Correr es una muy buena opción en los momentos más desesperados y en una catástrofe, ¿no? Bueno, eso es lo que hago cuando veo al chico motociclista alzarme la mano en modo de saludo y cuando sus amigos voltean a lo exorcista para ver a quien se dirige el saludo.
Quien debería estar sorprendida debería ser yo. Pero me lo imaginaba.
¡Me lo imaginé maldita sea!
Mientras corro, mi mente vuela a lo que pasó en el restaurante hace unas cuantas semanas. First tocando la puerta incesantemente con el puño cerrado y hasta de seguro con la mandíbula apretada. Yo llorando y con el estómago saliendo por mi boca.
Recordar cómo su voz varonil suplicaba a que abriera la puerta me dolía el pecho y el corazón.
Así como la vez en que me fui.
En que lo dejé ahí. Solo. Suplicando a viva voz que no me fuera. A que me quedara.
Recuerdo llamar a mamá dentro del baño diciendo que no me sentía bien y que mejor me iba a casa en un taxi. Claramente ella no era tonta. Sabía con exactitud lo que me pasaba al notar mi tono de voz, el cual, se notaba demasiado desesperado. A ella tuve que convencerla de que no estaba bien y que me ‘’dolia el estomago’’. Motivo por el cual me retiré.
Y cuando digo que me retiré, fue que salí por la ventana del baño.
Claro, que antes tuve que ver si mi cuerpo pasaba. Milagrosamente, pasé con éxito y el viento de Florida impactó en mi rostro haciendo que me tranquilice. Sentir que una puerta bloqueaba su presencia, no me tranquilizaba, porque bien pudo haberla derribado de una patada o haber llamado a un encargado para que lo haga.
—Corre y no mires atrás.
Paso cualquier pasillo cercano y subo otras escaleras. A dónde iré. No sé. Pero la prioridad es salir de aquí y no verlo jamás. Jamás. Jamás…, no tanto. Ya que estudia aquí ¿Aún es posible cambiarme de universidad? Yo creo que no. ¿Mamá podría…? No, no, no. Ya entré, no puedo ir y decir: Ya no quiero estudiar aquí. ¿Me cambias de universidad?
Termino escondiéndome en un aula pequeña, apta para niños de un preescolar o algo así. Mi corazón se acelera por cada minuto que paso aquí dentro. Se escuchan pisadas y voces fuera haciendo referencia que el pequeño break va a durar mucho. Se me hace eterno el tiempo que paso sentada en una de las pequeñas sillas.
No me paro hasta antes de que toquen la campana que retumba en todo lugar haciendo que todos se pongan en marcha a su siguiente clase de lo que queda del día. Saco el folleto de mi mochila para informarme si puedo tomar clases nocturnas. Es muy precipitado, sí, pero el pánico de que él me vea hace que el pecho se me cierre y las ganas de llorar lleguen.
***
No pensé estar justo aquí. En su casa. En su habitación. Pasar con sigilo para que su madre o abuela no pregunte sobre la ‘’inquilina que se va a quedar lo que queda de la tarde y toda la noche hasta el día siguiente’’. Me hace preguntarme ¿Soy ya la no se cuanta chica que ha entrado ya? O, ¿soy la primera y no quiere que su madre o abuela pregunten? Tengo tantas preguntas que para mi bien decido guardarlas para mí misma.
—Tienes… una habitación muy bonita —halago las decoraciones en tonos azules y los cuadros me hacen imaginar La noche estrellada de Vincent Van Goth.
No se me pasa por desapercibido, veo todo a detalle, ningún rincón se me escapa al igual sus pequeñas miradas que me da de vez en cuando First. Mis manos tocan las sábanas, haciendo referencia que estas son demasiadas caras como para adquirirlas en un centro comercial normal. Temo sentarme en ellas por el simple hecho de arrugarlas. Suspiro una y otra vez, extasiada por el aroma del ambiente.
Definitivamente todo dice First.
—Digamos que la ordené. Y la limpié.
—¿En serio?—rio—. Vaya, si alguien no viene a tu habitación no limpias, First.
—Venías tú. Y solo por ti limpié. ¿Para quién más?
Esas simples palabras hacen que mi corazón lata de prisa. De un salto First se acuesta en su cama sin cuidado alguno, me permito sentarme en una esquina al estar muy nerviosa, ni siquiera hablo al no querer que me escuche tartamudear. Mejor dicho, porque no se que decir. Mis ojos solo se pierden en él y mi mente viaja e imagina creando escenarios deseados que pasen en estos momentos.
Es como estar acostada en tu cama sin poder dormir, esa persona se aparece en tu mente e imaginas toda una vida con ella: un beso, una caricia, una sonrisa o una acción en particular, si te pide ser su novia o hasta matrimonio. Todo eso pasa por mi mente en menos de cinco segundos.
—Baby, lo sé —dice con arrogancia— soy tan guapo que no puedes dejar de mirarme.
Y toda esa magia, se esfuma.
—Deja de ser un arrogante.
—Deja de mirarme entonces.
***
No se cuanto tiempo estuve encerrada, solo se que eran las 4 de la tarde y con temor me dirigí a casa, al llegar no encontré a mamá así que supuse que estaba en su trabajo o en casa de una de sus amigas. No me apetece comer así que a paso lento me dirijo a mi habitación y tumbarme en mi cama para pensar… Tengo buen rato hasta que poco a poco mis ojos se van cerrando.
Ya cuando me despierto me fijo en el reloj electrónico, son las 8:30 de la noche y las luces de la casa siguen apagadas. Puedo ver el cielo oscurecido y estrellado por mi ventana mientras sigo en la cama, una pequeña briza hace que las cortinas se alcen y me estremezco por el frío que me causa. Mi cuerpo se siente agotado, mi cabeza pesada, pero mi estómago cruje pidiendo que vaya abajo y coma algo.
Me debato en sí pararme o no, termino cediendo al sonido que genera mi cuerpo. Descalza, bajo las escaleras peldaño por peldaño mientras que sobo mi cara con ambas manos para disminuir el sueño, minutos más tarde me encuentro sentada en el sofá con un bol de cereal con yogurt sabor vainilla.