Un Misterio (para)normal

CAPÍTULO 25

Aunque parezca que todo está más claro, yo cada vez me siento más confusa. No hago más que revivir el sueño una y otra vez en mi cabeza, son como fotogramas que me vienen en el cualquier momento, como si mi cuerpo me obligara a no olvidar. Aquella mañana que me levanté gritando, llorando y rodeada por los brazos de mi tía, supe que toda esa pesadilla había sido cosa de los chicos, inconscientemente habían empezado a recordar algo, y de una extraña manera me lo había enseñado. Habría sido más fácil si me lo hubieran contado, y tal vez, no me hubiera cagado del susto, pero como no son chicos normales, tampoco puedo exigir mucho. Desde entonces los veo distraídos, débiles, sin gracia, e incluso hay veces que estoy con ellos y aparecen o desparecen sin ningún sentido. Temo por ellos, es inevitable. No sé lo que pasa, y tampoco se cuánto tiempo más nos queda, pero no es mucho.

Gracias a que apunté todos los detalles de aquella noche en mi cuaderno, puedo volver a revisar minuciosamente toda la información que tenemos. Siento que la solución a este gran enigma está en estas páginas, que podría dar por concluido todo este circo y acusar a una persona, pero no funciona así. Primero, necesitamos pruebas, sin ellas no conseguimos nada. Reviso todo lo que nos dijo los chicos, y recuerdo algunos de los detalles que nos ofreció John. Ellos sospechaban que el bar era propiedad del padre de Nathan, pero no estaban seguros, y que además allí se cocía algo grande. ¿Y si el tío que mataron fuera alguien que había descubierto la verdad? Tendría sentido al querer deshacerse de él. ¿Pero cómo nosotros íbamos a poder encontrar pruebas y cerrar ese lugar? Nosotros no somos nadie, y nadie nos haría caso. No sé si volver allí de nuevo sería buena idea, sobre todo teniendo en cuenta la situación de los chicos. Necesito alguien que sea conocido allí y no de el cante tanto como yo. Solo conozco una persona, pero tengo miedo por él. Es una decisión que debo pensar con tiempo.

Mi tía volvió a desaparecer días después de asegurarse de que estaba bien y de prometerla que no me iba a pasar de nuevo el ataque de aquella noche. Eso no era algo que pudiera controlar, pero si así estaba más tranquila, yo no sería quien dijese lo contrario. Desde entonces no había vuelto a saber nada de ella, como siempre, solo me enviaba por las noches un mensaje preguntando por mí y contándome que hacía en su día. No era mucho, pero por lo menos no parecía desaparecida de la faz de la tierra. Aún sigo sin entender donde va todos los días, y sé que me esconde algo, pero sacar la verdad a mi tía es difícil, muy difícil.

Otra cosa que me preocupa es la insistente presencia de alguien cerca de mí. Noto sobre mí, en mi nuca, la mirada constante de alguien, como si me estuvieran vigilando a todas horas; y cuando me doy la vuelta, no hay nadie. A veces pienso que estoy loca; y otras veces, que se trata de un espíritu que es tímido y no quiere que le ayude. No sé la verdad, pero la sensación de escalofríos cada vez que salgo de casa, es inquietante, y me pone los sentidos muy alerta. Incluso a vece he llegado a sentirme vigilada dentro de casa, pero es imposible ¿no? Si alguien entrara en casa me daría cuenta.

Como los días no son normales, cuando estoy comiendo con los chicos, recibo una llamada de un número desconocido. Tengo miedo a descolgar, he cogido miedo a casi todo lo que hago, y ya no confío de nada, pero puede ser algo importante y no puedo perder la oportunidad. Además, la curiosidad siempre gana a mi lado sensato.

— ¿Si? — digo en cuanto contesto, y pongo el mano libre para que los chicos escuchen.

— Debes ser Sarabell, si no me equivoco —una voz desconocida para mí, varonil y grave contesta al otro lado de la línea. Parece de un hombre joven.

— Así es, ¿Quién eres? — pregunto un tanto dudosa. — ¿Te conozco?

— Sí y no. Quién soy ahora mismo no es importante, lo importante es que me escuches —la decisión con la que habla me pone nerviosa. Su seguridad lucha contra mis ganas de colgar el teléfono antes de que sea demasiado tarde.

— Le voy a colgar. —respondo. Intento sonar decidida y fuerte, pero cualquiera puede notar que me ha temblado por el miedo, el pánico, los nervios.

— No tienes porque tener miedo de mí, soy un amigo.

— No es que tenga muchos amigos hombres, la verdad.

— Me tienes a mí, he mantenido contacto contigo durante estos meses —contesta a mis bromas— Fui yo quien te dijo que no confiases en nadie.

— ¿Eres tu el desconocido de la nota? ¿Cómo tienes mi teléfono?

— Sí, soy yo —ríe, y parece de verdad contento. Su risa es algo ronca, pero parece a la vez melodiosa. —

— ¿De qué te ríes? Yo no encuentro la gracia —digo un poco enfadada. No es momentos para reír.

— De ti, eres muy dulce. — a pesar de estar al otro lado de la línea, consigue que me sonroje— Hoy en día, el teléfono de una persona se puede conseguir en cualquier lugar, si sabes donde buscar. No deberías poner tanta información en Internet, cualquier loco podría averiguar incluso hasta donde vives.

— ¿Tu eres un loco? ¿Debería tener miedo de ti? —me siento un poco más relajada hablando con él. Su tono me aporta tranquilidad y no entiendo porque.

— Creía que había quedado claro. En mí puedes confiar, Sarabell

— Ya, seguro que sí, pero es que un desconocido sepa más de mi que yo misma me da mal rollo y tiendo a desconfiar. — vuelvo a escuchar su risa al otro lado.

— Solo quiero ayudarte. Estas metidas en un asunto muy complicado y peliagudo, yo sé cosas y te puedo ayudar, pero tienes que ir con cuidado Hay gente muy importante detrás de esto y tu estas en el centro de mira.

— ¿Por qué? ¿Tiene algo que ver con los chicos? —necesito respuestas, y creo que él me puede aclarar algunas dudas.



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En el texto hay: misterio, fantasmas, amor

Editado: 02.03.2021

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