Un Oscuro Legado

Capítulo 22

2010 - El Cairo

 

Al llegar a casa, lo primero que hizo fue avisar de su nueva situación a sus conocidos, luego organizó una reunión con los líderes para ceder su lugar a Sein, y dejó para el final lo más difícil, decirle a su hijo lo que había pasado. Por más vueltas que diera sabía que debía hacerlo, por lo que en la noche, le marcó.

 

 

Llamada con Evan:

 

 

Madre — respondió él.

 

— ¿Cómo estás? — Preguntó Ribeth dubitativa.

 

Aquí todo está igual. Te noto inquieta.

 

— Sí… por eso te llamo…

 

¿Qué sucede? ¿Ya has logrado lo que planeamos?

 

— Sí, pero… no tan bien como esperaba.

 

Se hizo un silencio del otro lado de la línea.

 

— Él… — continuó hablando la vampira. — Él me ha tomado como su mujer.

 

¿Qué? ¿Cómo has permitido eso, madre? ¿No fue suficiente lo que viviste con Nicholas? — Evan casi gritaba.

 

— Si hubiera podido lo habría evitado — gruñó ella.

 

No te creo, siempre te ha gustado ese tipo — la acusó.

 

— Las cosas son así, él tomará el lugar de Nicholas entre los líderes, desertará de los Tradicionalistas y nos dará la protección que necesitamos. Infórmale a Nova que nuestro trato continúa igual.

 

Evan colgó el teléfono.

 

Fin de la llamada.

 

 

***

 

 

2011 - El Cairo

 

 

Finalmente, llegó el día fijado para la reunión con los líderes, casi todos asistieron prestamente, y los que no llegaron enviaron representantes.

 

Esta vez no hacía falta la aprobación de nadie, como cuando ella tomó el poder a causa de la desaparición de Nicholas. Cuando un líder cedía su mandato se realizaba una ceremonia y el que abdicaba era quien escogía a su sucesor, al menos esto era lo que establecía el código escrito en el concilio de Marsella de 1890.

 

Sin embargo, era sabido que los regentes no aceptaban a cualquiera, pero Sein era muy cercano a ellos. Este hecho, por un lado, la sorprendió, pero por otro, la hizo comprender que nunca quiso adentrarse en relaciones políticas y esto la dejó en la gran desventaja de desconocer muchas cosas.

 

Ribeth había mantenido indemne el imperio levantado por su esposo, Nicholas Morand, apodado “El Maldito”, a quien todos creían muerto, pero que ella guardaba en un antiguo castillo en Rumanía, en estado de locura total. Ahora, todo aquello pasaba a manos de Sein, excepto sus negocios.

 

Luego de la ceremonia hubo una cena, allí se enteró de que si no fuera porque todos temían a Nicholas, este lugar debería haber pertenecido a Sein. Ella no participó del concilio, siempre se mantuvo al margen. Una vez que se establecieron las leyes, las siguió por considerarlas prudentes, pero no por obediencia.

 

Ribeth pensaba que todos los líderes eran Tradicionalistas, pero estaba equivocada, si bien seguían costumbres similares, tenían una forma de vida más parecida a la de ella. Cuidaban de los suyos y no pretendían de ninguna manera llevar a cabo aquel plan de “un nuevo orden mundial”, propuesto por Arquimimo y sus colegas.

 

 

***

 

 

2011 — El Cairo

 

 

Sein acababa de regresar de un viaje, se encontraban con Ribeth en la biblioteca y el teléfono sonaba insistentemente. Pero él no lo atendía, parecía esperar a que lo hiciera ella. Y finalmente lo hizo.

 

 

Llamada:

 

— ¿Sí?

 

Beth — dijo una voz familiar.

 

— Sí — respondió bajo la mirada escrutadora de Sein.

 

Lo siento, no sé cómo decirlo...

 

— ¿Qué... qué ha pasado, Jordi?

 

Él ha muerto.

 

— ¿Qué…? ¿A... a qué te refieres?

 

Nicholas está muerto. Lo siento.

 

— Pero... ¿Cómo? — Un leve temblor tomó posesión de su voz y sus ojos conectaron firmemente con los del vampiro frente a ella.

 

Alguien entró por la ventana...

 

— ¿Qué…? ¿La ventana de la torre?

 

Sí, su cabeza fue cercenada.

 

Beth sintió que se tambaleaba y se sentó, sin dejar de observar a Sein, cuya expresión facial se mantenía imperturbable y su mirada completamente fría.

 

— Yo... no me siento bien, te llamaré pronto — habló con la voz ahogada y temblando, colgó el teléfono.

 

Fin de la llamada.

 

 

Las lágrimas comenzaron a fluir sin que pudiera controlarlas, él no le preguntó que le sucedía.

 

— Fuiste tú — concluyó.

 

— Eres mía, ahora, Meribeth — en su voz no había ninguna emoción; sin embargo, ella sintió su posesividad de manera contundente. — No voy a permitir que haya otro hombre en tu cabeza, ninguno que no sea yo.

 

— Pero no he ido allá desde antes que tú y yo estuviéramos juntos — adujo de manera entrecortada. — Además… él y yo no tenemos nada...

 

— Pero no has dejado de mantenerte informada sobre él. Te lo dije cuando lo de André, en el momento en que me dijiste que tenías un amante decidí que serías para mí.

 

— ¿Qué quieres de mí? Ya tienes lo que me pediste, ¿no puedes dejarme en paz?

 

— Te quiero a ti, ya lo sabes, de preferencia debajo de mí, gimiendo mi nombre y con tus uñas clavadas en mi espalda.

 

— ¡Eso ya lo tienes! — Gritó. Una mezcla de sentimientos bullían en su interior, ira, tristeza, miedo… — No puedes ir matando a todos los hombres que alguna vez tuvieron algo conmigo, ¿estás loco?




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