Un muffin no es tan cliché

Entrenamiento y accidentes...


—Bien, Adler, esto es lo que haras—comienza a decir Raven—Tienes que recopilar toda la información posible de ella, no seas como un acosador, por favor amigo—me advirtió con anticipación—Solo lo necesario, así quizás aún tengan cosas en común, podrán compartir y hablar de cosas que a ambos les gusten...—Roland la interrumpió.

 

—¡Chicos! ¿Acaso no escucharon el timbre de entrada a clases?—ambos negamos a su pregunta.

 

Después de eso, Raven y yo nos levantamos para, en compañía de Roland, ir a nuestras respectivas clases. Lamentablemente no compartíamos ninguna.

 

 

Y, para mi suerte o mala suerte, tengo hora libre. Yupi. Me di cuenta que cuando estaba por salir del salón, alguien pasó por enfrente de mi. Alguien a quien no podría ignorar nunca. Chiara. Sabia a donde iba cuando teníamos libre una clase. A la cancha de fútbol americano.

Salí a mi árbol preferido, llevando conmigo un ejemplar del libro "El gato negro" de Edgar Alan Poe. Un libro, que por raro que parezca, no lo he leído, pues lo digo, porque mi madre dice que soy un come libros. Tal vez tenga razón.

 

Llegue a mi santuario, por decirlo de esa manera. Nadie se acercaba a este lugar y, tenía la mejor de las vistas.
La cancha de fútbol americano daba de lleno a donde me encuentro yo.

 

Su entrenamiento ahora solo era con una mínima parte de su equipo. Aveces lo postergaban para más tarde, pero hoy, varios alumnos estábamos libres.

Vi a Chiara que ahora se encontraba con unas medias ajustadas, resaltando sus curvas, y un top deportivo, dejando a la vista su atlética figura. Es hermosa.

 

Varios chicos de mi clase, al igual que yo, se encontraban observando a las chicas desde las gradas. Me siento algo celoso de que observen tanto a Chiara, pero también comprendo que tengo mucha competencia. No soy el único a quien le interesa.

Por estar divagando no me di cuenta que alguien gritó en mi dirección.

 

—¡Oye!—era un grito femenino—¡Cuidado!

 

Era algo tarde cuando me di cuenta que, el ovoide de americano venía en mi dirección, apuntando justo a mi cabeza.

Por suerte alguien lo detuvo a tiempo, llego y lo detuvo a un metro de mi. Rapida, ágil y bella como siempre. Sonriendome solo a mi.
Deje escapar el aire, que sin darme cuenta estaba reteniendo por los nervios.

 

—Oye, Adler, ¿estás bien?—pregunto,  Chiara, con su acento marcado, acercándose un poco más a mi y colocándose en cuclillas.

 

—¿Recuerdas.... mi nombre?—pregunte atónito.

 

—Claro, ¿porque no lo haría?, fuimos amigos de infancia—creí que no lo recordaría.

 

—Amm, gracias...por lo del ovoide—no sabia que decir.

 

—No fue nada, trata de ponerte a salvo, ¿si?—coloco y dio un leve apretón a mi hombro.

 

—Si...claro, tu también cuídate—rayos. ¿Porque soy así?

 

—Ajam, claroo—alargó la "o"—Vale...nos vemos, ¡adiós Adler!.

 

Solo moví mi mano en forma de despedida.

Después se puso recta, me dio la espalda, y poco a poco vi su figura desaparecer a lo lejos. Suspire.

No sabia ni como hablarle. Creo que después de todo si necesitaré los consejos de Raven. Ella es chica y, sabe más de chicas que yo. Espero que me ayude. Y no arrepentirme de esto.

 

***

 

Bien. No pude encontrar a Raven, pero si que algo malo me paso. ¿Porque me persigue la desgracia?. Desde que tengo memoria soy muy propenso a accidentes. Y hoy fue uno de esos días, después del balón que logró atrapar Chiara. 
 


 

Fui corriendo a tropezones a los  vestidores de chicos, no podía ver bien, mi cara tenía algo de aceite para motor, al igual que mi cuerpo y ropa. Simplemente genial. 

 

Logre llegar girando a la derecha, una puerta amarilla se me presentaba, sabiendo que ése era el vestidor de chicos entre apresurado, queriendo ir a mi casillero, ahí traía ropa de emergencia para este tipo de accidentes.

 

Todo por culpa de ese conserje y su monstruosa maquina de limpieza. 

 

Pero no pude llegar muy lejos cuando choque con un cuerpo un poco menudo, pero fuerte, muy fuerte. Tanto así que, logró atrapar mis antebrazos antes que llegara a caerme, por mis zapatos aceitosos.
Eran unas manos suaves y delgadas.

 

—Muchas gracias—logré decir, apenas viendo a una figura, un poco más alta que yo, difusa.

 

—Nos encontramos de nuevo, Adler—rayos. Es chiara—Cualquiera pensaría que quieres ver a una chica desnuda aquí dentro, ¿sabes?.

 

—¿Que?, no...yo no...—trate de explicarme—Tu estas en el vestidor de chicos.

 

—No, tu estás en el de chicas—de pronto sentí que algo húmedo y suave tocaba mi cara, retirando el aceite, es una toalla húmeda.

 

Ahora podía ver con más claridad, pero mis ojos seguían muy irritados. Por suerte, la poca que aún poseo, no fue mucho el aceite que se metió en mis globos oculares. 

 

—Que vergüenza, como...como lo siento, de verdad, pero en serio yo no quería ver a nadie desnuda, no podía ver con claridad, no fue mi intención, perdóname, ¡no me maten!—estaba siendo patético, si. Pero en mi defensa, estas chicas poseen una fuerza descomunal y, más aún si te metes con ellas.

 

—Tranquilo Adler, nadie te matara— sonrió tranquilizandome un poco—Pero tienes suerte que las chicas estén en sus clases y solo este yo, sino ten por seguro que no te podría defender mucho—ahora sonrió divertida—Ven, te acompaño a los vestidores de chicos, así no entras a la dirección esta vez— si, se estaba burlando. 

 

Pero estaba bien que le divirtiera la situación, seria incómodo tratar de conquistarla con un historial como el mío, lleno de "accidentes".

 

—Gracias, pero no es necesario, ¿sabes?—trate que no lo hiciera por obligación. 

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.