Un Oscuro Legado

Capítulo 25

2020 - En la isla perdida.

 

Debían haber pasado dos meses, no tenía certeza, pero por una pequeña ventanita que daba al mar podía ver ponerse el sol. El hambre era fuerte; sin embargo, ella lo era más. Sin contar con la valiosa ayuda de las ratas, las cuales devoraba y tiraba por aquel pequeño agujero con rejas.

 

Estaba segura de que Sein estaría buscándola, podía sentir el lazo con él aun cuando se hallaba débil.

 

De repente la puerta se abrió. Allí estaban otra vez los dos hombres y varios guardias. La sacaron de la prisión y la guiaron hacia la derecha a otra celda al final del pasillo. No era un calabozo como el otro, era una sala de torturas. Fue atada boca abajo a una cruz y su ropa arrancada a cuchillo.

 

— Qué pena tener que dañar un cuerpo tan bello… — Murmuró Lachlan pasando su mano por su pierna hasta su trasero.

 

— Apártate — le dijo Syoran, que para su fortuna se tomaba muy en serio la tortura. — No estamos aquí para disfrutar.

 

— De acuerdo — gruñó alejándose de ella.

 

— ¿Entonces, no hablarás, señora Morand? — Preguntó el oriental.

 

Ribeth agradeció que le recordara quien era. El estigma de Nicholas la perseguía y su rostro se presentó ante ella.

 

El primer latigazo llegó, no estaba preparada, por lo que lanzó un quejido sorprendido y se asió con firmeza de las cadenas que sostenían sus muñecas. Su piel ardió, pero se cerró casi de inmediato. Los hombres no dijeron nada al respecto y sintió un líquido denso correr por su espalda. Aquello era lo que Nicholas usaba para evitar la cicatrización.

 

Otro golpe llegó. Este dolió más, pero ahora sí lo esperaba y no emitió ningún sonido.

 

 

***

 

Flashback - Rumania, 1925.

 

 

— Utiliza tu mente, ma princesse — decía Nicholas mientras la ataba. — Debes ser capaz de resistir, ¿sabes cuantos intentarán romperte? Pero tú eres fuerte, mucho más que yo.

 

Beth asintió y se sostuvo de las cuerdas intentando utilizar los métodos que él había aprendido en oriente. Llevando su mente a otro lugar.

 

— ¿Estás lista, ma princesse? — Preguntó él.

 

— Sí.

 

El golpe llegó haciéndola lanzar un grito. Y luego otro. Y un tercero… y las lágrimas se unieron a sus desgarradores alaridos.

 

— Ribeth, no estás concentrada.

 

— Lo intento.

 

— No lo intentas en absoluto — y otro golpe resonó en sus piernas.

 

— Basta — gritó. — Por favor…

 

— Debes ser fuerte…

 

— ¡Te odio, Nicholas!

 

— Y yo te amo, ma princesse — declaró él. — Hago esto por tu bien.

 

Después de los latigazos vinieron las agujas y posteriormente a ellas el frío y luego el fuego… Muchas veces terminaba desmayada, aunque fuera una vampira, el dolor era muy difícil de soportar para Ribeth, por lo cual utilizar su mente para escapar de aquella agonía le resultaba casi imposible.

 

Fin del flashback.

 

 

Despertó más tarde en su celda, realmente no sabía si habían pasado horas o días. Los rápidos y pequeños pasitos de una rata la conminaron a moverse. La atrapó velozmente antes de que se metiera en un agujero de la pared. Debemos estar preparados para todo, decía Nicholas, El Maldito. Sin duda estaba maldito y también era un maldito. Pero para esto la había preparado, ella resistiría.

 

Desangró al pequeño animal y lo lanzó por la ventana. Al tocar su espalda notó que ya no quedaba casi nada de las heridas. Estaba lastimada también en las manos y en los pechos. Seguramente se había desmayado al comenzar esto último.

 

Cuando amaneció, Syoran volvió a aparecer. Ella estaba sentada en un rincón de la celda, mirando de frente a la puerta.

 

— Te diré lo que quieres si me llevas al continente — declaró antes de que el hombre dijera nada.

 

— Me lo dirás si no quieres que empiece a ir tras tu familia.

 

— ¿Crees que me intimidas? — Respondió Beth con una sonrisa. — Soy Meribeth Morand, puedes hacer con ellos lo que quieras.

 

— Insististe tanto para sacar de Egipto a esas personas y ahora ¿quieres hacerme creer que no te importan?

 

— En ese momento yo estaba bien y podía cuidar de ellos, tengo un código que me enseñó Nicholas. Pero dentro de ese código primero estoy yo.

 

La mirada de Beth era dura y nadie podría haber dicho en ese momento que mentía. “Aunque no te crean, mantente firme, ellos podrán sentirse muy seguros, pero si tú no aceptas sus palabras siempre les quedará la duda”, le había enseñado Nicholas.

 

Syoran cerró la puerta y se marchó.

 

 

***

 

 

2020 - Isla al sur del Océano Índico. (Narrador omnisciente)

 

 

Syoran, Lachlan y Ardo, se encontraban sentados en la pequeña salita del torreón.

 

— Por qué no la dejas ir y que te diga de una vez donde está el maldito grimorio — preguntó el tártaro, quien en plena batalla se había vuelto contra los otros líderes, tomando abiertamente el bando de Syoran.

 

— Si la dejamos ir corremos el riesgo de que lo haya memorizado y, tener el libro entonces, nos dejaría en la misma posición que ahora — explicó Syoran, quien no dejaba de preguntarse cuál sería la mejor forma de sacar información de la vampira que tenían prisionera.

 

— ¿En verdad alguien podría memorizar un grimorio? — Inquirió Lachlan consternado.

 

— No lo sé, también podría haber hecho copias. Antes estaba seguro de que ella cantaría como un ave durante la tortura y mira, ni se ha quejado — esto ponía al oriental en una situación incómoda, nunca se había sentido tan fracasado, jamás imaginó que se encontraría con alguien así. Nicholas siempre hablaba de lo dulce y lo frágil que era su esposa, pero jamás dijo que la mujer fuera... tan resistente.




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