Un Lugar Para Nosotros

CAPITULO 2

Tarareo una melodía inventada, mientras realizo una tarea de Literatura, mi última tarea antes de salir de vacaciones. Estoy en mi tercer año de secundaria, y es una verdadera tortura.

Después de varios minutos, termino y me hago una coleta alta, dejando que mi cabello ondulado caiga sobre mi espalda. La idea de salir a dar un paseo me tienta, y decido hacerle caso a mis pensamientos.

No iré muy lejos porque mi abuela me regaña. Salgo súper básica, con unos vaqueros y una camisa holgada, mi outfit de todos los días. Además, el parque está cerca, a unos diez minutos de aquí, y no es que quiera dar una buena impresión.

Salgo de mi casa y recibo el aire fresco que golpea mi cara. Cierro los ojos, sintiendo la paz y la tranquilidad de este hermoso día. Pero como soy Juliet Cross, la reina de las desgracias, cuando todo está bien siempre me pasa algo. Choco con el pecho de alguien y escucho una maldición. Reconozco esa voz; no abro los ojos y me quedo pegada ahí porque sé que estoy demasiado roja de vergüenza.

—¿Quieres quitarte o te tiro para que un auto te aplaste? — pregunta indiferente.

—Aún no quiero morir, por favor— suplico.

—Apártate.

Hago caso y veo desaparecer a Axel Connor entre la multitud. Continúo mi camino hasta el parque, que queda cruzando la calle. Admiro cada una de las bancas, el columpio (mi lugar favorito del parque) y el resto de las atracciones.

Quiero mecerme en uno de los columpios, pero están todos ocupados. Si Nic estuviera aquí, iría y bajaría a los niños que están jugando y pelearía con sus padres por hacerlo. No la juzgo; muchos quisiéramos balancearnos cuando vemos los columpios ocupados. Opto por sentarme en una banca y observar a la gente. Algunos están jugando fútbol, otros tenis, y otros mi deporte favorito, el baloncesto.

Veo fijamente al chico que juega fútbol y lo reconozco: es el que me estaba viendo en la escuela. Para ser un adolescente, juega muy bien. Anota un gol y sonrío al verlo celebrar. No puedo negar que es muy guapo: alto, de piel bronceada, ojos azules y cabello castaño claro.

Sus ojos se conectan con los míos y el rayo del sol resalta aún más el azul de ellos. Sonrío y él me devuelve el gesto. Sus compañeros lo llaman, y aparto mi mirada.

Cuando pienso que es hora de ir a casa, una voz completamente desconocida habla.

—Juliet Cross— menciona alguien a mi espalda.

Volteo lentamente, recorriendo con la mirada a la persona que acaba de decir mi nombre. Sé quién es, pero prefiero hacerme la que no sabe nada.

—¿Hola? — pregunto, alzando una ceja.

—Soy Xander Maddox. Hace un rato me sonreíste y pensé que me conocías.

—Oh, eso fue la emoción. Discúlpame si te hice sentir incómodo.

—No, para nada— dice, agitando su mano cerca de mi cara—. Fue una reacción muy bonita. No había visto a alguien sonreír por mí al verme jugar.

Mi corazón se encoge al escuchar esas palabras. Aún no sé lo que se siente cuando alguien no celebra tus logros. Yo tengo a mi abuela, mi madre, mi mejor amiga y mi familia que han estado conmigo en cada momento.

—¿Vives lejos de aquí? — pregunta, mirándome directamente a los ojos.

Niego con la cabeza, anticipando lo que está a punto de decir.

—¿Me dejas acompañarte a tu casa?

Asiento lentamente y empiezo a caminar con Xander siguiéndome. En este momento, parecemos una pareja de una famosa y su guardaespaldas. Un leve cosquilleo recorre mi espalda; siento su mirada sobre mí.

—De hecho, ya sabía quién eras desde que te vi jugando— confieso, dándome media vuelta y encontrándome con el azul de su iris—. Solo pensé que te sentirías incómodo, por eso fingí no conocerte.

—Eres realmente sorprendente, Juliet Cross— remarca el "Juliet" de una manera que suena muy bien en sus labios.

—Voy a realizar una fiesta de cumpleaños el 17 de este mes. ¿Quieres asistir?

—Claro, ahí estaré, Juliet.

Me estremezco, se siente raro que alguien fuera de mi círculo social me llame por mi nombre. Normalmente estoy acostumbrada a que me llamen "Juli", "Ju" o "Jul".

—¡JUUULIIII! — escucho un grito a lo lejos.

Unos brazos cálidos envuelven mi cintura y un beso suave se posa en la parte de atrás de mi cabeza. Me vuelvo y recibo otro abrazo de Nic. Es algo exagerado, pero ella es muy pegajosa y no me quejo la amo tal y como es.

—Había llegado hace un rato y tu abuela me dijo que habías salido— dice, apartándose y sorprendiéndose al ver a Xander—. Oh, ¿eres Xander Maddox?

—Un gusto, señorita Nicole Dupont. Efectivamente, soy ese Xander— menciona, estrechando la mano de mi mejor amiga.

Es un caballero; solo le falta la armadura y un hermoso caballo. Parece un príncipe sacado de un cuento, se siente tan surreal. Luego de una presentación, los invito a pasar y a tomar algo.

—Siéntete como en tu casa, Xander. Nic te guiará a la sala de estar mientras preparo algo de beber y comer—. Ellos asienten y se dirigen a su destino.

Voy a la cocina y me encuentro con Margaret, mi abuela, una mujer de 55 años con piel bronceada y cabello corto con algunas canas. Mi abuela es una mujer guerrera que ha superado muchas pruebas en la vida, desde la pérdida de su abuela y madre hasta amores fallidos y maltrato por parte de su ex pareja. Siempre ha sido cálida, amorosa y muy amable, ayudando a personas de escasos recursos incluso cuando ella también lo era. Abi es la mejor mujer del mundo; se ha ganado tanto amor como odio solo por existir, pero nunca le ha importado lo que digan.

—Abi— extiendo mis brazos y los envuelvo en su cintura. Ella me devuelve el gesto y me da un beso en la frente—. ¿Cómo te sientes?

—Mi hermosa y adorable hija, me he sentido muy bien estos días, gracias a Dios.

Y, por último, mi abuela es muy religiosa, adora al creador del mundo y lo coloca en primer lugar sobre todas las cosas.

—Me alegro mucho. Nic y un amigo están aquí, ¿me ayudas a hacer algo para nosotros?




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