Maratón 2/2
Ha pasado un día y medio.
Un día y medio el que llevo desplazando por las diferentes habitaciones de los chicos, esperando con emoción cualquier movimiento que indiquen que han despertado. Puede que esté loca, pero en este tiempo no me he movido de su lado. No puedo. No quiero. Necesito saber que están bien, que de verdad se van a levantar de un momento a otro, y de que no les volveré a ver como fantasmas.
Sigo hecha un desastre. Han sido muchos los que me han pedido que me deje curar, pero no puedo moverme de aquí. Tengo miedo de que la herida de bala de mi costado se infecte, pero tengo más miedo de que si me muevo pueda perderles para siempre. El temor de que aparezca alguien por la puerta que no sea quien dice ser, y acabe el trabajo que el “enfermero” Tomás no terminó, no me deja pensar en otra cosa, ni siquiera en mí misma.
Estoy sudando, llevo todo el día con un calor interno que me quema por dentro, como si en vez de sangre tuviera lava recorriendo cada terminación de mi ser. Me cuesta mantener los ojos abiertos, me pesan demasiado. La cabeza se mueve con voluntad propia, mi cuerpo no responde mis mandatos. Y todo eso indica que no tengo mucho tiempo antes de caer desmayada aquí mismo. Salgo un rato al pasillo para que me de el aire, como hace mucho calor en el hospital, han abierto las ventanas de los pasillos, y una agradable brisa se cuela por ellas. Respiro hondo.
— Bebe agua antes de que te eche de aquí a patadas —me dice Jonathan una vez que se coloca a un lado de mí. Me tiende una botella de agua, esta fresca, y me la bebo sin miramientos. Parecer apaciguar el fuego.
— Gracias —digo apenas con fuerza.
— Cómo no despierten hoy, te pienso arrastrar hasta urgencias, y no me moveré de allí hasta que me digan que estás bien ¿Has escuchado? Esto es de ser masoquista.
— Solo un poco más, y dejaré que hagas lo que quieras. Pero no me puedes obligar a recibir asistencia médica. — respondo con burla. A pesar de no conocernos, entre nosotros se ha establecido una relación de confianza, burla, y cariño.
— Soy agente federal, puedo hacer lo que sea, y tengo un par de esposas para demostrártelo.
Me río por sus ocurrencias, entre nosotros siempre es así. Me gusta estar a su lado. No siento nada romántico por él, no como con Logan. Es más como si fuera un hermano que acabo de descubrir que tenía. Siento en mi corazón que le conozco desde toda la vida.
— ¿Crees que se pondrán bien? —pregunto preocupada, con él puedo darme el gusto de sentirme débil.
— Tienes que tener paciencia a que expulsen todo el potasio de su cuerpo, ten en cuenta que han tenido meses esa sustancia en su cuerpo. Van a tardar un poco en expulsarlo.
— Tiene razón, pero…
Veo mis temores interrumpidos cuando la madre de Logan, Sara —una señora que en el fondo y cuando no hace de madre osa, es de lo más simpática y atenta, — salé corriendo de la habitación de su hijo. Las madres de Álex y de Nathan también salen corriendo de las habitaciones respectivas de los suyos. ¿Qué pasa? Corro a la habitación más cercana todo lo rápido que mi cuerpo me permite. No podría permitirme que algo malo les pasase. Jonathan se dirige a la de los otros chicos. Sin embargo, una vez dentro, suspiro de alivio. Miro a Sara y veo que su emoción es de felicidad porque Logan ha despertado por fin, y me imagino que Álex y Nathan estén igual. Sonrío con autentica felicidad, están bien y podemos dar por finalizada toda esta pesadilla.
— ¿Mamá? ¿Qué ha pasado? —pregunta confuso mirando a su madre. Esta, con amor en los ojos, le abraza a la vez que le consuela, como si fuera un niño pequeño e indefenso de nuevo. Su hijo pequeño e indefenso. Es una escena tierna y entrañable
— No te preocupes hijo, estás en el hospital. Llevas vario tiempo aquí, tal vez no recuerdes qué te pasó —dice ella con cariño y calma.
Por un momento tiemblo allí de pie ¿Y si se ha olvidado de mí? ¿Y si los tres se han olvidado de todo este tiempo que hemos pasado juntos? No lo podría soportar, por un momento me mareo solo de pensarlo, pero descarto la idea. No puede olvidarse tan fácil, no después de todo lo que hemos pasado. Mantengo el tipo y aguardo a que se fije en mí.
— Ha sido extraño, he tenido un sueño de lo más raro. Había una chica que podía hablar con fantasmas y que nos ayudaba y… ¿Matthew Norton me hizo esto?
El pánico en su voz es palpable, sus constantes se elevan debido a la tensión y entra una enfermera corriendo para comprobar lo que pasa. Tengo miedo, mucho miedo, tal vez sería mejor que me fuera de aquí, porque se que verme solo le va a traer dolor.
Viendo que está despistado con su madre y la enfermera, intento escaquearme de la habitación sin hacer ruido, tal vez visitando a los demás, me sienta mejor emocionalmente. Al abrir no tengo mucha suerte, pues el chirrido del picaporte ocasiona que todos me miren. La madre al darse cuenta de mi presencia y de mi intención viene a mi busca, y tira de mi hacía la cama de su hijo.
— Mira cariño, esta es Sarabell, es la que …— no termina la oración.
— Es la que me ha salvado la vida —dice Logán por su madre— Entonces no ha sido un sueño ¿verdad?
— Más o menos, es di…difícil de explicar— me siento tímida cerca de él. Hemos vivido unos momentos especiales y de repente siento una gran vergüenza por ello.
Los nervios me aceleran el corazón, su mirada igual de intensa que siempre parecen analizarme y clavarse muy profundo de mí. Quiero salir de allí, siento que me está dando un ataque de nervios y me falta el aire. Me libero del agarre de Sara y me muevo por la habitación en busca de algo, no se el qué. La gente dice mi nombre muchas veces, pero no distingo a las personas. No lo resisto, me cuesta respirar. Me ahogo. Y todo para. De repente, el jaleo desaparece, el aire entra en mis pulmones, y la oscuridad me deja descansar. ¿Qué ha pasado?
Editado: 02.03.2021