Un papá en aprietos

Capítulo 04: Suavidad.

La manera en la que coincidimos quizá no sean normales, pero tienen un fin en específico y es que estemos unidos de una forma u otra. 

NATHAN HAYES

Después de distraerme, miré la calle y en un impacto, frené de golpe porque hay una mujer que creo que he chocado. 

«¡Por un cara…!, la que me faltaba hoy».

Salgo del auto con la misma prisa que venía a mirar si todo estaba bien. Mi estómago está revuelto, pero no es momento para ir a hacer del dos ahora, tengo que resolver esta situación con absoluta calma como adulto que soy. 

Enfoco mi vista aun con el sol que hay y me asombro con lo que veo. 

—¡Por las santas albóndigas!, ¡¿por qué tú?! —Vocifero y me acerco para ver si todo está bien. 

No abre los ojos, ay, lo que me faltaba. 

—Vamos, abre los ojos—toco sus mejillas. 

Me fijo que tiene unos rasguños en sus codos, rodillas y parte de su cara. 

 

«Ahora me será mucho más difícil obtenerla para el trabajo de mi empresa». —Me quejo para mis adentros. 

 

—Señora Wright—le muevo una vez más—, señora Wright—suspiro preocupado mientras permanezco encima de ella. 

Iba a tomar mi celular para llamar una ambulancia, pero el deseo se me quitó cuando me di cuenta de que solo estaba fingiendo. 

Aprieta sus ojos, tratando de no abrirlos para que me dé pena por ella, no entiendo en que momento tuve una pizca de compasión por esta mujer si desde el día uno en conocernos resultó ser una cínica. 

—Ya te vi, mejor párate para curar esos rasguños—sacudo mis manos y me quito de encima, aun así, mis palabras no fueron suficiente para que deje su melodrama—, bueno, tenía una oferta de trabajo para ti muy interesante e íbamos a comer burritos, sin embargo, no te pones de pie—canturreo mientras observo de reojos. 

Y como si fuese un mandato, de golpe se levanta. 

—¿Burritos?, ¿usted tiene en su auto, señor Hayes?, ¡dígame que sí! —ruega como niña pequeña. 

—No, solo lo hice para que dejaras de mentir estando en el suelo, me haces perder tiempo. Además, ¿cómo entras a la calle estando verde el semáforo? —reclamo. 

—A ver, a ver cálmese. La ofendida soy yo aquí. ¡Hágase unos lentes!, estaba en ese muñeco verde para peatones, creo que eso indica, ¿o me equivoco?, hágame saber para ver si debo aprenderme las señales de tránsito —asiento recordando, solo trato de hacerme el superior, pero sé que voy perdiendo.

—Bien, lo recuerdo, yo tuve la culpa—aplaude.

—Perfecto, además de que usted es malvado, señor Hayes, me dice señora como si se tratase de una anciana y para completar me niega que comprará burritos. Si tiene ofertas de trabajo no accederé, me trató mal desde que nos conocimos. Soy ahora ladrona, acosadora, señora, ciega y como si fuese poco ¡muerta de hambre! —chilla con voz dramática—, si quiere que perdone este incidente, tendrá que comprarse al menos tres burritos de extra queso y salsa picante. 

«En que me he metido, ¿desde cuándo mi pacífica vida concluyó?»

 

Bufo agotado de escucharla, como me irrita la gente que parlotea tanto. Sin embargo, mi empresa estará paralizada si no busco un buen fotógrafo y ejecutor de videos para la promoción. 

—¡De acuerdo! —pataleo desganado—, te compraré todos los burritos que quieras por una semana si accedes a escuchar mi propuesta. Lo de la semana de comida será solo si aceptas, ahora solo te compraré por lo que sucedió y te curaré esos rasguños—ruedo mis ojos mientras ella salta de felicidad. 

—¡Es el mejor señor Hayes!, ahora si estamos hablando de negocios.

Sujeta mi mano y eso hace que mi mandíbula tome tensión, así que le suelto de inmediato.

—Por favor, sube al auto antes de que cambie de opinión—ordeno y acata. 

Al estar dentro, ella traga en seco, sé que se pone nerviosa con tenerme cerca, ya es algo normal, aparte de mi actitud que da miedo, soy apuesto, como si se tratase de un oso cariñoso en Halloween.

Busco mi botiquín de primeros auxilios, ella no emite una sola palabra, sin embargo, cada movimiento que hago lo sigue con su mirada. 

Tomo uno de sus brazos para limpiar la herida del codo. Escucho sus quejas y no la culpo, debe doler bastante. Curo y la cubro para ir por sus piernas. 

No había notado que a pesar de ser una mujer de una talla grande, siempre viste y se ve bien. Su piel es suave y ella es agradable a pesar de que le faltan unos tornillos. 

—Acerca tu pierna, por favor, solo colócate diagonal en el asiento y podré seguir con esto. 

—Está bien—no dice nada más y colabora. 

Hago esto rápido y me acerco a la herida más fuerte que es la de su rostro, sin duda le dejará marcas luego. 

—Te advierto que dolerá un poco, pero será breve—asiente. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.