Un Oscuro Legado

Capítulo 1

Ney: Flauta, instrumento de viento muy antiguo utilizado en oriente medio.

 

 

2010 - El Cairo

 

En el silencio de la habitación, la mujer caminó descalza sintiendo el frío del azulejo que cubría el suelo en contraste con el calor del ambiente.

 

Una constante opresión en su pecho le hacía tener un presentimiento inquieto y el son exótico de la música del lugar le traía recurrentes imágenes de tiempos remotos.

 

 

Flashback - 1818, El Cairo

 

 

La arena del desierto arremolinaba y formaba figuras de translúcidas, danzarinas, envueltas en velos, y el viento acercaba alguna de ellas de tanto en tanto en respuesta al agudo sonido de un lejano ney.

 

Una niña de seis años observaba asombrada desde la ventana. En la calle, veía mujeres completamente cubiertas con ropas oscuras que andaban en grupos de a dos o tres, siempre escoltadas por algún hombre, comprando en un mercado cercano. El murmullo de voces árabes se mezclaba con un tamborileo constante.

 

— ¡Auch! — El dolor en su cabeza la hizo volver a la habitación del hotel en que se encontraban, su madre intentaba esforzadamente desenmarañar sus rizos color miel. — ¡Ay, basta! — Dijo Meribeth intentando escapar de las manos de la mujer.

 

Laura era bella, alta, delgada, de cabello rojo y ojos azules, y su piel, que normalmente era blanquecina y pecosa, ahora estaba sonrosada por el calor.

 

— Amor, ven acá — respondió, atrayéndola nuevamente hacia sí. — Tu padre vendrá pronto para que conozcamos a su hijo, no quieres que te vean en esas fachas, ¿verdad?

 

Sus palabras encendieron la ira en la pequeña, cuyos ojos color chocolate parecieron irisarse con destellos rojizos, que se volvió con rapidez, golpeando las manos de su madre.

 

— ¡Él no es mi padre! — Gritó haciendo énfasis en cada palabra, mientras lágrimas pesadas comenzaban a rodar por su rostro recordando la reciente muerte de su padre, sin comprender verdaderamente el porqué de su ausencia tan temprana.

 

La mujer se inclinó, apoyando las rodillas en el piso, para abrazarla tiernamente.

 

— Lo sé, cariño — susurró a su oído con voz suave. — Pero Hassan es un hombre bueno y nos ama, él hará por nosotras lo que tu padre ya no podrá hacer — se apartó de ella un poco tomándola por los hombros para hablarle, mirándola a los ojos. — Sabes que somos mujeres solas y necesitamos un hombre que nos cuide — expresó con una sonrisa en los labios.

 

La niña asintió con la cabeza y permitió que su madre terminara de peinarla.

 

 

Horas más tarde, en el lobby del hotel…

 

Un molesto y casi asfixiante olor a especias inundaba el lugar, la música era fuerte e incitaba a moverse, despertando los sentidos.

 

— ¿De dónde es esa música, mami?

 

— Creo que del comedor, cariño.

 

— ¿Puedo ir a ver?

 

— No, esperemos aquí hasta que Hassan venga.

 

Los minutos pasaban lentos. “¿Y si no se presenta?”, comenzó a preguntarse Meribeth, cuya ansiedad infantil hacía que el tiempo pareciera volverse cada vez más lento hasta convertirse en eterno.

 

— ¿Puedo ir a ver afuera?

 

— No.

 

El pequeño hall de entrada era muy concurrido y muchos europeos entraban y salían constantemente. La espera se hacía tensa, el rostro de Laura denotaba preocupación, pero la niña parecía no notarlo, en cambio, muy relajadamente se acostó en la silla de terciopelo en la que se encontraba, de tal forma que sus pies quedaron sobre el respaldo y su cabeza colgaba, limpiando el piso con sus dorados cabellos.

 

La madre, sumida en sus pensamientos, se encontraba ajena al entrar y salir de la gente, igual que a las actividades de su hija ubicada a su lado.

 

— Laura — una voz masculina resonó entre las personas que llenaban el salón, la mujer se puso de pie rápidamente buscando con la mirada a quien le había hablado.

 

Meri, por su parte, tratando de que su madre no notara su postura tan impropia de una dama, se deslizó de la silla para pararse correctamente delante de los extraños, pero en lugar de esto cayó, enredada en las múltiples enaguas de su vestido, a los pies de un hombre cuyas manos se extendieron para ayudarla.

 

— Gracias — dijo educadamente aceptando la ayuda.

 

Al levantar la mirada se encontró con los ojos más hermosos que alguna vez viera, profundos, negros como la oscura noche, sesgados y de pestañas beduinas que se entornaban, dándole un aire místico que la hipnotizó de inmediato, en contraposición a esto, su sonrisa era dulce y tierna.

 

— Este es mi hijo, Farid — sonó la voz lejana del reciente esposo de su madre.

 

Fin del flashback.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.