Grité al cielo: un sonido azul.
Alcé mi voz, busqué respuesta a mi dolor,
pero solo encontré el eco que moría,
entonces entendí que eso era la muerte:
silencio, insignificancia,
vacío interno, desamparo.
Quizá merecía la inmensidad inerte, la soledad abrumante;
reprocho al no haber alcanzado una verdadera proximidad,
un arraigo genuino.
Cuánto lamento, cuánto deseo,
que alguien oyese
mi grito al cielo.