Nikolai
El aire estaba helado cuando bajé por la escalera trasera del bar. Me puse bien el gorro de la hoodie, más por costumbre que por frío, aunque también ayudaba a que nadie mirara demasiado.
La luz de la mañana apenas se colaba por los ventanales de la parte trasera, y en cuanto empujé la puerta, el calor del bar me envolvió de golpe. Y aunque llevaba apenas dos semanas, ya parecía una rutina de siempre. Había algunas personas desayunando, dispersas entre las mesas de madera. El aroma a pan tostado, café y mantequilla llenaba el ambiente.
Me detuve un momento, dejando que ese calor me aflojara los hombros, antes de avanzar hacia la barra.
—Buenos días, cariño. ¿Dormiste bien? —preguntó una voz cálida y familiar.
Levanté la vista. Sunny estaba ahí, limpiándose las manos con un paño de cocina, su sonrisa suave como siempre. Asentí con un leve movimiento de cabeza.
—Sí, gracias —murmuré.
Ella me observó con ternura antes de señalar con la cabeza una de las mesas libres.
—Ve a sentarte. Te traigo algo —dijo—. Hay que alimentarse bien. El desayuno es lo más importante, ¿sabes?
Le devolví una pequeña sonrisa antes de avanzar por el lugar.
Mis ojos recorrieron las mesas, sin mucha intención, hasta que la vi. Selene estaba sentada en uno de esos asientos de esquina, acolchados, justo al lado del ventanal. Sostenía una taza entre las manos, los dedos cubiertos por las mangas largas de su sweater, y una bufanda rodeaba su cuello. Su mirada estaba perdida afuera, como si estuviera observando algo que no estaba allí. El ceño, apenas fruncido, le daba ese aire de quien encuentra el mundo un poco más ruidoso de lo que le gustaría.
No lo pensé demasiado. Me acerqué y, sin pedir permiso, me senté frente a ella.
—¿Siempre madrugas así o hoy te levantaste solo para evitarme?
Ella giró lentamente la cabeza para mirarme. Y esa expresión suya, a medio camino entre el fastidio y el control, volvió a parecerme injustamente atractiva.
—No todo gira en torno a ti —dijo, con voz suave pero firme, como si le costara el esfuerzo de responderme.
Solté una risa breve, sarcástica, mientras me recostaba un poco en el asiento.
—Entonces solo fue suerte. Me sentí halagado por un segundo.
—Te halagas solo muy seguido, al parecer.
—Bueno, alguien tiene que hacerlo si tú no lo haces.
Selene alzó una ceja, bebiendo un sorbo de su taza sin apurarse.
—Tal vez no lo hago porque no hay tanto que halagar.
Sonreí de lado, divertido.
—Autocontrol admirable, aunque se te acaba más rápido de lo que pensaba.
Ella abrió la boca para decir algo más, pero se detuvo. Me miró. Solo me miró. Y no dije nada. Solo la observé de vuelta, con la misma intensidad.
—¿Eso fue todo? —pregunté al fin, fingiendo decepción—. Y yo que pensé que tenías más municiones.
—Eres imposible —murmuró, entrecerrando los ojos.
—Y tú te quedaste sin palabras. Interesante.
Su mirada se volvió más cortante, pero no se apartó de la mía.
Me gustó esa parte de ella. La forma en que se enojaba sin levantar la voz. El modo en que sus ojos hablaban más que su boca.
Me sostuvo la mirada un par de segundos más. Como si me desafiara en silencio. Como si quisiera que entendiera algo sin decirlo.
Y justo ahí, Sunny apareció a nuestro lado con una bandeja.
—Aquí tienes, cariño. Huevos, tostadas y jugo natural —dijo, dejando el plato frente a mí con una sonrisa dulce—. Nada mejor para empezar bien el día.
Me senté un poco mejor, agradeciendo con un gesto. Pero sentía los ojos de Selene todavía sobre mí. Como si no hubiera decidido del todo si desayunar en paz o lanzarme la taza.
—Gracias, Sunny —agradecí, sin mirar a Selene.
—Me alegra verlos conviviendo —añadió Sunny, como si hablara de una pareja de recién casados y no de dos desconocidos que compartían techo.
Selene respiró hondo, abriendo la boca, probablemente para aclarar que esto no era exactamente “convivir”. Pero me adelanté.
—Sí, es todo lo que siempre soñé —comenté, con el tono más sarcástico que pude reunir—. Café, charla matutina y una compañera de piso encantadora.
Selene no tardó ni un segundo.
—Y yo, un cantante que cree que el sarcasmo es una forma válida de socializar.
Sunny soltó una risa suave, divertida.
—Van a terminar llevándose mejor de lo que creen —dijo, mientras dejaba una servilleta al lado de mi plato—. Esto de convivir a veces hace milagros.
Luego miró a Selene con ternura.
—Y tú, cariño, deberías comer algo más que solo beber café por las mañanas. Mira a Nikolai, desayunando como corresponde. Huevos, pan, jugo…
La mirada de Selene viajó directo hacia mí. Filosa. Como si el desayuno en mi plato fuera mi culpa personal.
Editado: 30.07.2025