—Juliet— la voz de mi abuela se escucha a lo lejos— Despierta cariño, tu alarma lleva media hora sonando.
Entre sueños gruño algo ininteligible. Poco a poco abro los ojos y el molesto pitido de mi hermosa —y por hermosa quiero decir infernal— alarma resuena por toda la habitación. Giro la cabeza hacia el reloj, aún con la vista medio borrosa, y al enfocar, casi me caigo de la cama. 7:30 a.m.
—¡No, no, no! —me quejo, mientras me enredo con las sábanas al intentar salir de la cama. Hoy definitivamente es uno de esos días en los que parece que todo va a salir mal.
Me lanzo directo a la ducha, literalmente un baño exprés de un minuto. Nadie se va a dar cuenta de que no me bañé bien, ¿cierto? Salgo corriendo, me seco como puedo, y en un abrir y cerrar de ojos estoy poniéndome el uniforme.
—¡Me voy! —grito mientras bajo las escaleras a toda prisa. Ni siquiera me detengo a desayunar; mi abuela apenas tiene tiempo de levantar la mano para despedirse antes de que yo ya esté cerrando la puerta tras de mí.
Corro. Bueno, miento. No estoy corriendo; estoy volando. Al menos así quiero imaginarlo mientras esquivo a medio mundo en la acera. Después de unos cinco minutos de "vuelo", llego a la escuela... y, por supuesto, está cerrada. Genial, simplemente genial.
Golpeo la puerta con desesperación, esperando que alguien me escuche. Después de unos segundos, el portero abre apenas un resquicio, lo suficiente para dejarme ver su rostro severo. Me mira de arriba abajo con una expresión que combina decepción y fastidio.
—Señorita Juliet Cross —dice con voz monótona—, ya conoce el horario de entrada. Por lo tanto, no puede ingresar.
—¿Puede hacer una excepción por mí? —le pido con la mejor cara de súplica que puedo poner. Ojos de cachorro activados.
—Lo siento —responde seco antes de cerrar la puerta en mi cara.
—Carajo —murmuro, mientras me cruzo de brazos y comienzo a morderme las uñas. No me queda otra que esperar hasta que comience la siguiente clase. De pie. Y con esta pinta.
—Vaya, no sabía que las brujas también estudian —una voz familiar y cargada de sarcasmo me sobresalta. Solo puede ser una persona: Axel Connor.
Respiro hondo antes de girarme hacia él.
—Connor... —murmuro, alzando una ceja.
—Cross... —responde con una media sonrisa que no puedo decidir si me molesta o me intriga.
—Cuidado, puedo hechizarte y convertirte en rana —bromeo, girando los ojos con fingida superioridad.
—No puedes hechizarme, Cross—Su mirada se posa en mi cabello, y lo noto. El problema es que él también lo nota.
Llevo una mano a mi cabeza y toco mi cabello. Es un desastre total. En mi prisa por salir, olvidé peinarme. Perfecto. Justo lo que me faltaba.
—¿Por qué te quedaste afuera, chico perfecto? —le pregunto, tratando de desviar la atención.
—¿Qué te importa? —responde, clavando su mirada en la mía. Esos ojos... tienen una intensidad que parece atravesarme.
<< Tiene los ojos hermosos>> habla mi conciencia.
Maldita sea, mi conciencia tiene razón. Tiene los ojos hermosos.
Intento sacudirme esa idea absurda y asiento, fingiendo que no pasa nada.
—Aparte de bruja, también eres loca —dice Connor con una risa suave que apenas deja escapar.
—¿Sonreíste? —pregunto, fingiendo estar sorprendida.
—No, estoy llorando, Cross —contesta, con una ironía tan natural que no puedo evitar sonreír. Es como si fuera un reflejo. Pero entonces noto que sus ojos se detienen en mis labios, y mi instinto me traiciona: los cubro con la mano.
Él no dice nada más. Solo se da media vuelta y camina hacia la puerta de entrada. Antes de tocar para que lo dejen pasar, se detiene y me lanza una última mirada.
—Ah, y Cross... péinate.
Toca la puerta y, como si fuera un maldito VIP, lo dejan pasar sin más. Miro la escena, incrédula. ¿Por qué lo dejan entrar a él y a mí no? Antes de soltar alguna maldición, el portero vuelve a aparecer y me llama.
—Señorita Juliet, ya puede ingresar.
Entro rápidamente, agradecida de que no tengo que seguir esperando, pero cuando llego a mi salón, lo primero que noto es el bullicio. Mis compañeros están de pie, riendo, hablando, lanzándose bolas de papel. Es un caos total. No hay rastro de la profesora de Matemáticas.
—¡Juli! —me llama Nic, acercándose para darme un abrazo cálido—. La profesora está enferma, así que tenemos esta clase libre.
—¿En serio? —pregunto, dejando escapar un suspiro de alivio. Al menos algo bueno tenía que pasar hoy.
Me dejo caer en una silla, mientras Nic sigue contándome algo sobre los planes que tiene para el fin de semana, pero yo apenas escucho. Mis pensamientos vuelven una y otra vez al encuentro con Connor. Ese maldito Connor.
El bullicio en el salón se detiene abruptamente cuando la rectora Selene entra acompañada de una chica nueva. ¿Se pueden transferir estudiantes a finales de año? Al parecer, sí.
—Silencio, por favor —ordena la profesora con un tono serio, captando de inmediato nuestra atención—. Ella será su nueva compañera. Fue transferida hace tiempo, pero debido a asuntos personales no pudo asistir antes. —Se gira hacia la chica—. Puedes presentarte.
La joven parece dudar por un instante, pero luego asiente.
—Ho-hola, mi nombre es Lila Monroe —dice en voz baja, con cierto nerviosismo.
—Juliet Cross —menciona la profesora, señalándome—. Ayúdala en lo que necesite. Y para el resto de la clase, reciban bien a Lila.
Todos murmuramos un "bienvenida" casi al unísono. La rectora señala un asiento junto al mío, indicándole que ese será su lugar.
—Hola, soy Juliet. Espero que nos llevemos bien —le digo con una sonrisa amigable, intentando que se sienta cómoda—. Y ella es mi mejor amiga, Nicole. —Se la presento con un gesto.
—Mucho gusto, Lila —dice Nicole, con su tono habitual, seguro y amable.
Editado: 18.12.2024