Pasaron los años, 10 para ser exactos, 10 años en los que Lucinda creció convirtiendose en una hermosa niña, con el cabello mas oscuro que la noche y esos ojos tan diferentes y extravagantes.
Todo aquel que la conocía se preguntaba por sus ojos y por si tenía alguna afeccion en la vista. Nada más alejado de la realidad, pues Lucinda nunca tuvo una enfermedad y su vista era increible, llegando a notar pequeños insectos en la hierba mientras jugaba y corría.
Lucinda era una niña alegre, bondadosa y humilde, al igual que aquellos que la habían criado, quienes nunca la hicieron sentir menos o que no era parte de la familia. Ellos la adoraban, ella era su luz y siempre fue así.
María y Pedro decidieron contarle parte de la verdad, centrados en el hecho de que la habían adoptado, nunca hablaron de la existencia de Anabell. Pero siempre habian sentido una presencia protectora hacía los tres.
10 años pasaron en los que María vivía con miedo de que llegaran a hacerle daño a su hija, con miedo de que llegaran a llevarsela. Pero nada de eso pasó y Lucinda vivía una infancia feliz.
Al ser una pareja muy religiosa y de fe, decidieron educar a Lucinda en los preceptos de la iglesia Católica. Al tiempo de que entrara en sus vidas decidieron bautizarla, en una ceremonia pequeña rodeada de sus familias.
Todo el mundo no podía creer lo hermosa que estaba la bebé con su vestido blanco, lista para ser bautizada. El día transcurrió normal, llegaron a la iglesia y el Cura brindó la ceremonia, Lucinda se encontraba tranquila en brazos de sus padres y sus futuros padrinos. Llegado el momento de acercarse al altar, Lucinda empezó a mostrarse muy inquieta, parecía que no quisiera estar allí. María intentó calmarla, para que el Cura terminara con la ceremonía y le mojara la frente con el agua bendita. Pero en el momento en que una gota toco la piel de Lucinda, esta empezó a llorar desconsolada.
Los presentes solo miraban con preocupacion a la niña por el llanto, María no sabia que hacer, así que hizo lo único que pasó por su mente y comenzó a cantarle. Sorprendentemente, Lucinda se calmó y pudieron terminar la ceremonia sin ningun inconveniente.
En los años que siguieron nunca hubo un incidente parecido con Lucinda, si sentía cierta incomodidad al ir todos los domingos a misa, pero esa incomodidad se iba al sentir el tacto de María, reconfortandola, siempre al pendiente de ella.
Vivieron todos esos años felices en la casa a la que había llegado Lucinda, pensaron mucho Pedro y María si no hubiese sido mejor que se mudaran. Pero sentían que no era correcto. Algo les decía que debían permanecer allí, en esa casa grande, con un hermoso patio que lindaba con el bosque. El bosque que siempre atraía a Lucinda hacia él, como si una presencia la llamara, sobre todo en el mes de noviembre, en el mes de su nacimiento. En ese mes siempre sentía que la observaban, pero nunca se sintió incómoda o asustada. Ella quería saber que era esa fuerza que la guiaba hacía el bosque, pero nunca se atrevió. Sus padres estaban asustados del bosque y ella no quería molestarlos.
10 años pasaron y había llegado el día de su Primera Comunión. Habían estado preparando la ceremonia y la celebración con las madres y los niños de la Iglesia durante meses. María y Lucinda estaban emocionadas, tanto que habían elegido el vestido desde el primer día de los preparativos. Sentían muchos nervios, sobre todo María y Pedro que recordaban el incidente del bautismo, temían que algo así o peor pudiera pasar.
Llegó el día, Lucinda estaba nerviosa y antes de salir de la casa le habló al bosque, algo que descubrió la podía reconfortar.
—Nose porqué siento estas cosquillas en mi estómago.—Le hablaba a los árboles.—Tengo miedo, pero no quiero decepcionar a mis papás.
Su dulce voz de niña era recibida por esa presencia, tan familiar para ella y por primera vez recibió en su mente una respuesta.
—No te preocupes pequeña, eres fuerte, más fuerte de lo que creés. No hay nada que no puedas hacer si te lo propones. Eres mi niña y siempre lo serás.
Lucinda estaba confundida y algo asustada, tan grande era el sentimiento que se levantó de golpe del suelo. Era la primera vez que el bosque le respondía, pero más la asustó el hecho de que esa era una voz que podía recordar. Una voz de mujer, fuerte pero dulce, que se encontraba muy dentro de su pequeña memoria