Un Misterio (para)normal

CAPÍTULO 14

Aunque en casa no hay nadie, mi habitación se ha convertido en el centro neurálgico de toda acción. Mi tía apenas está en casa, cada vez falta más días y empiezo a preocuparme por ella. Cada vez que intento preguntarla, me evade o me dice cualquier excusa. No sé qué pasa con ella. No es momento de agregar más preocupaciones a mi vida. Espero hablar con ella cuando todo esto acabe.

Estoy sentada en mi escritorio, revisando las direcciones de los amigos de Nathan y Alex. Hemos decidido ir este fin de semana a hablar con cada uno de ellos, pero antes, necesitamos estar preparados. En el cuaderno apunto las calles, las preguntas que vamos a hacer, y cualquier información adicional que pueda servir.

¿Cuándo fue la última vez que visteis a los chicos?

¿De qué conoces a Nathan, o Alex, o Logan?

¿Conocías muy bien a su familia?

¿Desde cuándo sois amigos?

¿Sabes que le paso a Nathan, Logan, Alex?

Los chicos como siempre, solo merodean por la habitación. Sin hacer nada útil. Logan y Alex juegan al parchís sentados en el suelo, y Nathan esta tumbado en la cama, moviéndose sin parar y desconcentrándome de mi trabajo.

— Nathan, como no pares ahora mismo, te tiro por la ventana. Algunos están intentando trabajar —digo enfadada.

— ¡Eso! Ganar a Logan al parchís no es fácil. Necesito concentración.

Si las miradas matasen, Alex había vuelto a morir hace mucho tiempo. Notando mi mirada de cabreo, deja de jugar para mirarme.

— ¿Qué? ¿He dicho algo malo? —pregunta inocente. Niego con la cabeza y vuelvo a lo mío.

— Perdóname señora quisquillosa, pero es que nota algo en este colchón que me molesta.

Viendo que va a ser imposible poder hacer algo, dejo de lado mi trabajo y me acerco a Nathan, Logan y Alex también se interesan por la situación.

— ¿Cómo vas a notar algo si eres un fantasma? Estas hecho de aire prácticamente

— Lo sé, gracia por recordarlo insensible —gruñe— Pero te digo que aquí hay algo que no está bien.

Decidido a averiguar qué pasa, se levanta de la cama y con gracia, sin apenas esfuerzo, tira el colchón a un lado, dejando al descubierto el soporte de la cama y otra cosa más.

— ¿Qué es eso? —preguntan los tres a la vez.

Enfadada porque ha descolocado mi cama, me acerco rápido y recojo el libro que reposa encima de las tablas. Casi me había olvidado de ese libro.

— Un libro —digo simple.

— ¿Y por qué guardas un libro debajo de la cama? —pregunta Alex curioso, los otros dos asienten en de acuerdo con la cuestión.

— Es de mi abuela. Cuenta todo lo que necesito saber cómo médium, si es que me puedo llamar así.

— ¿Nos vas a decir porque tienes este don?

— ¿Sabéis? —digo con misterio— La verdad es que desciendo de una larga estirpe de brujas. ¡Ajá! Como lo oís. Soy muy poderosa. Incluso tenemos rituales y reuniones una vez al mes, cuando la luna llena está más brillante. Durante nuestras reuniones, entramos a lo más profundo del bosque, y medio desnudas, danzamos alrededor de una hoguera, cantando hechizos y adorando al diablo.

— ¿En serio? —los chicos me miran con los ojos abiertos y la boca abierta. Resisto las ganas de reírme, pero sus rostros me lo ponen difícil, así que echo a reír.

— Pues claro que no, tontos —digo entre carcajadas— ¿Os lo habíais creído?

No puedo parar de reír, incluso cuando ellos me miran furiosos desde sus sitios. Cuando paro, decido contarles la verdad.

— Es un don que he heredado. Todas las mujeres de mi familia lo poseen, no saben por qué. Nunca se han interesado en averiguarlo.

— A lo mejor de verdad sois brujas. —dice Alex inocente.

— Quién sabe.

— ¿Tú tía también lo tiene?

— Si lo tuviera, os había visto. Se salta una generación. Mi abuela les enseñó todo lo necesario a mi madre y a mi tía. A mí me ha dejado este diario. En él cuenta sus experiencias con los fantasmas, trucos, y lecciones para hacerles frente.

— Guau —dicen los tres fantasmas a la vez.

— Teníais que veros la cara. Estáis patéticos.

— ¿Y por qué no estas con tu madre? —pregunta Alex.

— Ese tema está fuera de conversación —digo seca. Sé que él no tiene la culpa de nada, pero olvidé a mi madre desde hace mucho tiempo.

Una vez satisfechos por la información, vuelven a sus respectivos sitios. Yo vuelvo a mi trabajo, pero esta vez con el libro de mi abuela entre mis manos. Hace mucho tiempo que no le echó un vistazo. Una vez más dejo de lado la investigación para más adelante, y abro el libro.

Es grande, viejo y pesado, las páginas están amarillas por el paso del tiempo. Todas ellas llenas de información, dibujos, y letras que ha ido escribiendo mi abuela desde que era niña. Me recomendó en su día hacer lo mismo, pero siempre he estado muy ocupada como para empezar. Puede que le haga falta a mi nieta alguna vez, no lo dudo. Por otro lado, mi don es algo que no he aceptado del todo. Algo que intento evitar.

Paso las hojas con cuidado, leyendo por encima cada experiencia y encuentro de mi abuela, por si llega el caso de encontrar algo parecido a lo que me está pasando con ellos. No hay nada.

Dejo el libro a un lado, y sigo con lo que estaba haciendo. Terminando por fin los últimos detalles.

— Ya lo tengo todo apuntado chicos. Este sábado iremos a visitar a los amigos de Nathan. Esperemos irnos acercando poco a poco a la verdad.

— Yo espero que no salgamos perjudicaos al acércanos a esa verdad.

— Es normal tus preocupaciones, pero si no arriesgamos no ganamos. Si queréis volver, hay que hacer todo lo que haga falta, peligroso o no.

— Pero la que saldrá más perjudicada eres tú. Al fin y al cabo, nosotros casi estamos muertos, pero ¿tu?

Miro las dos lagunas azules que tiene Logan por ojos. A pesar de su estado, parece que el color de estos no se apaga. Son capaces de absorberte y transmitirte toda la tranquilidad y paz del universo. Se nota que está preocupado por mí, y se lo agradezco. Tengo miedo, pero si yo no les ayudo ¿Quién lo hará? Además, les he cogido demasiado cariño como para dejarlos morir.



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En el texto hay: misterio, fantasmas, amor

Editado: 02.03.2021

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