Un Mundo Olvidado

Capítulo 15: Ignorancia

Es sorprendente como un simple acto puede cambiarlo todo. Olvidarte las llaves y perder el transporte. Pasar un semáforo en rojo y acelerar el auto en donde no debías. Una mirada de reojo, un suspiro y una sonrisa. Un amor que no debió ser.

Son las pequeñas cosas, aquellas que parecen insignificantes, las que pueden cambiar el curso de la historia. De tu historia. La de todos nosotros.

Son las pequeñas cosas, que son parte de un todo más grande, las que nos cambian. Es posible que nadie pueda controlarlo, es posible que toda nuestra existencia ya esté escrita en algún lugar, cual designio divino que debemos cumplir.

Nadie escapa del destino. Nadie escapa de los planes del Gran Señor y así era como estaba escrito.

Un pequeño error le valió a Theo ser descubierto, una pequeña casualidad que en ese preciso instante Lucinda hubiese estado en su ventana observando. Aunque él, en ese momento, al estar cargando una pila de leñas, no creía que ella recordara haberlo visto la noche previa a su primer día de clases.

Eso le daba la calma y la seguridad de que su misión no sufría ningún contratiempo. Eso le daba la seguridad de que Lucinda aún se encontraba en las sombras de la ignorancia.

Theo había estado muy sorprendido cuando, al llegar al lugar que le servía de refugio, los padres de Lucinda le ofrecieran pasar la noche con ellos. Él no le veía nada de malo a la casa, ya que, por experiencia, sabía que existían lugares peores.

Estaba preparado para negarse, pero se habían mostrado muy efusivos con la idea y su amabilidad y buen corazón les dictaba que debían obrar como las personas de bien que eran. Se notaba a kilómetros que una negativa de su parte no sería bien recibida y ellos terminarían insistiendo demasiado.

No pasó desapercibido para él la reacción de la chica sentada a su lado, un casi imperceptible resoplido saliendo de sus labios hizo que volteara a verla. Su largo cabello negro estaba atado en una cola de caballo casi perfecta, y se encontraba a tan solo unos centimetros de su rostro, que podía sentir el aroma a rosas que desprendía de él.

Su rostro estaba volteado hacía la ventanilla derecha, por lo que no se percataba de la mirada de Theo puesta en ella, recorriendo cada detalle de su perfil, como si no lo hubiese hecho mil veces antes. Como si no hubiese retratado esas facciones mil veces en sus cuadernos, soñando con ella cada noche.

—Ya llegamos—anunciaba Pedro, sacando al chico de su ensoñación.

Todos se desabrocharon los cinturones, y fueron las chicas quienes lo hicieron con mayor rapidez y urgencia. Ansiaban tanto deshacerse del uniforme mojado, que corrieron escaleras arriba para quitárselo, dejando a Theo parado en medio de la entrada, sin saber que hacer y un tanto abrumado. Ya que en el momento en que puso un pie fuera del auto, pudo notar como si un halo de luz cubriese la casa.

—Vení conmigo querido—La aparicion de María detrás suyo lo sorprendió en cierta manera—Tengo algo de ropa vieja de Pedro que te puede quedar.

Ella le regaló la más sincera de sus sonrisas y lo condujo escaleras arriba para darle la ropa y que se cambiara en el baño.

Mientras el día transcurría, más conocía a la familia de Lucinda y a ella misma. Había decidio tomar este imprevisto como una oportunidad más en su plan y aprovecharla al máximo. Durante el almuerzo, los dueños de casa se habían mostrado animados, llevando la conversación, realizando las mismas preguntas de siempre: ¿Cómo se llaman tus papás? ¿Hace cuanto se mudaron? ¿Por qué se mudaron?, cosas por el estilo.

Al haberse ofrecido a ir a buscar leña con Pedro, le daba la ventaja de seguir estudiando el terreno. Las órdenes impartidas fueron muy claras: Ganate su confianza, cueste lo que cueste y averiguá qué tan cerca está de la verdad. Esa voz seguía clara en su mente, recordándole a cada momento cuál era su misión. Atormentándolo.

En más de una ocasión, Theo había lanzado miradas descaradas hacía Lucinda, quien parecía estar en otro mundo, totalmente perturbada por su presencia, y parecía que solo él y su padre lo notaban.

Llegó un punto en el que todos se dispersaron, María retirándose a lavar los platos, las dos chicas junto a ella y Pedro pidiéndole que lo ayudara con la leña, pues el frío de la lluvia comenzaba a sentirse en el lugar.

Al salir al patio, a Theo le sorprendió la sensación que lo embargó, un sentimiento que había notado al llegar al lugar, pero que aumentaba y cambiaba conforme se acercaba al límite de la casa. Una fuerza sorprendente provenía de lo más profundo del bosque.

La sorpresa, la incredulidad, lo invadió, pues no estaba preparado para esa revelación. Era claro que alguien protegía el lugar, pero más le sorprendió al darse cuenta que esa protección provenía de dos fuerzas diferentes y que no eran del mismo calibre, siendo que una sobresalía por sobre la otra.

No tuvo tiempo de detenerse a considerar las implicancias de esa proteccion, ya que Pedro lo estaba llamando para internarse en el bosque.

La tormenta de hacía unas horas se había convertido en una leve llovizna un tanto insoportable y el aire frío llegaba hasta los huesos, enfriando tu cuerpo desde adentro, provocandote escalofrios.

—Espero que no te moleste tener que usar ropa vieja, Theo—se disculpó Pedro, al tiempo que pasaba por debajo de una rama.

—No se preocupe, señor—respondió el muchacho, siguiéndolo—Es mucho más de lo que podría merecer.

—¿Por qué alguien tan joven diría eso?—cuestionó Pedro, siguiendo un camino ya conocido, sin mirarlo a la cara.

—Solo digamos que un pecador como yo, no es merecedor de tanta amabilidad—respondió tajante.

—Todos merecemos amabilidad y respeto, hijo—Pedro se detuvo sin avisar y lo observó a la cara por unos instantes—No importa lo que hayamos hecho en el pasado, siempre que estemos realmente arrepentidos podremos recibir el perdón de nuestro Señor.




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