Las amistades son lazos fuertes y duraderos, que se forman en los momentos que menos esperamos. Los amigos son esas personas que elegimos para acompañarnos en distintos momentos y periodos de nuestra vida. Algunos son pasajeros, dejan su huella en nosotros, cumpliendo su ciclo y eso no es algo malo. No debemos sentirnos acongojados por la "pérdida", sino más bien, felices por haberlos tenido.
Pero, ¿Qué tanto puede soportar una amistad tan preciada? ¿Qué tantas mentiras estarías dispuesta a soportar por esa persona especial? ¿Es ese lazo, tan fuerte como para no romperse por un engaño?
Los años las unían y el amor, por sobre todo. Pero Jazmín no estaba segura de que su amiga pudiera perdonarla, o siquiera entenderla, cuando le dijera la verdad. Tal vez no le creería, ¿sería eso lo mejor?
Revelar su identidad supondría ir en contra de las reglas y órdenes directas de sus superiores. Todos sus años de lealtad y entrenamiento serán puestos en duda una vez que abra su boca. Podrían castigarla severamente por no guardar el secreto, y ella ya había escuchado suficientes historias de aquellos que rompieron las reglas y no volvieron para contarlo.
La Guardia Nefilim era conocida por la severidad de sus castigos, y por mantener en su lugar a los discípulos. Jazmín había sido la mejor de todos ellos, la más enfocada y dedicada en sus entrenamientos, siendo un orgullo para sus creadores. Siempre dispuesta a conocer y romper los límites de su cuerpo desde el momento en que le enseñaron su lugar en el mundo, sin dudar de su misión.
Jazmín miraba su reflejo en el espejo del baño de la habitación de su amiga, quien la esperaba en la cama, listas para una noche de películas. Se debatía entre que era lo correcto y cuál era su deber. La pregunta "¿Qué debo hacer?" se repetía en su mente, y su reflejo no le daba respuesta alguna. Se veía pálida por la luz blanca del foco, lo que hacía resaltar el rojo de su cabello y el verde de sus ojos se acentuaba aún más.
La palidez de su rostro tenía un motivo más allá de la luz del lugar. Una vez que la cena concluyó, una llamada interrumpió sus pensamientos y ella se excusó para atenderla alegando que eran sus padres. Buscó privacidad en el baño de la habitación de su amiga y al responder la llamada, la voz del otro lado la tomó por sorpresa, pues no era común que El Principal se dirigiese a los discípulos directamente.
—Tienen la profecía en su poder— anunció sin previo aviso aquella voz que Jazmín había oído tan solo un par de veces en su vida—. La carta ahora está en sus sucias manos— se escuchaba como si escupiera cada palabra, como sí se culpara por lo sucedido.
—Pero, señor...— comenzó Jazmín titubeante, pues la sola idea de estar al teléfono con El Principal le sonaba irreal— ¿Cómo es posible? Nadie más que nosotros conoce la existencia de esa profecía, ni mucho menos su ubicación—. La sensación de nervios crecía en su interior.
Del otro lado de la línea, aquel ser se estaba impacientando. El don de la paciencia y la serenidad, adquirido después de muchos milenios de existencia, estaba desapareciendo conforme la gravedad de lo sucedido se cernía sobre su cabeza.
La poca que le quedaba estaba siendo absorbida por su discípula, y él sabía perfectamente que ella no tenía la culpa de nada. Pero las presiones que estaba viviendo, no le dejaba pensar con claridad.
—Lo sé, Irelia— la pelirroja notaba como su superior apretaba los dientes al pronunciar su verdadero nombre— ya lo sé. Es evidente que alguien nos ha traicionado—. concluyó en un evidente tono más elevado que el de costumbre.
—Lo siento, señor— dijo retomando la compostura— ¿Cuáles son mis nuevas órdenes?— preguntó, ya que sabía muy bien que esa no era solo una llamada de cortesía.
—Tus órdenes...— comenzó aquel ser, que caminaba de un lado a otro en su oficina— seguirán siendo las mismas. Permanecerás allí, para protegerlos. Lo que incluye asegurarte de que Lucinda no sepa la verdad, aún.
—Si, señor— respondió firme, cual soldado bien entrenado— ¿Me permite hacerle una pregunta?
—Tienes permiso de preguntar.
—¿Qué va a suceder con mis creadores?— preguntó con un ligero tono de preocupación en su voz, que intentó disimular a continuación— me preguntarán por ellos, y si quiero mantener mi coartada, debo tener una respuesta.
—Tus creadores fueron asignados a la investigación de lo sucedido— respondió luego de una breve pausa— son nuestros mejores elementos— en lo único que la muchacha podía pensar era en la seguridad de sus creadores, por quienes había desarrollado sentimientos parecidos al cariño de familia.
—Confío en que sabrás mantener tu juramento y acatarás mis órdenes— habló la otra voz, sacándola de sus ensoñaciones, para después colgar sin despedirse.
Colgó tan deprisa y la noticia del robo la tomó tan desprevenida, que apenas se percató de que debería de haber informado de la llegada de Theo. Se reprendía por su descuido, pero no existía manera de que pudiera arreglarlo, pues el número del cual la habían llamado, era desconocido. Su única opción sería entonces, esperar a que la volvieran a contactar o que sus creadores volviesen.
Estaba a la deriva.
Si confirmaba sus sospechas acerca de Theo, su amiga corría gran peligro y necesitaría de toda la ayuda posible. ¿No sería mejor decirle toda la verdad y que supiera defenderse? Su reflejo no le daba las respuestas que necesitaba, pero de algo estaba segura: si la situación se tornaba peligrosa, ella debía proteger a su amiga. No por las órdenes, ni mucho menos por ser ella su salvadora. Ella era su amiga, su verdadera y única amiga después de tantos años de entrenamiento y soledad.
Ese lazo, que con ella compartía, era mucho más importante que todo lo demás.
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La tormenta crecía cada vez más en esa fría noche de mayo. Dejó de ser un molesto aguacero, para desatar toda su furia con relámpagos y truenos que iluminaban el cielo.