Un papá en aprietos

Capítulo 08: Tratos inusuales.

Lo peor que me puede suceder es que aparezcas en mi vida como si nada ha pasado para arruinarme una vez más.

CLAIRE RUBY WRIGHT

Así como los días pasan, siento que todo va en mejoría para mí. Tenía mucho tiempo sin experimentar que todo en lo absoluto estaba tomando buen camino y estaría en orden.

La preparación del paquete publicitario ha sido todo un éxito para la empresa de Nathan y no puedo sentirme más que satisfecha por el trabajo, ya que me dijo que ha obtenido resultados beneficiosos. 

Mi abuelo hoy se ve un poco decaído, sin embargo, como buena nieta que soy, comencé desde temprano a prepararle de comer. Emma ha estado rara también, tengo que averiguar qué es lo que ha sucedido con mi familia.

—No tenías que hacerme un caldo tan temprano, mi niña. Debes descansar, estos días has trabajado mucho—decido sentarme a su lado, mientras él se acomoda para comer en el sofá.

—Deja de decir eso, me hace pensar que eres una molestia y no es así. Tenemos que atenderte también, no solo tú a nosotras—miro a mi alrededor—, que de hecho… Emma no se ha despertado, últimamente anda extraña, ¿sabes si tiene novio y esté embarazada o algo?, no me resulta normal la forma en que está. 

—Eso de tener novio lo dudo y embarazada, mucho menos, más fácil tiene un bebé la gatita que busca comida todos los días que tu hermana. No le contesta el teléfono a la cigüeña. 

Reímos, a pesar de estar enfermo, es muy bromista.

—Tiene razón, papito. Iré a ver si se encuentra bien.

Voy a su habitación y entro sin tocar. Ahí la noto, un poco agitada, pero pálida y sin fuerzas de nada. 

—¡Emma!, ¿todo bien? —la sujeto de la muñeca y decido sentarla en la orilla de la cama. 

—S… Sí, todo está bien. En la madrugada tenía un poco de fiebre, pero tomé medicina y ahora estoy sudando porque hice estiramiento en mi habitación. 

—¿Segura que solo es eso?, ¡por los santos burritos!, estás pálida, eso no es normal. ¿Cómo te excedes de esa manera?, además, sigo sin comprender por qué haces ejercicio de esa forma, ya que estás cada día más delgada. No sé que está pasando por tu mente, Emma Wright. 

—Debo mantenerme saludable si… —se agita—, si queremos ayudar al abuelo. Él ha estado muy agotado y tú casi no nos has ayudado. 

Agacho mi cabeza mientras tomo una toalla para sacar el exceso de sudor de su rostro.

—He tenido mucho trabajo fuera de la empresa, no es como que me regañes porque ando vagando por el mundo o comiendo burritos. De hecho, este vestido me quedaba más ajustado y mira—doy un leve modelaje a ella y ríe levemente—, ahora queda un poco flojo de los costados. Aun así, sigo siendo la gordita sexi y bonita de ustedes. 

—¡Ah!, presumida—me azota con la toalla—. Te repito, tu tranquila, solo fue un poco de fiebre, estos días el negocio ha estado movido, gracias a Dios ha tenido muchos clientes, sin embargo, no he podido más. 

—De acuerdo, me iré a trabajar, si necesitas algo, avísame. Trataré de regresar temprano, aunque tengo mucho trabajo por hacer.

Mi hermana mayor me da un gesto apenado. 

—Tranquila, fui un poco dura contigo y no sería justo que la salud de los tres empeore. Gracias por todo tu esfuerzo, hermanita—me deja un abrazo—. Por cierto, hagamos una noche juntas, tengo muchas cosas que preguntarte, no creas que te escaparás de mí respecto al guapetón que trajiste el día. 

—¡Me tengo que ir!, ¡te amooo! —grito para salir corriendo de su habitación.

Tomo mi bolso y dejo un beso en la mejilla de mi abuelo, no sin antes estrujar su cabello. 

—Ya debo irme, o me despedirán. Beba sus medicinas, descanse un poco, si no tiene que abrir hoy, está bien. 

—Claro, mi niña. Cuídate en tu camino, buen día de trabajo.

Salgo como una bala, pero de esas bien gordas para coger el autobús más cercano. 

Al acercarme a la parada, justo veo al autobús alejándose. 

 

«De que hoy no es mi día, eso es seguro».

 

—¡Ey!, deténgase, ¡por favor!, ¡pagaré dos boletos! —grito tratando de correr, hasta que recibo un golpe de una bebida fría en la cara.

Se trata de un irrespetuoso que estaba en el autobús.

—Mejor corre, trozo enorme de carne, ¡te hace falta! —caigo al suelo y le saco el dedo corazón. 

Observo mis rodillas y solo noto sangre en ella debido al golpe. Los rasguños son profundos. 

Trato en ponerme de pie, hasta que, siento una sombra en frente de mí, extendiéndome su mano. 

—Siempre cayéndote y metiéndote en problemas, sueles ser una bomba de tiempo, ¿cierto? —enfoco mi vista tras reconocer esa voz. 

—Nathan Hayes, si esto disminuye tu ego, puedes dejarme aquí tirada. 

—Ven, deja de ser mala conmigo por un momento y acepta mi ayuda—ruedo mis ojos y tomo su mano. 

Me levanto y observo mis rodillas. Ahora mismo quiero chillar del dolor, pero soy más fuerte que nunca, todo porque tengo al tonto este aquí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.