Un Mundo Olvidado

Capítulo 18: Revelaciones 1° parte

Los planes no siempre resultan como pensamos. Un cambio minúsculo puede alterar toda una acción y, sin proponérselo, cambiar lo que creíamos saber.

La hora había llegado, era momento de que Lucinda supiera la verdad. O al menos parte de ella.

El sueño de Jazmín se vió interrumpido por una certeza, notaba la ausencia de su amiga a su lado y una corazonada de que algo andaba mal provocó en ella un repentino sobresalto. El viento cambiaba la dirección de la lluvia y hacía que esta golpeara la ventana de manera violenta. El frío era tanto que Jazmín expulsaba ondas de vapor con cada respiración. Sentía el peligro acechando en la oscuridad, como un animal preparándose para atacar y, la seguridad de que algo o alguien se encontraba cerca era difícil de ignorar.

Debía encontrar a su amiga y sacarla de ese lugar lo antes posible. Algo en su cabeza le daba la certeza de que estaba junto a Theo, por lo que no dudó demasiado en saltar de la cama y correr escaleras abajo.

Antes de entrar en la sala, escuchaba con claridad el repiqueteo de la madera encendida en la chimenea, al igual que un leve murmullo.

—Creo que tenemos que hablar— había escuchado Jazmín, sabiendo que era Theo. ¿Qué se supone que iba a decirle? ¿De qué tendrían que hablar ellos? Pensaba la muchacha, sin saber bien qué hacer a continuación.

— ¿De qué quieres hablar?— cuestionó su amiga, con un ligero temblor en su voz.

—Podría meterme en muchos problemas por siquiera estar cuestionando mi deber— la lucha que se libraba en su interior era evidente tanto para Lucinda que lo tenía frente a frente, como para Jazmín que seguía oyendo a escondidas.

Ella sabía lo que era Theo, lo sospechó el día que lo conoció y lo confirmó hace tan solo unas horas. La sangre de demonio era difícil de pasar por alto, pero ella estaba empezando en esto de ser parte activa de la Guardia, por lo que no estaba del todo preparada y aún existían cosas que pasaba por alto. No se percató de su verdadera naturaleza y permitió que Lucinda se acercara a él. Un error que podría poner en peligro la integridad de muchos.

—¿De qué hablas?— cuestionó la muchacha, llevando la taza de té a su boca. Theo siguió la trayectoria de la taza, deteniéndose un momento a observar esos labios de un leve tono rosado, pensando en que, tal vez, esta sería la última vez que pudiera verlos. Se cuestionaba en qué momento empezaron esos sentimientos hacía ella, no lo sabía con certeza, pero la seguridad de que existía algo que los unía era más grande que cualquier duda.

—Tienes que saber que...— No encontraba las palabras adecuadas para darse a entender, la posibilidad de que ella no le creyera era enorme—. ¿Qué tan creyente eres?— Se interrumpió al final.

Lucinda se quedó perpleja ante la pregunta. Si había sido educada en la fe católica y sus padres se aseguraron de que comprendiera lo que aquello conllevaba, pero nunca pensó en ella misma como alguien con una fe inquebrantable.

—Creo en Dios. O al menos sé que debo hacerlo— respondió al fin, luego de unos segundos de silencio—. Me criaron para ser fiel a lo que creo pero, por sobre todo, para serle fiel a un Dios que debe tener un designio para mi— La muchacha sonaba dubitativa, mirando a Theo a los ojos.

—Pero no estás tan segura de ello— replicó él, acercándose a lo que quería expresar.

Sabiendo que no debía permitir que esto llegara más lejos, Jazmín salió de su escondite, sorprendiendo a los presentes.

—Lu, no creas nada de lo que él te diga— expresó con un detenimiento que pocas veces Lucinda había oído de ella—. No es lo que parece. Es alguien peligroso.

—¿Peligroso?— pronunció Lucinda con incredulidad— ¿Cómo podrías saberlo? Apenas lo conocemos y no debemos juzgar a los demás sin antes hacerlo.

—Tú tampoco eres quien dices ser, ¿no es así?— replicó Theo mirando desafiante a Jazmín—. Supe quién eras desde el momento que te conocí, ¿tú puedes decir lo mismo?— cuestionó el muchacho sin alterar el tono de su voz, pero de una manera firme.

—¿Puede alguien explicarme qué les pasa?— Lucinda dio un salto de donde estaba, poniéndose de pie entre ellos, pues notaba el aire cargado de tensión que emanaba de los dos—. ¿Por qué hablan como si se conocieran?

Ninguno tuvo tiempo de responder. Los tres se sobresaltaron por los incesantes golpes provenientes de la puerta principal. Los golpes eran tan fuertes como los truenos de fuera, y eran de tal magnitud que parecía como si la puerta fuese a caerse de un momento a otro.

—¿A quién llamaste, maldito?— La pelirroja apuntó con un dedo acusatorio a Theo, quien se había quedado helado por la sorpresa—. Este fue tu plan desde un inicio, ¿no es así?— preguntó casi a los gritos con los ojos chispeantes por la furia— ¿Tenernos a todos aquí para acabarnos?

—Eso puede parecer, pero yo no tuve nada que ver con esto— replicó el muchacho, sabiendo que sí tenía parte de culpa. Sospechando quién podría estar tras esa puerta.

Los golpes eran cada vez más feroces, como si un animal salvaje quisiera entrar para devorarlos. Lucinda soltó un grito de sorpresa con el último golpe, en sus oscuros ojos se reflejaba el miedo a no saber qué estaba pasando y el temor a que algo pudiese pasarle a sus padres, quienes parecían ajenos a todo el ruido.

—Tenemos que irnos— Jazmín tomó a Lucinda por el brazo, tirando de ella para subir a su habitación— Los salvaguardas los detendrán, pero no será por mucho tiempo.

—¿Salvaguardas? ¿De qué estás hablando?— preguntó Lucinda presa del pánico, siguiendo al trote a su amiga quien parecía ocultar una gran cantidad de secretos.

—Te lo explicaré todo a su tiempo— prometió su amiga, abriendo la puerta de la habitación—. Ahora tenemos que vestirnos. Ponte esto— le dijo mientras dejaba en la cama una calza negra, medias y botas de lluvia—. ¡AHORA!— gritó Jazmín al ver que Lucinda no se movía del lugar y se estremecía con cada golpe proveniente de abajo.




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