MILENA
Miraba mi rostro en el espejo y no entendía bien, lo que me pasaba, pero en mi interior estaba demasiado nerviosa, no entiendo del porqué mi corazón se agitaba al ver a ese hombre. Era como si lo conociera de antes, como si hubiera compartido algo con él. Ayer al verlo, senti un cosquilleo inexplicable, el cual recorría mi piel, mi mente se llenaba de interrogantes sin respuestas claras. ¿Acaso nos conocíamos de antes, será que habíamos cruzado palabras alguna vez?
Niego soltando el aire estancado en mi interior.
Mientras me preparaba para irme a su casa para trabajar como niñera, recordaba las palabras reconfortantes de mi abuela, esa mujer sabia y fuerte que siempre había sido mi sostén. Ella me había contado que aquel hombre, Derek, era un hombre tranquilo, trabajador y de familia, conocido por su bondad y compromiso. Ella me comentó que el señor, Derek tenía dos pequeños hijos, y aunque uno de ellos era un poco travieso, siempre lograba arrancar una sonrisa con su inocente picardía. Espero que yo les caiga bien.
Por otro lado, queria ahorrar dinero para la posibilidad de viajar a Chicago y buscar la manera de legalizar todos mis papeles. El trabajo no esta mal, no obstante tenia que quedarme a dormir ahi, como estaria mi abuela, siempre tan llena de vida y confianza, había mencionado que no me preocupara por ella, ya que las vecinas y amigos se encargarían de hacerle compañía y de cuidarla. “No te preocupes por mí, mi querida nieta" me había dicho con voz serena, “yo estaré bien y tú solo concéntrate en trabajar para ahorrar tu dinero e irte ”
Con esas palabras en mi mente, me dediqué a empacar mis pocas pertenencias con rapidez pero sin perder detalle alguno. Mientras doblaba cuidadosamente mi ropa, el reloj en mi muñeca marcaba las 4 de la tarde. La sensación de urgencia se mezclaba con la ansiedad y, al mismo tiempo, con una especie de emoción contenida.
Mientras sacaba mi ropa interior, abrí un cajón y mis ojos se posaron en un sobre amarillo. Mas de un año guardado, habia pasado tanto tiempo desde que me lo entregaron, sin embargo no quise abrirlo. Sin poder contener mi inquietud, mordí mi labio inferior, dudando si debía abrirlo en ese preciso instante. ¿Qué habrá en este sobre?
Fue entonces cuando la puerta de mi habitación se abrió suavemente y apareció mi abuela, con su andar pausado y su mirada llena de ternura.
—¿Ya estás lista, Lena?— me preguntó, y en ese instante, guarde el sobre dentro de la gaveta.
—Sí, abuela, ya todo listo,— respondí soltando un suspiro pesado, tratando de disimular la tormenta de emociones que se arremolinaba en mi interior.
Con una delicadeza que solo ella poseía, mi abuela se acercó y tomó mi mano.
—Sé que te sientes insegura,— mencionó con una voz llena de sabiduría, —pero no te preocupes. Estarás muy bien. No te aflijas por mí; las vecinas vienen a verme a platicar y a cuidarme mientras trabajas. Yo prefiero verte trabajando tranquila, concentrada y no preocupada.
Sus palabras me llenaron de una calidez que disipó, aunque fuera por momentos, la creciente ansiedad. Con calma, se acercó a la mesa y entre los libros sacó la vieja Biblia.
—Te estás olvidando de la Biblia, mi niña. Jamás debes dejarla atrás, —me recordó, entregándomela con un gesto lleno de amor maternal. —Llévala siempre contigo; en sus palabras hallarás la fuerza y la fe para superar cualquier obstáculo.
—Lo siento, abuela, se me había olvidado,—contesté, apenada de mi descuido. Ella me acarició la mejilla y continuó.
—Recuerda leerla y mantenerla cerca. Todo te irá bien. Ese hombre, Derek, es una buena persona, comprensivo y valora a las personas responsables y honradas, como tú. Él te busca precisamente por esa razón, y sé que podrás lidiar con los pequeños.
Asentí con la cabeza. La calidez de su abrazo me reconfortó, aunque en mi interior se mezclaban sentimientos de melancolía y temor. Sabía que debía separarme, aunque solo fuera temporalmente, para poder regresar a Chicago. La idea de dejar a mi abuela me dolía, pero también era un sacrificio necesario.
🌸🌸
Mientras cerraba la maleta y daba un último vistazo a mi cuarto, solté un respiro, por lo menos vendría los fines de semana y dormiré un día.
Mire el reloj en mi muñeca ya eran casi las cuatro, justo escuché que tocaban a la puerta. Mi corazón se aceleró. Respiré hondo, salí de mi cuarto y me dirigí a la puerta. Cuando la abrí, allí estaba él: alto, de porte seguro, con una mirada serena y una sonrisa sincera.
Lo observé en silencio por unos segundos. No lograba recordar bien exactamente dónde lo había visto antes, pero había algo en su presencia que me resultaba familiar.
—Hola, señor Derek —saludé con voz más suave de lo que esperaba.
—Hola, Milena. ¿Estás lista? —preguntó sin apartar sus ojos de los míos.
Asentí, pero mi voz tardó un par de segundos en salir.
—Sí… todo listo.
Algo en su forma de mirarme me ponía nerviosa. No por temor, sino porque despertaba en mí una sensación extraña, una especie de cosquilleo que no podía explicar.
—Bien.
Antes de que pudiera decir algo más, mi abuela se adelantó con su habitual energía.
—Señor Derek, cualquier cosa no dude en llamarme. Le aseguro que no se arrepentirá de contratar a mi Lena.
Sonreí ante su determinación.
Derek asintió con cortesía.
—Me imagino que sí. Usted es una mujer servicial y responsable, no tengo dudas de que su nieta es igual a usted.
Mi abuela le dio unas palmaditas en el hombro.
—Solo tenga paciencia con ella, ¿de acuerdo?
—Claro que sí, Lupita, no se preocupe —aseguró él—. Mis hijos le mandan muchos abrazos.
—¡Ah, qué lindos! Mándeles un abrazo grande, grande de mi parte.
—Sin dudas que así será.
Mi abuela volvió su atención hacia mí.
—Bueno, Lena, cuídate mucho. Y llámame.
La abracé con fuerza.