Un Misterio (para)normal

CAPÍTULO 23

Abro los ojos. No recuerdo bien en que momento llegué a casa y me quedé dormida. ¿Tanto había bebido? Me acuerdo que solo fue una copa. ¿Será que hace mucho que no bebo?

Miro el techo pacientemente. Ese no es el techo de mi habitación, no le conozco. ¿Acaso no estoy en mi casa? Con un leve dolor de cabeza miro alrededor. Sin duda esta no es mi casa. Empiezo a asustarme. ¿Qué hago en el hospital? Todo lo que me rodea es blanco. Las paredes, las sabanas, las puertas, el techo, todo parece tan limpio que temo moverme y que se manche algo.

Quiero levantarme, pero se me hace difícil. Siento todos los miembros de mi cuerpo pesados. ¿Acaso tuve un accidente y no me acuerdo? Con esfuerzo consigo sentarme en la cama, de esta manera soy capaz de ver mejor la habitación. Por suerte estoy sola, y lo único que destaca en aquella habitación tan inmaculada es un viejo sillón que se encuentra al lado de mi cama, y la persona que esta durmiendo en este.

— ¿Tía?

Al oír mi voz, mi tía parece despertar. Esta asustada, mira hacia todos los lados buscando la persona que ha hablado. Tarda un rato en darse cuenta de que estoy despierta, cuando eso pasa, se acomoda en el sillón y se acerca a mi. Su rostro expresa preocupación por cada poro, pero no me importa. No es que sea la más idónea para preocuparse por mí, me ha dejado sola en casa por medio mes y no ha dado señales de vida. Intento ocultar mi enfado, pues creo que no es lugar ni momento para enfrentarla, pero sus falsas caricias me lo ponen muy difícil.

— Sarabell cariño, estas despierta ¿Qué tal te encuentras? Me has dado un susto de muerte.

— Estoy bien, tía. ¿Qué hago aquí? Y ¿Qué haces tú aquí?

— ¿No te acuerdas de lo que te pasó ayer? —pregunta preocupada omitiendo una de mis preguntas.

— Pues no muy bien, salí de fiesta con Camila, tomé algo y luego no sé. Me empecé a sentir mal, pero creí que era por el alcohol.

— En parte sí. Al parecer te echaron algo en la bebida —dice insegura.

— ¿Enserio?

— Su tía tiene razón, señorita Johnson —dice un hombre desde la puerta.

Cuando le analizo bien, me doy cuenta de que tiene que ser el médico, ya que va vestido con una bata blanca, y en su mano sostiene unos cuantos papeles, lo que deduzco que es mi informe. Es un señor adulto, su barba y sus incipientes canas me lo aseguran. Tiene algunas arrugas por la frente, seguramente de fruncir el ceño; pero también, por la comisura de la boca, lo que me dice que también ha sonreído mucho en su vida.

— Se ha encontrado en sus análisis una leve cantidad de una droga. No son niveles muy altos y por tanto no hay de qué preocuparse, pero debería tener más cuidado con su bebida, es recomendable llevarla siempre encima, hay mucho delincuente que aprovecha para drogar a sus víctimas y luego hacer cosas insospechadas. Ha tenido suerte de contar con su amiga. Durante este tiempo ha expulsado la mayoría del narcótico, a pesar de que es tarde, vendré en un par de horas a darle el alta.

En ese momento me doy cuenta de que esta anocheciendo. Miro por la ventana, el cielo brilla con sus tonos anaranjados, y rojos. Unas bonitas vistas desde un lugar para nada deseado. Algunos edificios de la ciudad marcan el cielo, y las luces empiezan a brillar al fondo. Llevo 24 horas en este lugar, por lo menos podré dormir tranquilamente en mi cama. Odio las camas de los hospitales, son demasiado duras.

— Gracias doctor— dice mi tía. Este agradecido sale de la habitación de nuevo. Nos quedamos ambas en la habitación y se hace un silencio incómodo.

— Estuvo Camila antes, estaba muy preocupada, me dijo que la llamases en cuanto pudieras.

— De acuerdo, gracias

La tensión entre ambas esta clara, el ambiente parece más pesado. No sé como decirla las cosas sin que la duela, y ambas dudamos de quién hablar primero. Mientras esperamos a que pase el tiempo, los chicos se presentan delante de mí. Tengo muchas preguntas y un plan que poner en marcha, pero antes necesito que mi tía se marche de aquí.

— ¿Dónde has estado? —creo que necesito empezar a hablar, si quiero quedarme a solas con los chicos para poder ir a comprobar sus informes. ¿La mejor forma de hacerlo? Discutiendo con mi tía y consiguiendo que se vaya durante el suficiente tiempo. Solo tengo dos horas, y nos tenemos que dar tiempo.

— Por ahí, ya sabes que mi trabajo me exige estar por diferentes lugares.

— ¿También te exige no llamarme? —pregunto enfadada— Sé que cuando me mudé contigo, pasaría esto. Sé que tu no pediste una “hija” de la noche a la mañana. Sé que deseas que no me hubiera escapado de casa. Pero a pesar de todo, yo me preocupo por ti, me gusta vivir contigo, y quiero saber que todo esta bien.

— ¿Por qué dices eso? ¿Acaso no he hecho suficiente por ti? No es que no te quisiera, pero llegaste tan pequeña, con tu maleta y no podía dejarte en la calle. A pesar de eso, te he cuidado desde entonces.

— Eso es todo, solo me has cuidado, pero no me has querido. Si hubieras podido elegir esa noche, me habrías dejado en la calle ¡Confiesa!

Tal vez estoy siendo demasiado dura con ella, sé que esto no fue fácil para ninguna de las dos. Una niña abandonada por su madre que nunca la quiso; y una mujer que siempre ha querido ser libre, a cargo de una preadolescente. La doy las gracias por no dejarme en la calle aquella noche, pero yo siempre la he querido, y ella me ha visto como una carga que tiene que tener.

— Sí, has sido una carga. Sí, ojalá hubiera podido elegir. Sí, ojala hubieras tenido una vida normal, y una madre que te quiere. Pero yo decidí cuidarte. Eso es suficiente. Lo que yo haga o deje de hacer, es cosa mía. ¡Solo mía! Y tu, mocosa, no eres nadie para pedirme explicaciones.

— Pues si ya está todo dicho, déjame sola por favor. Tengo que cambiarme y pensar.

— Buena idea, luego vendré con el alta.

Marta Smith, aquella mujer que se cree familia mía, sale por la puerta con la cabeza baja y la mirada perdida. Siempre ha sido una mujer decidida, estirada, orgullosa. Esta tarde, no vi nada de eso cuando salía por la puerta.



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En el texto hay: misterio, fantasmas, amor

Editado: 02.03.2021

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