Prólogo

Ya está. Lo he soltado, he dicho aquello que tanto me agobiaba. Si pudiera cambiar una sola decisión, un solo momento. Habría cambiado el momento en que comencé con esto, y todo sería distinto. 

—Y esto cuenta como traición. 

Observo como el chico no dice nada, se queda quieto mirándome a los ojos, sus ojos grises conectan con los míos y esa mirada que me da me hace sentir cobarde. Su silencio corroe mi alma, así que debo decir algo pronto. 

—Yo no quería hacerlo. Perdóname —digo en un tono de voz casi inaudible. 

—Pero lo hiciste y eso es lo que importa. 

—Ross... por favor... 

—Esto también es parte de tu teatro o ¿hay algo más? 

Sus palabras calan en lo más profundo de mi ser, siento una presión en mi pecho, quiero llorar, pero no lo haré. No quiero terminar siendo más cobarde de lo que ya soy. 

—Yo no puedo cambiar lo que hice —hablo dejando soltar un suspiro—. Pero tampoco lo puedo continuar. 

Él se ríe de manera sarcástica —Ah es que encima debías continuarlo— trata de levantarse, pero lo tomo del brazo. 

—No, no es lo que trato de decir. —seco mis lágrimas con el dorso de mi mano— Sé muy bien que no puedo arreglar nada ya, y entiendo completamente tu enojo, yo también lo estaría así o peor, pero, sin embargo, debo alejarme de ti me guste o no. 

—Y es lo mejor. —suelta él sin ninguna emoción palpable— Es mejor que te vayas ya. 

—No, no me iré yo —le digo firme—. Lo harás tú, porque cuando yo decida irme quizás sea para no volver. Sin embargo, si lo haces tú, estaré aquí esperando con las mismas esperanzas que hace 5 años. 

—No añores tanto. 

Se levantó y se fue dejándome ahí con un nudo en la garganta, y una culpabilidad terrible, había perdido casi todo y ahora también a él.