Un Oscuro Legado

Capítulo 13

2010 - El Cairo

 

Al llegar con Said, Aline hizo una expresión sorprendida al verlos, pero, muy discretamente, no dijo nada y saludó muy cortésmente.

 

— Aline, este es Said, vivirá con nosotras.

 

— Le haré preparar una habitación — asintió la humana.

 

— Gracias, Aline, por favor que nos sirvan un té, estaremos en la biblioteca — solicitó con una sonrisa. — Sígueme, hermano.

 

Ella lo guio escaleras arriba hasta la biblioteca, mientras dos de las nietas de Aline tomaban sus maletas.

 

Subieron la escalera, que se encontraba a la derecha del salón, y luego siguieron hacia la izquierda por una breve galería que desembocaba en el pasillo donde estaban las habitaciones, al final del cual, se hallaba la biblioteca.

 

— Casi había olvidado lo hermosa que era esta casa — comentó él.

 

Ribeth no quiso ahondar en el tema para no ponerlo en el intríngulis de tener que responder preguntas cuya respuesta desconocería. Ella necesitaba ganar tiempo.

 

— ¿A qué te dedicas? — Preguntó como al pasar cuando ya se habían sentado con el escritorio de por medio.

 

— Al comercio en general — respondió Said evasivamente.

 

— Quizá podrías ayudarme con algunas negociaciones, entonces — comentó Beth. — Tengo algunos temas que estoy posponiendo por falta de tiempo y necesito alguien de confianza para que me ayude... Si quieres, claro.

 

Ella lo miraba sin verlo realmente, intentaba fingir que le agradaba, pero apenas si podía disimular su enfado, o al menos así se sentía.

 

— Por supuesto, me encantaría ayudarte, hermana.

 

En ese momento, Aline entró trayendo el té. A espaldas de Said, la humana, envió a Beth una mirada significativa que casi hace que la vampira pierda su concentrada actuación.

 

 

***

 

2010 - Johannesburgo.

 

 

Ella entró ataviada con un vestido verde seco, cruzado al frente y con escote “V”, largo hasta la rodilla. Lanzó su bolso sobre la cama y pasando su mano por su cabeza en un movimiento cansado, se quitó la peluca de cabello lacio negro que llevaba, arrojándola junto con su bolso.

 

Prestando poca atención a la decoración o al paisaje, cerró las cortinas y volteó a ver el hombre que salía del baño de aquel olvidado cuarto de hotel. André era alto y esbelto, de cabello rubio alborotado y vivaces ojos celestes. Ribeth muchas veces pensó en convertirlo, pero no quiso romper la tradición ya que los Leblanc llevaban siglos siendo los fieles servidores de la familia Morand. Suspiró al pensar en ello.

 

La pelirroja inspeccionó rápidamente el lugar y luego se sentó en el sofá que se hallaba a la derecha de la puerta de entrada.

 

— Ven — le dijo.

 

Él llevaba solo una toalla envuelta sobre sus caderas.

 

— Mi señora… — Dijo poniéndose de rodillas frente a ella.

 

— Mi precioso André… — inclinándose, besó suavemente la punta de su nariz. — Cuéntame cómo te ha ido.

 

Ribeth hizo un movimiento sobre el asiento para que él se sentara junto a ella y André obedeció.

 

— Pues… verá… ya he comprado las propiedades y empresas… Ya estoy en la universidad y tomo dos de los cursos que me ordenó… También he comenzado los movimientos bancarios.

 

— ¿Y has encontrado novia?

 

— No, señora, yo…

 

— Eres bello, André, y han pasado ya dos meses.

 

— No podré, señora… yo…

 

— Debes intentarlo.

 

— Es que no puedo, la extraño demasiado… — se excusó.

 

— Yo también te extraño; sabes lo difícil que es para mí, no tenerte a mi lado, no puedo confiar en nadie. Pero debemos hacer las cosas como están planificadas — habló mientras se ponía de pie para dirigirse al baño. — Sabes que solo te tengo a ti para esto, debes hacer lo que te pido.

 

— Beth… — Suspiró André con la voz entrecortada.

 

— ¿Has hecho lo que te dije con el último envío?

 

— Al pie de la letra, mi señora.

 

— Bien ¿Te has hallado bien con el idioma?

 

— Perfectamente…

 

***

 

Dos días después, El Cairo (Punto de vista omnisciente)

 

 

— ¿Dónde estuviste? — Preguntó Sein al verla llegar. Se sentía disgustado por la inexpresividad del rostro de la mujer.

 

— Viéndome con mi amante — respondió ella, secamente.

 

—¿Dos días?

 

— Vive lejos — sonrió ella con sarcasmo.

 

— ¿Y dejas tu casa y tu gente sola?

 

Ribeth, deteniéndose, se volteó hacia él enfrentándolo.

 

— ¿Quién te ha nombrado guardián de mis bienes? — Los ojos de Sein lanzaban destellos dorados.

 

— Nadie, solamente intento conversar — respondió él, tratando de volver su tono más suave, al darse cuenta de que estaba perdiendo su papel.

 

— ¿Respecto a qué?

 

Se encontraban parados a mitad de la escalera, ella estaba un escalón más arriba, por lo que sus rostros quedaban a la misma altura.

 

— Me rehúyes desde que vinimos de Francia. ¿No quieres saber nada de mí? ¿No te interesa saber dónde estuvo tu hermano al que creías muerto todo este tiempo?

 

Al oír que sus voces se habían elevado, varios de los empleados, que trabajaban en la casa durante el día, se reunieron en el patio para ver qué pasaba; al notarlo, el vampiro hizo un ademán de exasperación e intentó retirarse.

 

— Regresa aquí — ordenó ella haciendo que él volviera de manera renuente.

 

Ambos pensaban que Beth le diría que sabía que no era Said, que era un infiltrado, enviado por Los Tradicionalistas. Pero no fue así, ella prefirió fingir que le creía, porque teniéndole cerca, Arquimimo Ferhernandez pensaría que tenía las cosas bajo su control.




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