CAPÍTULO 4

—¿¡Qué cree que está haciendo señorita Vlinder!?—riñó Dani a Lucía.

Lucía estaba intentando levantarse de la cama.

—¿Usted que cree?—respondió insolentemente Lucía—Me largo de este sitio, ya se lo dije a su colega, el doctor Sierra—puso énfasis en la palabra colega.

—¿Es usted doctora señorita?—preguntó Dani divertido.

—Creo que es bastante evidente que no. Me siento bien, casi no me duele el cuerpo—mentía le dolía muchísimo, apenas podía mantenerse en pie, pero su orgullo estaba por encima de su dolor.—Quiero irme en este momento.

Dani se quedó mirándola unos instantes, tenía cara de ángel, con sus ojos claros y grandes, su pelo castaño y su voz podía hechizar a cualquiera...Pero reconoció que tenía un carácter de los mil demonios, ella lo sacó de su embelesamiento.

—Oiga, ¿me oye?—Lucía le pasó la mano por delante de sus ojos.

—Sí, perdón, ¿Qué me estaba diciendo?—estaba muy avergonzado por haberse quedado en las nubes.

—Tengo dos preguntas, la primera ¿Usted tiene una ligera idea de donde pueden estar mis pertenencias?  Y la segunda  ¿Podría decirle al doctor Sierra que quiero hablar con él por favor? es importante—Lucía bajo la mirada hacia el suelo y luego la levantó hacia el embobado doctor.

—Emm… pues…—empezó a balbucear más avergonzado aún que antes—Lo primero no lo sé pero lo puedo averiguar y lo segundo, no se lo recomiendo anoche cuando lo vi estaba muy enfadado…Pero lo puedo intentar. Ah, y otra cosa no me llames de usted que me siento fatal.

A Lucía ya le estaba cayendo bien ese doctor, pero por supuesto no se lo iba a decir.

—De acuerdo,  pero intenta averiguarme lo que te he pedido por favor—lo miró con ojos de cordero degollado.

—Lucía, ni pienses que te vas de aquí porque eso tengo que decidirlo yo, entiéndelo soy el que sabe de estas cosas, así que señorita, más le vale volver a su cama a descansar.

—Vale papá—le dijo de la mala gana.

Cuando se quedó sola en la habitación, empezó a pensar en lo que acababa de suceder. Se había dado cuenta que aquel tipo la estaba mirando de arriba abajo, se sentía algo incomoda, pero sabía que era inofensivo, se le veía en los ojos. Sin embargo cuando pensó en Álex la historia cambiaba, se sentía muy avergonzada por su comportamiento, pero no lo podía evitar. No sabía por qué se ponía tan tensa cuando estaba cerca de ella, a lo mejor era porque se daba aires de grandeza…Descartó esa idea de su cabeza, sabía que él no era así, no lo conocía, es cierto, pero se le veía que era buena persona, podía ver eso y una gran amargura y tristeza. Alguien tocó a la puerta.

—¿Quién es?—preguntó ella.

—Soy yo—era Álex, reconocería su voz en cualquier parte—¿Puedo entrar?

—Sí, adelante.

—Me ha dicho el doctor Gallego que quería verme.

—Corta el rollo Doc, no me llames de usted, ya se me ha pasado el cabreo—Lucía intentó ponerse de pie, le temblaron las piernas y volvió a caerse en la cama, levantó la mano para que se detuviera—Puedo sola no hace falta que me ayudes—se puso de pie—Quiero…pedirte…ya sabes…—estaba colorada como una tomate—Que me perdones por ser una borde contigo, tú quieres ayudarme, y yo cada vez que me quieres ayudar me porto fatal y no es justo, lo siento.

—¿Crees que con que me pidas perdón es suficiente?—la miró divertido—Sabes que lo volverás hacer una y otra vez y toda las veces que quiera ayudarte.

—Entonces, después de tragarme todo el orgullo que tengo, que no es poco. ¿Me quieres decir que no me vas a perdonar? No te lo echo en cara, es normal, yo tampoco me perdono muchas cosas—lo dijo en un tono muy triste.

Álex esbozó una sonrisa.

—Claro que te perdono, cada uno es como es y tú eres de la que se disgustan y la paga con el primero que pasa, da la casualidad que siempre el que pasa soy yo, pero como creo que ya nos vamos conociendo olvídalo, ¿de acuerdo?—le tendió la mano.

—Vale Doc, con una condición.

—¿Cuál?—preguntó Álex.

—No quiero cambiar de doctor, ya me he acostumbrado demasiado a insultarte y a faltarte el respeto Doc, con tu colega no sería igual—se rió—Creo que podría hacerle todo eso y más y no se quejaría, y eso me pondría de los nervios. ¿Trato hecho?—le tendió la mano.

—Trato hecho Lucía, te doy un consejo como amigo, ten mucho ojo con Dani, es como un hermano para mí pero tengo que reconocer que con las mujeres es un pesado, ya habrás notado algo ¿verdad?

—Sí algo he notado, tranquilo que yo sé como beneficiarme de eso—Lucía se paró en seco al pensar lo que había dicho, otra vez estaba roja de vergüenza—No he querido decir eso, más bien no en el sentido que parece que lo he dicho, perdóname. ¿Cuántas veces te he pedido perdón, desde que te conozco?

—Creo que las mismas veces que me has hecho enfadar Lucía.

Se acercó a ella la ayudó a subirse a la cama, después sintió el impulso de darle un beso en la frente, se lo dio y avergonzado se fue.

—Nos vemos luego.