Un mal Plan

Primera impresión

Capítulo 1 

Primera impresión  

Recuerdo muy bien aquella tarde. 

Mi mente vuela hacia el pasado, y viene a mí el recuerdo del último día. Mismo día en el que me dijeron que todo cambiaría luego de eso, recuerdo como mi mejor amiga dijo que me iba a extrañar y que no la olvidara. 

—Anne, sé que luego de esto no volveremos a estar juntas más. —me dijo con una voz tan frágil que podría romperse. 

—Yo... yo lo sé —hablé tratando de no llorar. 

—Solo quiero que hagas todo lo que me dijiste. 

—Lo haré, lo haré. 

«Pero porque siempre recuerdo eso, no he podido dormir bien en casi un año recordando ese momento, una triste despedida». 

—¡Anne! ¡Anne! ¡¡Anne!! —me grita mi jefe devolviéndome a la realidad. A mi realidad. 

Sí, aquí estoy yo Anne Laurent, la chica que trabaja en un restaurante pasando platos a las mesas y atendiendo todo tipo de personas, la que prometió comerse el mundo cuando se graduó, la que... «únicamente es una fracasada que debe ponerse a trabajar antes de que la voten». 

—Anne por última vez ponte a trabajar. —me regañó mi jefe, así que complaciente bajé la cabeza y me puse a trabajar. 

—Estoy harta de esto, solamente quiero cambiar, si solamente me dejaras que yo... —El hábito de hablarme a mi misma ya era frecuente, sobre todo en situaciones de estrés. Hago una pausa para ver a los clientes esperando. 

Me dirijo a una mesa y veo a tres jóvenes, una chica rubia de ojos grises, otra pelinegra de ojos color avellana y un chico rubio, en quien no reparo mucho.   

—¿Qué desean ordenar? —les pregunto. 

—Bueno, me podrías traer un café. —contesta la chica rubia. 

—Ok —asiento y vuelvo a preguntar-. ¿Algo más? 

—Por favor podrías traerme un café también, pero con leche —la otra joven me responde esta vez. 

—Ok —contesto—. Necesita ¿algo más? 

—No, está bien, gracias. 

Me dirijo hacia el chico, el cual todo el tiempo estuvo callado mirando su teléfono. 

—¿Va a desear algo el joven? 

Él solo me miró con una expresión de: —Pero, ¿qué te pasa porque te diriges a mí? — No contestó y continuó con su mirada en el teléfono. 

«Pero qué tipo tan pesado al menos diga no quiero nada, gracias.» 

—OK, está bien, ya les traigo su pedido. 

Me retiré y me dirigí hacia la cocina, pedí que prepararan lo que me pidieron, las cosas no suelen tardar un poco en estar listas en este lugar. Todo aquí es tan elegante, con un aire sofisticado, pero la persona que lo administra "mi jefe" está cubierto por un Aura tan oscura, tan pesada que estar a menos de dos metros de distancia de él es tener por seguro que te sentirás amargado.  

Cuando todo estuvo listo me lo pasaron, empecé a caminar con cuidado hacia la mesa de aquellos jóvenes, ubiqué todo en su sitio mientras mantenía mi mejor sonrisa para los clientes. 

—Gracias. —se limitó a decir la rubia.  

—No hay por qué. —respondí mientras me erguía por completo realizando mi trabajo. Les mostré una sonrisa afable, pero al parecer a algunos no les gustaba que los trataran bien.  

—¿Y si te vas ya? —protestó el chico dirigiéndose a mí con un tono grotesco. 

—¡¡Ya para!! ¿Quieres? —le reprendió la rubia. 

—Disculpen, pero me retiro —anuncié.  

—Por fin —habló el chico con hastío, al mismo tiempo que entornaba los ojos. 

—Sí, me retiro porque no me gusta discutir con gente así. —mi voz salió firme. Probablemente, me votarían por discutir con un cliente, pero no me iba a dejar faltar el respeto de un completo desconocido, por muy cliente que fuera.  

Di media vuelta y me marché, dejando a los chicos que discutieran solos. No di prórroga a reproches, ni a escuchar otra palabra ofensiva hacia mi persona. Siempre uno debe saber hacer una salida triunfal, aún cuando esto, signifique que te pueden despedir.  




Me detengo frente de mi casa, todo parece a oscuras dentro. Mamá seguramente no ha llegado aún, camino hacia la puerta y en efecto está cerrada. Sé donde encontrar las llaves. Me acuclilló para levantar la roca que se encuentra cerca del tapete de bienvenida, tomo la roca, la volteo y levanto la tapa que protege el interior hueco donde mamá deja las llaves.  

Al abrir la puerta lo primero que hago es encender las luces, cierro la puerta tras de mí y empiezo a subir hasta mi habitación. Me dirijo al baño y tomo una ducha caliente, me coloco mi mejor pijama (mi mejor pijama es una de los cariñositos). Tomo asiento un momento hasta que mi estómago emite un sonido raro, entonces recuerdo que no he comido.  

Tengo un poco de sopa en el refrigerador.  

—Sí, si, lo sé lo se está fría, pero no importa. 

Debes dejar de hablar sola.  

—Pero no estoy sola. Bueno, sí y no.  

Meto la sopa en el microondas con el objetivo de calentarla nada más un poco, no quiero que vuelva a hervir. Tan rápido cómo está lista, me siento en la mesa a disfrutar de ese manjar de dioses.  

Pero, ¿dónde está mi mamá? La respuesta es... no está aquí, bueno, pues trabaja bastante a veces, en realidad por eso pasaba gran tiempo con mi mejor amiga. Ella era definitivamente alguien importante para mí, —si tan solo pudiera volver a verla—, la conocí cuando tenía apenas cuatro años, ella me cuidaba a pesar de ser 2 años mayor y desde ahí fuimos mejores amigas 

Como extraño tanto a Paloma. 

La extraño demasiado, ella me hizo prometerle que yo cumpliré todos mis sueños, si lo sé, yo tenía sueños grandes. Creí que podría llegar a ser actriz, —es lo que siempre quise— le dije que intentaría hacer de todo para obtener lo que quería, estudiaría actuación y sería famosa, me vería en la televisión algún día y diría: —Wuao, ahí está mi amiga, pero nada de eso pasó. 

Quise estudiar, pero se necesita apoyo económico, por supuesto me hace falta, aunque mi madre trabaje no es suficiente, la última vez que traté de aplicar fue mediante beca y aún no recibo respuesta, sin embargo, yo sé que debo hacer lo que me prometí cumplir. 

Lo que le prometí a Paloma. 


 




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