La cafetería de la universidad está más llena de lo habitual. Es viernes, justo después de clases, y la fila para comprar café se ha extendido hasta la puerta. Aun así, Levi y yo encontramos una mesa junto a las ventanas, desde donde se puede ver todo el movimiento con claridad.
Él revuelve su bebida como si fuera a resolver un problema existencial dentro del vaso. Yo mordisqueo la punta de una pajilla, sin mucho interés por el muffin de arándanos que compré y dejé intacto.
—No entiendo cómo puedes beber eso —comento, señalando su café con triple espresso y un chorrito de crema.
—Es lo único que me mantiene vivo hasta el entrenamiento de la tarde —responde con una mueca.
Sonrío un poco, pero mis ojos se desvían. Al otro lado de la cafetería, junto a una de las mesas altas que rodean la columna central, está Kayden. Inconfundible, incluso de espaldas. Su postura es recta, el gorro gris le cubre parte del cabello despeinado, y los hombros anchos sobresalen bajo una sudadera oscura con el logo del equipo.
Habla con Rider, el capitán del equipo, quien tiene un brazo rodeando la cintura de su novia, Sydney. Ella está apoyada contra su pecho, relajada, mientras ambos escuchan a Kayden decir algo. Él se mueve poco. Solo un gesto con la mano, un leve asentir de cabeza. Serio. Centrado.
Como siempre.
—¿Ya viste eso? —murmuro, casi sin pensar.
Levi sigue mi mirada, gira ligeramente el cuello y observa en la misma dirección.
—¿Kayden? —pregunta, y asiento.
Mientras miramos, un par de chicas del equipo de animación se acercan a él. Lo hacen con esa energía casi ensayada, sonrisas amplias, una inclinación de caderas que grita intención. Una de ellas se toca el cabello, la otra le dice algo riéndose, quizás exageradamente.
Kayden las mira. Pero no sonríe. Apenas responde algo breve, asiente una vez, y luego vuelve la mirada hacia Rider como si nada hubiese pasado.
Las chicas se miran entre sí, desconcertadas, y se alejan después de unos segundos incómodos.
—No cambia nunca —dice Levi entonces, como si estuviera leyendo mi mente.
—¿Qué cosa?
—Él. Kayden. Es como... inmune. Nunca lo he visto coquetear con nadie. Ni siquiera cuando esas dos le sonríen como si se lo quisieran comer vivo.
Lo miro de reojo.
—¿Ni en las fiestas?
Levi niega.
—Nunca va a fiestas. Y cuando lo hace, se queda poco. No toma, no baila, no sonríe. Siempre parece estar con la cabeza en otra parte. A veces pienso que ni siquiera disfruta jugar hockey. Que solo lo hace porque le sale bien.
Muevo el muffin con el dedo índice.
—Tal vez simplemente no le interesan esas cosas.
—O tal vez no confía en nadie. Ni en nosotros, ni en las chicas, ni en él mismo.
Hay algo en ese comentario que me deja incómoda. No por lo que dice de Kayden, sino por lo cierto que suena.
Cuando llegó a la casa, con esa actitud borde y arrogante, pensé que era solo eso: alguien insoportable. Pero en los últimos días... se ha vuelto más complicado. Tiene momentos de sarcasmo que no duelen, momentos de silencio que dicen más de lo que él permitiría. No le he visto una sola vez mirar a otra persona con interés genuino, ni siquiera cuando lo buscan. Es como si todo lo que lo rodea pasara flotando, sin tocarlo.
—¿Cómo es con ustedes en el equipo? —pregunto.
Levi se encoge de hombros.
—Eficiente. Responde bien, entrena duro, pero no se involucra. Rider es el único con el que habla más de cinco frases seguidas. No sé si es porque se conocen desde antes, o porque los dos tienen esa vibra de soldados en guerra.
—¿Y tú?
—Yo solo quiero jugar bien. No me importa si habla poco o nada. Mientras no arruine las jugadas, está bien.
No respondo. Miro hacia la mesa donde sigue Kayden, todavía hablando con Rider y Sydney, que ahora acaricia distraídamente la manga del brazo de su novio. Kayden mantiene la vista fija en algo, probablemente un punto invisible que solo él puede ver. Parece desconectado incluso cuando está presente. Aislado, aunque esté en medio de una conversación.
—¿Tú qué piensas? —me pregunta Levi.
—¿Sobre Kayden?
Asiente.
—No sé. No lo entiendo. Es como si tuviera una muralla gigante alrededor y nadie supiera ni por qué la construyó, ni cómo tumbarla.
Levi asiente lentamente.
—Sí. Así es.
Nos quedamos en silencio. Afuera, una ráfaga de viento agita las ramas de los árboles que bordean el campus. Aquí dentro, la cafetería sigue vibrando con ruido, risas y el sonido de tazas chocando, pero parece distante. Irreal. Como si nosotros estuviéramos en una burbuja más tranquila.
Cuando me atrevo a mirar una vez más hacia donde estaba Kayden, ya no está. Rider y Sydney sí. Pero él no.
Y no sé por qué eso me deja una pequeña sensación de vacío. Una punzada rara. Inesperada.
Editado: 03.06.2025