Un Mundo Olvidado

Capítulo 1: El inicio (1° parte)

Es noche cerrada, a lo lejos se ve una cabaña solitaria al final de camino rodeada de los más altos árboles que jamás había visto. Más altos que los Hyperion encontrados en California. Estos eran diferentes, tenían algo especial, los cubría un aura sombría que decía a los gritos ¡ALÉJATE! Una advertencia que muchos han ignorado, encontrando la muerte.

Pero él no, él no le temía al ser que se escondía en la cabaña. Estaba seguro de que ella no le haría daño. Ella lo estaría esperando, ansiosa por el encuentro postergado hacia meses.
Ella tan especial como mortal, de una belleza inigualable, incapaz de ocultar sus intenciones, incapaz de ocultar su deseo, incapaz de dejarlo ir.
Él tan bondadoso como ninguno, tan inteligente como pocos, tan atractivo como solo un ser como él podría ser.

Ella veía por la ventana a la figura tan familiar que se acercaba, sabiendo que no podía ser otro que él, pues el encuentro había sido pactado hacia meses. Desde la última vez que se vieron no habían tenido contacto, no hubiese sido prudente, ya que la batalla estaba tomando rumbos inesperados. Si ambos bandos se enteraban de su relación hubiesen sufrido un destino peor que la muerte. El castigo era inimaginable, él no quería arriesgarla y perderla, ella no quería que lo lastimaran.

Pero él deseo que ambos sentían era imposible de frenar, los encuentros eran cada vez más espaciados en el tiempo, pero cada vez más preciados.

Al entrar en la cabaña la vio, estaba parada mirando a la chimenea, no es que sintiera frío, solo estaba pensando. Cuando volteo su cuerpo le hizo una seña para que se acercará. Él obedeció.

—No te han seguido, ¿verdad?—Estaba segura de que no, pero no sabía cómo enfrentar la verdad que estaba por soltarle y quería parecer natural.

—Estoy muy seguro de que no, pude escabullirme. Recuerda que ser quien soy tiene sus libertades—Le dió una pequeña sonrisa para calmarla. Él sabía que ella estaba diferente. Podía ver la lucha en su interior, sus ojos oscuros escondían algo, algo importante que él tenía que saber.

—Sea lo que sea, sabes que puedes decírmelo.—Le dijo, tratando de darle fuerzas a alguien que normalmente no las necesita.

Ella se armó de valor, dejo atrás el miedo, una sensación a la que no estaba acostumbrada, y le confesó:

—Llevo en mi vientre nuestra creación.—No apartó su mirada de la de él, en la que pudo ver cómo sus sentimientos luchaban por salir.

—¿Es en serio? ¿Estás segura de eso?— No podía ocultar su incredulidad, era algo poco común, por no decir que nunca pasaba.

—Muy segura. Lo siento dentro mío. Siento su fuerza, siento su poder.—Ella llevó sus manos a su vientre, se podría decir que en un instinto protector.

—¿Qué vamos a hacer?—Él se paseaba nervioso por la sala, alejándose de ella.—Nunca lo van a permitir. Nunca permitirán que viva. No sabemos que será y es un peligro para ambos.

—Gabriel—Lo llamó ella y él se volvió a mirarla.—Debemos protegerlo, no importa lo que sea. Debemos hacer algo.

Ella se acercaba cada vez más, Gabriel sentía su aroma y eso lo embriagaba. Ella era suya, nunca importó que fuera una de las hijas de Lilith. No importaba la Guerra que se libraba entre El Cielo y El Infierno desde el comienzo de todo. Nunca importó nada de eso. Ambos se pertenecían y esa criatura era suya, sea lo que fuera, era de ellos. Y ellos lo protegerían.

—Está bien, tenés razón. La tomó en brazos, sabiendo que no necesitaba que la cuidarán, pero de igual manera intentándolo.

—¿Qué haremos? ¿Cómo podremos esconderlo?—Se la veía visiblemente preocupada, un sentimiento que nunca antes había experimentado. Solo tal vez aquel día que había visto a Gabriel por primera vez a los ojos, cuando vió ese azul perfecto supo que nunca podría dejarlo ir. Ahora sentía lo mismo, no sabía lo que era o lo que sería aquello que crecía en su vientre, pero sabía que no podía dejar que nada le sucediera.

—Te diré algo que casi nadie sabe— Gabriel no sabía si era prudente que ella lo supiera, pero debía encontrar la manera— Se está planeando una tregua, Él está intentando frenar está guerra por las buenas, quiere darle paz a los humanos, aunque sea por un tiempo. Ya han sufrido demasiado.

Una idea cruzaba por la mente de Gabriel y ella lo sabía. Estaba esperando escucharla, se sentía ansiosa.

—Tenés que quedarte acá, el tiempo que sea necesario— Sentenció él—Tenés que esconderte, lo que dure el tratado de la tregua. Yo buscaré alguien que nos ayude.

—¿Quién puede ayudarnos?—Ella estaba dudosa, sabía perfectamente que nunca sería bienvenida en la orden de los angeles. Era la hija mayor de Lilith y Asmodeus, la primera en nacer, la princesa del Inframundo destinada a liderar junto a sus padres.

—Solo hay dos ángeles que saben de lo nuestro y nunca me juzgaron por ello.—Esa confesión la tomó desprevenida, pero sabía que no era momento de replicar.—Cuidaremos de ti, lo que dure y cuando llegue el momento del nacimiento sabremos que hacer.

—Está bien, lo acepto. Me esconderé aquí. Pero promete que vendrás, promete que no me dejarás sola.— La súplica en sus ojos era evidente, estaba asustada realmente.

Gabriel la miró fijamente, a esos ojos negros que nunca se cansaba de mirar, sosteniéndole la mirada para que supiera que lo decía en serio:

—Layla, te prometo que siempre estaré a tu lado, para protegerte y para protegerlo.—Posó su mano en su vientre, y no dejó de mirarla.

—¿Juntos siempre?
—Juntos siempre.

En una cabaña en medio del bosque, gracias a una promesa entre un ángel y un demonio, está historia comienza. Sellando el destino de la humanidad, para bien o para mal. Un destino habrá de cumplirse, quien sabe que pasará.
 




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