Esta es la historia de Álex y Nerea, se conocen prácticamente desde que nacieron, sus padres eran íntimos, por eso desde pequeños fueron amigos. Siempre estaban juntos, iban al mismo colegio, y con el paso de los años empezaron a quererse poco a poco cada día más hasta que llegó el momento en el que ambos se declararon su enorme y profundo amor.
Tiempo después, decidieron confesarles a sus padres lo que les estaba pasando y compartir su felicidad, ellos lógicamente se alegraron con la noticia.
Pasaron cinco años desde su confesión de amor, él era un médico muy reconocido, y ella acababa de terminar su carrera de arquitectura. Un día Álex invitó a Nerea a cenar, no se le hizo raro ya que casi cada noche salían a cenar o al cine, pero lo que ella no sabía es que esa noche le cambiaría la vida para siempre.
A las nueve en punto ya estaba Álex en casa de su novia para recogerla. Cuando se subió al coche, él le vendo los ojos con un pañuelo y le susurró al oído:
—Esta noche será la más especial de tu vida—expresó con una mezcla de nerviosismo y devoción.
—Para mí cada segundo a tu lado es especial—a diferencia de otras personas, a ellos les gustaba dedicarse palabras bonitas cada vez que tenían ocasión.
Más tarde llegaron a una cala llena de velitas pequeñas que dibujaba un camino al que no se le veía el fin, también había pétalos de rosa en esa hilera de velas, Álex le pidió a Nerea, que aún seguía con los ojos vendados, que se descalzara y se dejara guiar por él, ella asintió con la cabeza. Sintió bajo sus pies la suavidad de la arena de la playa. Al llegar al punto clave que el muchacho cuidadosamente había preparado para su chica, éste le quitó la venda de los ojos y Nerea se quedó boquiabierta cuando vio todo lo que había preparado, a parte de la hilera de velas y pétalos de rosa que conducían desde el coche hasta aquel precioso lugar en el que se encontraban, estaba todo lleno de sus flores favoritas. También había una mesa con un par de sillas que sería el lugar donde cenarían, la joven no daba crédito a lo que estaba viendo
—No me puedo creer que todo esto lo hayas hecho por mí, no me merezco algo así, me has dejado sin palabras, muchas gracias por todo—sabía que su chico era una persona detallista y romántica, pero no podía creer todo lo que había preparado sólo para ella y no pudo hacer otra cosa que echarse en sus brazos y besarlo.
Al terminar la cena lo recogieron todo y otra vez le vendó los ojos a Nerea. Una vez que se cercioró que no podía ver nada, la sentó en una silla y se arrodilló ante ella.
—Nerea, nos conocemos de toda la vida, hemos reído y llorado juntos desde que nos conocemos, siempre hemos estado en las buenas y en las malas unidos. Has sido mi amiga, mi confidente, mi paño de lágrimas cuando lo he necesitado y la primera en celebrar conmigo mis alegrías. Después de todo eso supe que no me hacía falta buscar a nadie más con quién estar y a quién amar. Dicho esto me gustaría preguntarte algo y espero que tu respuesta sea positiva…¿Quieres casarte conmigo?
A Nerea no le salía ni una sola palabra de sus labios, estaba temblando al escuchar lo que su chico le estaba proponiendo, lo único que pudo hacer fue echarse a llorar como una niña pequeña, estaba muy emocionada. Entonces él al verla así la abrazó muy fuerte.
—Nunca nadie me había dicho todas esas cosas tan bonitas, me las guardaré para siempre en mi corazón, hoy por hoy me alegro de haberte conocido, de haber crecido contigo y de haberme enamorado de ti tan profundamente y eso que yo pensé que esto nunca pasaría porque tú no me hacías ni caso—los dos sonrieron— Pero ya que me has hecho la pregunta más importante que me han hecho nunca te la responderé…Sí que quiero hacerte el hombre más feliz del mundo, para estar juntos tanto como duren nuestras vidas, y por supuesto que quiero casarme contigo.
Después de semejante declaración de intenciones por parte de los dos, pasaron la noche más mágica de su vida y se amaron como nunca.
Se hizo de día poco a poco, aquel amanecer era diferente al de siempre, para ambos ese era el amanecer más hermoso que habían contemplado en sus vidas porque los dos estaban con la persona amada.
A los pocos días de esa noche de amor, ambos decidieron que era hora de que se enterara la familia que iba a haber boda en poco tiempo, querían formalizar su relación de una vez, deseaban amanecer juntos cada día y dormir abrazados cada noche.
Pasaron seis meses desde aquella proposición de matrimonio. Apenas faltaba un mes para el gran día, y ya casi todo estaba listo. Estaban rematando los detalles del que sería su nidito de amor, ya casi estaba terminado, sólo faltaban algunos muebles por traer, en la mesa del comedor había un montón de regalos para la boda, Álex quería abrirlos, pero Nerea le paró los pies.
—Deja eso, todavía no se pueden abrir, hasta después de la boda, a ver si nos va a traer mala suerte.
—Eso son tonterías mujer que malo nos puede pasar, mira, tenemos trabajo, tenemos dinero, tenemos una casa, una familia que nos adora y lo más importante nos tenemos el uno al otro, ¿Qué más podemos pedir? Estoy deseando que llegue ya el momento para estar juntos para siempre.
Algunos días después la joven estaba en casa cuando llegó su vestido de novia. Lo primero que hizo fue abrirlo para verlo, junto a ella estaban sus padres y sus dos hermanos. Ella estaba con el vestido superpuesto y mirándose al espejo feliz de la vida cuando de repente, se desmayó. Su padre inmediatamente la llevó hasta el sofá, y poco a poco fue reaccionando, no recordaba que había pasado.