Un mar entre nosotros (en Edición)

Frenéticos caminos

Pakpao

—¿Qué te sucede? Has estado pensativo desde que llegamos.

—Nada. Solo estoy comprobando mi vuelo.

—Pao, ¿crees que estes haciendo bien?

—Va a haber muchos retrasos.

—¡Pao, te estoy hablando! —la voz de Law me cogió por sorpresa. Estaba tan concentrado en los planes de hoy que lo ignoré—. Sé que estas ocupado. Pero, por favor, dame un momento.

—Lo siento… —susurré un poco culpable, mientras dejo el móvil a un lado.

—¿Será mejor que me vaya? —enarcó una ceja—, ¿Por qué me has citado?

—Quiero hablarte de algo —levanté la vista para ver a una pareja que entraba en el restaurante de la mano—. La última vez que hablamos, dijiste que podías ayudarme en lo que quisiera.

—Sí, lo recuerdo bien. Sin embargo, creo que ahora me arrepiento de haberlo dicho.

Inmediatamente me di la vuelta y la miré fijamente. Es un poco escurridizo poder ir en contra de su decisión cuando hace un movimiento así.

Es tan aesthetic. Ahora que me fijaba, el nuevo aspecto de su pelo, rizado y a capas con el perfecto color castaño oscuro, le daba un aspecto estupendo. Sin embargo, a pesar de su rostro angelical, cuando adopta esta actitud, es como ver al mismísimo diablo en sus ojos.

—¿Por qué?

—Porque me parece una estupidez por tu parte —me reprendió, apoyando el cuerpo en el respaldo de la silla, cruzándose de brazos y mirándome con una mirada penetrante.

—Law…

—No he venido desde Madrid para esto —interrumpió, apartando su vaso de agua con una pajita—. Y tú también sabes que es algo estúpido lo que estás haciendo. Entiendo que quieras recuperarlo todo, pero buscar una segunda oportunidad entre el amor y tu amistad con él son dos cosas distintas. Tienes que entender que él tiene una vida propia.

—Todo estaba bien cuando no se acordaba de mí.

—No, todo va bien. Sabías que algún día recuperaría la memoria, o en otro caso pudiese ser que no. Pero eso no viene al caso, porque ya paso. Ya paso. Entiéndelo. Aunque los médicos dijeran que talvez no podía pasar. En el tiempo que llevaste cuidándole, dime, ¿crees que sintió algo por ti? —se apartó un momento y suspiró—. Entiendo lo que te dijo María. No estoy en desacuerdo con su juicio. Sin embargo, creo que vislumbras de manera diferente lo que ella te dijo.

Su pregunta me hizo pensar. No me lo esperaba. No me había fijado en el detalle. Ni siquiera había pensado en ello.

—Los sentimientos son como una afluente de agua, que llenan a otro cuando la persona correcta es importante.

—¿Por qué dices eso?

—Porque los veo. Yo también los veo. Ethan se ríe contigo, pero ya no te mira como antes.

—No quiero oír nada más de esto.

Intenté levantarme de la mesa, pero su mano me agarró de la muñeca y me detuvo, tirando de mí hacia mi asiento.

—¡Sabes de lo que hablo tan bien como yo! Sentir no es una obligación. Sentir es algo que surge de forma natural. El día que empezó a recobrar la conciencia de ti, tú mismo lo dijiste, ¡te rechazo! Aunque no sepa la verdad, tu vida le afecta. Pero sabes que fuisteis amigos antes de ser lo que sois ahora, y se preocupa por ti como se preocupa por todos nosotros. Creo que Ethan entiende muy bien el lugar que todos ocupamos en su vida. No eres el único con una vida complicada.

—Lo amo —dije. Mi voz sonó un poco rasgada, a punto de quebrarse.

—Lo sé ­—me miré con ojos comprensibles—. Pero… ¿Qué harías si tuviera a alguien más? ¿Te has hecho esa pregunta?

—¡No!

Sentí que la expresión de mi cara cambiaba, que mis ojos se ponían pesados y que mi mente se quedaba en blanco.

—¿Lo entiendes ahora? No lo vuelvas un capricho. Apoyo todas las locuras que haces. Pero esta vez no. Acepto que le digas la verdad, ¡sí!... Lo único que te pido es que respetes su vida y no seas egoísta.

—Señor, ¿desea bebe algo? —preguntó la azafata en el avión.

—No, ya estoy bien —dije con calma, empapándome de la vista panorámica del cielo y de la música en mis oídos.

Falta poco para llegar a las Maldivas. Compre el vuelo con un objetivo, pero ahora que lo pensaba, Law me hacía preguntarme si estoy haciendo lo correcto.

Por mi ventana se ve el mar sereno. Sin darme cuenta, algo me dice que no todo está bien. ¿Realmente estaba siendo un egoísta?

Después de dejar la maleta en la habitación, decidí dar un paseo por el muelle. Un paseo bajo el sosiego de la brisa marina y el sol de mediodía.

El viento hizo que mi camisa se agitara y que mi pelo se despeinara aún más.

Suspiro ligeramente de cansancio y me paso la mano por la cara, preguntándome cómo me siento.

Me miro los pies mientras camino. No quiero pensar en nada. Sólo quiero entender esta soledad que me consume. En eso, siento que alguien tropieza con mi hombro y consigue darme la vuelta.

—Lo siento, por haberte interrumpido en lo que estaba haciendo.




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