Un Oscuro Legado

Capítulo 17

2010 - París

 

 

Luego de pasar varias horas releyendo el diario de Nicholas que más hablaba sobre su maldición, Beth se encontró con su hijo en la habitación del hotel, ella lo había puesto al tanto de la situación con Sein y Evan elucubraba un extraño plan que a la vampira no terminaba de gustarle.

 

— Sedúcelo madre, hazlo trastavillar.

 

— No puedo hacerlo, se ha presentado como mi hermano — ella se movió incómoda hacia la ventana, observando las luces de la ciudad.

 

— Sé sutil, y el mismo confesará, tienes el poder de volver loco a cualquiera.

 

Evan se acercó a ella por detrás y la abrazó, no como lo haría un hijo, sino un amante. Todo el cuerpo de él se apoyó en el de Ribeth, pero antes de qué sus brazos se cerrarán rodeándola, la vampira se apartó incómoda.

 

— Si hablas por ti, ya naciste así, mi cielo — le habló de manera sarcástica tomando su bolso para rebuscar en él algo que ni sabía qué era, intentando disimular lo nerviosa que Evan la ponía cuando comenzaba con sus sensuales asedios.

 

— Yo, Nicholas, Arquimimo, André y su padre antes de él, Michael...

 

— Ya — lo interrumpió, — no sigas que no es para tanto, eso no sucedió en poco tiempo, además lo dices como si cambiara de novios como de bragas y te recuerdo que desde que mi esposo murió he estado sola.

 

— Ay, madre…

 

Ella tomó su Iphone 4 y se sentó en un sofá individual a comprobar mensajes que no existían para tratar de poner alguna distancia entre ambos.

 

— Además, ¿cuándo te volviste tan liberal?

 

— Cuando me obligaste a casarme con una estúpida que está embarazada de otro — espetó él frunciendo el ceño.

 

— No te obligué — respondió mientras lo observaba sentarse frente a ella, lo que la hizo sentir más relajada.

 

— De acuerdo hice un sacrificio por la familia — aceptó de manera irónica. — Tú puedes hacer lo mismo, ¿no?

 

— Lo intentaré cuando vuelva a verlo, ahora lo he enviado a Fez, estará allí por lo menos una semana más. Y más vale que luego no me vengas con tus escenas de celos, recuerda que esta fue tu idea — advirtió.

 

— ¿Él te gusta? — Preguntó su hijo con una mal disimulada desconfianza en su voz.

 

Los celos de Evan hacia todas sus parejas le era sobradamente conocido.

 

— La verdad, cariño, es un hombre atractivo, pero no puedo permitir que me guste, la desconfianza me gana, y eso impide que pueda verlo como otra cosa que no sea nuestro enemigo — confesó.

 

— Quisiera conocerlo. ¿Has averiguado que puede querer?

 

— Nada que yo tenga, evidentemente, ha hurgado hasta en mi cuarto. Bibliotecas, cajones, por debajo de los muebles.

 

— No ha sido nada discreto, entonces. ¿Por qué se lo permites?

 

— Ha sido muy discreto, pero tengo cámaras ocultas en toda la casa, y lo dejo hacer para que piense que me engaña, claro.

 

— ¿Y estás segura de que no es tu hermano?

 

— Sí, lo estoy.

 

***

 

2010 - El Cairo

 

 

Al llegar a la casa, Beth se sorprendió de encontrar al supuesto Said allí, dos días antes de lo previsto. Él estaba en la oficina, ojeando el libro de cuentas.

 

— Qué sorpresa encontrarte aquí — le dijo la mujer fingiendo una sonrisa dulce.

 

— Llegué hace un par de horas, todo fue más rápido de lo que esperaba — explicó él intentando encontrar sus ojos, pero Ribeth que no quería mirarlo, fingió tener la atención en su móvil mientras se sentaba en el sofá.

 

— Eso significa que te ha ido bien — declaró en forma cansada.

 

La verdad era que ella esperaba tener un par de días de paz antes de tener que enfrentarlo. Antes de tener que introducirse en el perverso juego planteado por su hijo. Antes de tener que estar junto a él, sentir su mirada indiscreta. Soportar las risitas nerviosas de las niñas de la casa cada vez que lo veían… Tantos años viviendo sin un hombre a su lado habían tenido su efecto.

 

— Te molesta que esté aquí — aseveró él, analizando cada gesto que Ribeth hacía, ubicado cómodamente detrás del escritorio. Sentado como si fuera el dueño del lugar, en el sillón que ella siempre ocupaba. Se sentía tan invadida.

 

— Seré lo más sincera que pueda, Said — dándose cuenta de que ya no estaba logrando enmascarar su descontento, cobró valor para mirarlo a la cara. — No tengo nada en contra de que estés aquí, simplemente estoy acostumbrada a estar sola y dirigirlo todo, cuando entro y te encuentro, sentado en mi sillón, cuando se supone que no deberías estar aquí tan pronto. Me siento invadida, soy una persona que requiere cierto tiempo de soledad, y esperaba tenerlo estos días.

 

— Me alegra que puedas ser sincera — los ojos del hombre habían capturado los suyos de una manera que solamente Nicholas había logrado. Con gran esfuerzo, Beth desvió la vista al piso, y entendió que este era un vampiro mucho, pero mucho, más viejo de lo que ella pensaba. — Te dejaré en tu casa para que puedas descansar y volveré cuando estaba previsto.

 

Said se puso de pie y se dirigió hacia la puerta a pasos largos, pero ella de un salto lo interceptó abrazando su fuerte cuerpo.

 

— No, por favor — dijo Ribeth apoyando la mejilla contra su pecho. Un leve temblor del cuerpo masculino, seguido de las manos de él en su espalda, le dijeron que su ardid había tenido éxito. — Hermano, si te digo esto no es porque desee que te marches. Simplemente, entiéndeme y sé paciente conmigo… Por favor.

 

Estas últimas dos palabras las dijo mirándolo a los ojos y el dulce sabor del triunfo la invadió, el impostor mostraba signos de deseo.




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