Un Mundo Olvidado

Capítulo 9: ¿Te conozco?

Sentía que la observaban, que alguien la miraba detenidamente. Estaba acostumbrada a las miradas de los curiosos, a los murmullos que se oían cuando ella iba caminando por los pasillos, siempre del brazo de Jazmín. Era la rutina diaria, lo que no significaba que no le molestara, aunque intentara ocultarlo. Lucinda queria ignorarlos, trataba con ansias, pero solo era una pantalla. Por dentro le seguía doliendo como la primera vez.

Pero ahora era diferente. La sensación crecía a cada momento y ella solo trataba de concentrarse en la lectura propuesta por la profesora.

Paseó su mirada por el resto del salón, todos sus compañeros estaban con los ojos pegados al libro, nadie parecía estar mirándola de la forma que ella sentía.

Estaba inquieta, alterada de cierta manera. Jugaba con su cola de caballo, en un evidente gesto de nerviosismo. Tenía la espalda recta sentada en su lugar, pero estaba alerta, seguía mirando a todos lados.

—¿Qué te pasa?—Le susurró Jazmín, intentando disimular para que la profesora no se diera cuenta.

—No lo sé—Lucinda imitó el susurro para evitar problemas—Me siento extraña.

—¿Querés que vayamos a la enfermería?—La voz de Jazmín denotaba cierta preocupación ahora.

—No, no es necesario, ya pasará.

—¿Qué sucede señorita Verón?—La profesora dirigió su evidente mirada de reproche a Lucinda, claramente disgustada por la interrupción, haciendo que todos las miradas se posaran en ella.

—Nada profesora Aguirre—se apresuró a responder Lucinda—Lo lamento.

—¿Lo lamenta?—La señorita Aguirre se estaba levantando de su asiento, dirigiéndose a Lucinda. Siempre llevaba una falda larga y entallada de color oscuro, con una camisa blanca o gris, y un blazer a juego. Con sus zapatos de tacón alto repiqueteando por los pasillos de la escuela, demostraba autoridad con solo su presencia. Era una mujer atractiva, jóven de no más de 35 años. No estaba casada y eso extrañaba a la mayoría de los alumnos y docentes.

Con unos ojos tan azules y fríos como el hielo, podía intimidar a cualquiera. Unos ojos que ahora estaban posados en Lucinda.

—Si, lo lamento—Balbuceó ella, bajando la mirada.—Solo estaba...este...

—Interrumpiendo mi clase—finalizó por ella la señorita Aguirre—perjudicando al resto de sus compañeros, lo que amerita un castigo.

—Disculpe profesora, fue mi culpa—Era Jazmín, tratando de defender a su amiga—Yo solo quería comentarle sobre un fragmento del libro de Historia que me resultó interesante, nada más.

Lucinda miraba a su amiga agradecida, pues sabía que los castigos de la profesora eran duros, y que Jazmín se arriesgase a ser la "victima" en este caso, para salvarla, teniendo en cuenta lo buen alumna que era, merecía como mínimo un agradecimiento.

La señorita Aguirre dirigió su mirada ahora a Jazmín, claramente disgustada.

—Me sorprende de usted señorita Santana, pero no logrará salvar a su amiga de esto—la profesora ahora se encaminaba a su escritorio—Como castigo por la interrupción, deberán preparar una lección de una hora de duración acerca del tema de hoy, ya que no pudimos avanzar por su culpa. La lección deberá contar con medios audiovisuales preparados por ustedes y, claro está, deberán realizarla de forma oral para todos nosotros.

La sonrisa triunfal que les regaló a ellas fue de total suficiencia. Sus compañeros observaban la escena con fascinación. Nunca sucedía que a este dúo les llamarán la atención y es que siempre eran muy correctas en todo. Sobre todo Lucinda, para no llamar más la atención.

Pero ahora todos miraban, curiosos. Incluso el chico nuevo, el desconocido se encontraba fascinado por la situación, mirando con cierto disimulo a la chica de pelo de negro, no quitaba sus ojos de ella y podía notar la tensión en sus hombros cada vez que la mujer rubia le dirigía la palabra.

—Ah, y no crean que será para la próxima semana, claro que no—Estaba por dar el último toque a su castigo—deberán prepararla para este mismo miércoles.

—¿Es en serio?—Soltó de pronto Lucinda, sorprendiendo a todos.

—¿Tiene alguna objeción alumna?—Preguntó la profesora, claramente enfadada—Porque de ser así puede ir y discutirlo con el director, estoy segura de que a él le encantará conversar con usted acerca de su desobediencia.

Lucinda estaba apretando su lapicera con enojo, un aire cargado de humedad estaba inundando el aula y ella estaba preparada para responderle algo más desubicado a la profesora. Algo como que tal vez era a ella a quien le gustaría visitar al director como hacía casi todas las mañanas al terminar su hora

—No—Se apresuró a responder Jazmín—No hay objeciones, tendremos la lección lista para el miércoles profesora.

—Por supuesto que la tendrán—Finalizó la mujer—Como solo faltan 5 minutos pueden retirarse.

Los estudiantes comenzaron a recojer sus cosas, listos para dirigirse a la clase siguiente, la clase de arte que compartían todos, pero que se impartía en un salón diferente.

Lucinda salió casi disparada del salón, seguida por Jazmín quien notaba el disgusto en su amiga. Ambas caminaban en silencio y con paso rápido para llegar hasta el taller de arte en el que pasarían las siguientes dos horas. Estaban rodeadas por todos los alumnos del colegio, quienes estaban metidos en su propio mundo, sin hacerles caso por una vez para variar.

Llegaron al taller, que era un aula lo suficientemente grande para tener las sillas y los caballetes en círculo para todos los estudiantes y aun así dejar espacio para circular. Dejaron sus mochilas en el piso junto a sus sillas, y al darse cuenta de que nadie más había llegado, faltaban díez minutos aún, Jazmín comenzó a interrogar a su amiga.

—¿Qué pasó allá?—Soltó la pelirroja señalando con su mano la puerta por la que habían ingresado, refiriéndose al aula de historia.

—Ay no lo sé—Lucinda se cubría la cara con las manos—Me sentía incómoda, como si alguien me estuviese observando.




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