar de tanta intriga por su parte.
—¿Me aceptaron? —pregunté ansiosa.
Mamá no dijo nada, por el contrario, solo se levantó de la silla y vino a mí. Ya pequeñas lágrimas salían de mis ojos. No debí ilusionarme con esa universidad, claro, no me iban a acept…
—¡Te aceptaron Amber! —mamá gritó.
Ambas gritamos de entusiasmo.
Sí te aceptaron.
Sí te aceptaron.
Sí te aceptaron.
Mi cabeza no para de decirlo: Sí. Me. Aceptaron. SI ME ACEPTARON.
***
El fin de semana se pasa volando tan rápido que ya es Lunes por la mañana y yo tengo que irme a la universidad. Vuelvo a sentir el típico sentimiento de: nuevo colegio, y vuelvo a ser la chica nueva. Es un poco tedioso, a decir verdad, pero lo reemplazo con pensamientos diferentes y positivos.
El camino hacia el campus se vuelve fácil para mí, y aunque parece mentira, me gusta caminar, bastante a decir verdad, llegar no fue un problema, exceptuando que ahora estoy perdida en el gran campus de la universidad. Las fotos que nos ofrecieron a mamá y a mí mediante su página de internet privada son muy diferentes a lo que estoy viendo ahora. En la pagina decía que el edificio de gastronomía era el H, pero en el boletín que tengo en la mano me indica que queda detrás del puente rojo, por la facultad de derecho.