La preocupación rondaba en la mente de Lucinda. Apenas conocía a Theo y ahora debía trabajar junto a él. No quería sonar paranoica, pero él le transmitía cierta sensación de peligro, como si no fuese alguien en quien poder confiar.
Parecía que la señorita Aguirre se daba cuenta de la incomodidad de ella hacía él, porque cuando nombró a la pareja final (que eran ellos) dejó escapar de sus labios una leve curvatura, como si sonriera con burla. El tema que debían preparar sería elegido por ellos mismos de entre todos los temas trabajados, anunció la profesora, e iban a utilizar los veinte minutos que restaban de la clase para discutirlo junto con sus parejas.
—Bueno, por favor reúnanse con sus parejas y comiencen a dialogar. Luego voy a anotar en mi lista a cada pareja con el tema elegido.
Lucinda miró a Jazmín, quien le devolvió una mirada de disculpa al levantarse para encontrarse con Lucas en su asiento, no sin antes darle un papel con un mensaje escrito: "Es tu oportunidad. Preguntale por el dibujo".
Lucinda se había olvidado por completo del incidente de la clase de arte, pero su amiga tenía razón, necesitaba respuestas. Respuestas de porqué la había dibujado, respuestas de porqué siempre la estaba mirando y cuando ella lo notaba, él bajaba la mirada.
Ella se quedó en su lugar, sabiendo perfectamente que su amiga no tenía la culpa de nada y esperando a su nuevo compañero. Estaba nerviosa, tanto así que comenzó a jugar con su cabello con sus dedos; al ver que los minutos pasaban y que Theo no se movía de su silla, tomó valor para levantarse, se acomodó la falda del uniforme y se dirigió a su lugar.
Quedó parada a lado de su asiento, y él no apartaba la mirada de su cuaderno, estaba inclinado sobre su mesa y un mechón de cabello negro caía gracilmente sobre sus ojos. Parecía no notar su presencia, era como si estuviera dentro de su propio universo; Lucinda notó el movimiento de su mano al sostener un lapiz, y reconoció que Theo estaba dibujando. Por un instante quedó absorta observando a su compañero, por un instante dejó de escuchar el murmullo de los otros al hablar.
La dejó sorprendida la rapidez de sus movimientos, realmente sabía como utilizar el lápiz; no llegaba a distinguir que era lo que estaba plasmando en el papel, pues su cuerpo estaba inclinado de una manera que no se lo permitía.
Su espiada, totalmente indiscreta, quedó descubierta e interrumpida por una voz aguda, que la asustó.
—Señorita Verón, ¿Necesita ayuda?—pronunció la profesora, en un tono ligeramente elevado, lo suficiente para que el resto de la clase la volteara a ver. Lucinda recorrió el aula en busca de Jazmín y la vió negando con la cabeza, casi riendo.
¿Te estas burlando?—Pensó al ver a su amiga conteniendo la risa.
El tono de la profesora logró sacar a Theo de su burbuja, quien volteó a verla con cierta confusión en los ojos.
—Es tiempo de que escojan el tema de su presentación, queridos—esta vez había hablado dirigiéndose al morocho, con cierto tono de impaciencia en su voz.—No queda mucho tiempo, ya casi termina la hora.
—Si, lo sabemos—Theo pronunciaba las palabras de forma lenta y casi en voz baja, pero el tono grave que lo caracterizaba no dejaba lugar a la confusión acerca de lo que decía.—Vení, sentate.
Movió solo un poco la silla que tenía a su lado, dejando el lugar suficiente para que su compañera tomará el lugar. Así lo hizo Lucinda y, viendo por última vez a su profesora, le dió una mueca de disculpa. Fue un gesto que la señorita Aguirre ignoró por completo, volviendo a su escritorio, haciendo rezonar sus tacones, inconfundibles al caminar.
Theo seguía sin mirar a Lucinda y ella estaba cada vez más confundida por su actitud. Ninguno de los dos decía nada, pero en más de una ocasión intentaban decir algo, pero se interrumpían a sí mismos al último momento.
Él no dejaba de jugar con su lapiz, manteniendo la vista al frente, dándole ocasionales miradas a Lucinda, sin que se diera cuenta. Sabía que tenía que decirle algo, quería decirle algo, no podía permanecer en silencio por más tiempo, pero tan solo su presencia nublaba su juicio; no estaba enamorado de ella, claro que no, él consideraba estar por encima de ese sentimiento, sobre todo consideraba imposible llegar a albergar tal sentimiento por alguien a quien apenas conocía.
Pero había algo en su ser que no podía comprender y eso lo desconcertaba. Ella no era como las demás y él lo sabía, pero ¿qué tan diferente podría llegar a ser? Tendría que descubrirlo de alguna manera y esta era su oportunidad.
Lucinda mantenía la vista en sus manos entrelazadas en su regazo, jugando con sus pulgares, sin saber que decir. Si esta era la antesala de lo que sería su relación, no le veía demasiado futuro; debía encontrar la manera de hablar con él, de otra manera no podrían hacer el trabajo y desaprobarían.
Tal vez a él no le importen demasiado el estudio y sus notas, pero a mí si— pensaba ella.
No quedaba mucho tiempo de la clase, cinco minutos tal vez, y el resto de las parejas ya habían elegido y comunicado a la profesora sobre su tema. Quedaban pocas parejas, pero ellos serían los últimos y tendrían graves problemas, se dijo Lucinda, quien estaba por entrar en pánico, viendo como el reloj de la pared movía sus agujas, acortando el momento para que el timbre sonara dando por finalizada la jornada escolar del día.
Los tacones rezonaron en el suelo, acercándose a donde estaban ellos; a punto estaba de llegar la profesora, cuando se escuchó a Theo hablar por fin:
—Vamos a exponer sobre el Golpe Militar de 1976.
El sonido de su voz sobresaltó a Lucinda y detuvo a la profesora a mitad de camino, la sonrisa que esta tenía dibujada en su rostro se borró con la misma rapidez con la que Theo habló; sin duda alguna, ella ya estaba preparándose para humillar a Lucinda nuevamente.
No dijo nada más y mientras volvía a su escritorio el timbre sonó.