DEREK
Caminaba de un lado a otro en la sala de mi casa completamente frustrado. Ana, la niñera, había vuelto a faltar al trabajo sin previo aviso, y eso me tenía al borde de la desesperación. Ayer logré resolver la situación dejando a mis hijos con la vecina, pero no podía abusar de su amabilidad. Jade, era tranquila y obediente, pero mi hijo Jader era un torbellino, y no me atrevía a pedirle nuevamente a la vecina que se hiciera cargo de ambos. Tenía un día crucial en la editorial: firmas de libros, una presentación en diapositivas y una reunión importante con el equipo. No podía permitirme faltar.
En un acto de desesperación, recurrí a Laura. No estaba seguro de que aceptara, pero, para mi sorpresa, lo hizo sin dudar. "Voy a pasar un rato agradable con ellos", mencionó sin dudar. Sus palabras me tranquilizaron por un momento, pero ahora, con el reloj marcando más de las nueve de la mañana y ella sin aparecer, la ansiedad volvió a apoderarse de mí.
—No iremos a la escuela hoy, papi —dijo Jade de repente, mirándome con sus grandes ojos curiosos.
Me detuve en seco y fruncí el ceño.
—¿Por qué dices eso?
—Porque ya es tarde —respondió encogiéndose de hombros—. Además, tu novia no ha venido.
Antes de que pudiera contestar, mi hijo intervino con su tono travieso y desparpajado:
—Seguro está maquillándose para ponerse más fea de lo que ya está.
Le dirigí una mirada severa.
—No hables así de las personas, hijo. Te he dicho que hay que tener respeto.
—Lo siento, papi, pero no me agrada tu novia.
Solté un suspiro, cansado por aquella conversación repetitiva.
—¿A quién te agrada entonces? Parece que nadie te cae bien.
Mi hija intervino con su calma habitual:
—Extrañamos a Lupita.
Mi estómago se encogió al escuchar ese nombre. Lupita había sido nuestra niñera durante años, una mujer dulce y paciente con mis hijos.
—Lupita está enferma, cariño.
—Pues podría estar aquí con nosotros, aunque esté enferma yo puedo hacer todo.
Negué con la cabeza.
—Jade ya puede cocinar, Pa.
—Jade no cocina —respondí con firmeza—. Apenas está aprendiendo y no puede permanecer mucho tiempo en la cocina. Bueno, por hoy Laura vendrá a estar con ustedes, espero que la traten bien.
—No te preocupes, por mi papito, tu novia no me cae bien ni mal, pero mi hermano solo vive para fastidiar.
Jader le lanzó una mirada a su hermana.
—Eres una metiche.
—Deberías controlar tu lengua, hijo— le advertí con tono serio— No debes decirle eso a tu hermana.
—Lo siento, Jade —dijo él, bajando la cabeza.
Negué con la cabeza, soltando un suspiro pesado. Miré el reloj de nuevo y, justo cuando estaba a punto de volver a llamar a Laura, escuché que tocaban la puerta. Fui a abrir rápidamente y, para mi alivio, era ella.
—Lo siento, mi amor, lo siento —dijo antes de que pudiera reprocharle su tardanza.—Hola, peques —saludó con entusiasmo.
—Hola —respondió mi hijo con descaro, mientras mi hija la saludaba con educación.
No tenía tiempo para reclamos.
—Tengo que irme. Jade te explicará todo. La cocina está lista si quieres preparar algo, o pueden pedir comida.
—No te preocupes —respondió con tranquilidad.
Me incliné y le di un beso en la mejilla antes de salir apresuradamente. Subí al coche y conduje a toda velocidad hacia la editorial. Imaginé a Alejandro mirándome con desaprobación por mi impuntualidad. No podía permitir que pensara que era irresponsable, pero tampoco tenía opción. Mis hijos eran mi prioridad.
Al llegar, todos ya estaban dentro del salón de reuniones. Tomé aire antes de entrar. Alejandro me lanzó una mirada seria, pero, para mi sorpresa, luego sonrió levemente.
—Muy buenos días. Disculpen la demora, el tráfico estaba terrible —dije, tratando de sonar relajado.
—Buenos días, señor Derek —respondió mi secretaria.
—Buen día, Mirian.
—Buenos días, Derek. No te preocupes, comencemos —dijo Alejandro con su tono habitual de liderazgo.
Asentí y me dirigí a mi secretaria.
—Ayúdame a colocar la presentación, por favor.
Ella asintió y en cuestión de minutos, la pantalla mostró la lista de los libros más vendidos del mes. Expliqué las cifras de ventas, las tendencias en la plataforma digital de la editorial y los próximos lanzamientos. Luego, presenté el concurso de literatura que organizábamos anualmente, donde premiábamos la mejor novela inédita.
—Este año tenemos una gran expectativa con los participantes. La convocatoria ha sido un éxito y esperamos descubrir nuevos talentos.
Los asistentes tomaban notas y asentían con interés. Mientras hablaba, mi mente divagaba un poco. Pensaba en mis hijos, en Laura, en lo caótico que había sido mi mañana. Pero ahora tenía que concentrarme. Este evento era clave para la editorial, y aunque mi vida personal estuviera llena de altibajos, mi trabajo tenía que seguir en marcha.
Cuando terminé mi exposición, Alejandro me miró con aprobación.
—Buen trabajo, Derek. Ahora, pasemos a los detalles del evento.
Respiré aliviado. Había logrado hacer bien el trabajo de la mañana por suerte.
***
Terminé de editar el libro "Esposa mía". Tenía un drama excelente, y lo que más me atrapó fue la doble personalidad del personaje masculino. La protagonista, a pesar de su pasado aterrador, mantenía una tranquilidad admirable. Un pasado que, tal vez, en una novela de ficción resultara creíble, pero en la realidad… ¿podría existir algo así? A veces me lo pregunto. Todos llevamos cicatrices del pasado.
Me gustó la trama, el drama y, sobre todo, la edición. Había pocos errores ortográficos, lo que dejaba claro que la autora se había dedicado con esmero a su historia. Merecía ser publicada en Amazon y llevada a una editorial. Era una gran obra.
Apenas terminé mi trabajo, recibí un mensaje de Laura. Lo abrí y leí:
—Tu hijo sí que es increíblemente abrumador. Me sacó más de tres gritos. Ahora entiendo por qué la niñera ya no quiere venir a trabajar.