Un piano empolvado

#3

Bajo temprano en la mañana y por primera vez, decidió que era tiempo de recurrir a su madre para algo. Se sentó en la mesa como todas las mañanas y comenzó a comer el desayuno, que ya estaba listo. NO se atrevió a mirarla pero antes de comer el primer bocado, sabía que debía resolver su duda.

 

__ ¿Quienes viven al lado? -pregunto cabizbajo, su madre ni siquiera lo volteo a ver-

 

__ Son los nuevos vecinos, la familia Fermín -responde ella y él, le dio un mordisco a su sándwich. Lo pensó un rato y luego prosiguió-

 

__ Y, ¿quién es la niña? -volvió a preguntar y entonces escucho la suave risa de su madre-

 

__ No sé su nombre, ya eso debes averiguarlo tú, cariño...

 

Trago el bocado y siguió comiendo en silencio, sin hacer más comentario, al final él sabía que tendría que hacerlo por su cuenta. Fue obligado a ir nuevamente a la escuela, pese a que el odiaba ese lugar, ahí no había nada que le gustara, tan solo un montón de niños tontos y un profesor con aires de superioridad. Él no era esa clase de niños que le gustaba interactuar con los demás y poco a poco, había quedado excluido del pequeño mundo, aislado por cuatro paredes. Sus dedos tocaban con delicadeza sobre el piano invisible que le acompañaba siempre, pero entonces los murmullos del salón se hicieron presentes.

 

__ Ella es su nueva compañera -la directora dijo palabras que jamás había dicho antes- por favor, preséntate.

 

__ Mi nombre es Claudia – la chica de cabello rizado sonrió y el sintió que aquello iba dirigido para él. Apretó su pantalón con fuerzas, y agacho la vista de inmediato- Es un placer conocerlos.

 

La chica se había sentado en la mesa del a esquina contraria a él, mientras que él simplemente seguía tocando su piano invisible, por el resto de la clase, ignorando lo que sus maestros le decían. El día iba lento hasta que llegó la hora de receso. Todos los niños salieron a jugar y las maestras tomaban café afuera del salón mientras conversaban. No obstante aún quedaban dos niños dentro del aula, totalmente separados y en silencio.

 

El seguía golpeando con sutileza la mesa, imaginando que frente a él, no había solo libretas blancas, sino las limpias teclas de su piano. Sus ojos se mantenían cerrados, dejándose llevar por esa melodía que lo acompañaba. Entonces, y sin que nada pudiese advertírselo, un tarareo se mezcló con su sinfonía, la misma voz de la noche, anterior... El siguió tocando su pieza, pero abrió con cuidado sus ojos para mirar de reojo a quien se atrevía a involucrarse entre su música y su persona. Del lado contrario del aula, se encontraba ella, la chica de cabellos rizados, extendía sus brazos en el aire y marcaba los tiempos de la melodía que él había creado y al compás de sus manos cantaba un acompañamiento sencillo y afinado. Cuando llego a la última nota, ella cerro sus puños y una alegre sonrisa le ilumino el rostro. El volteo a verla desconfiado y sin entender a esa persona extraña que lo comenzó a ver. Ambos intercambiaron miradas inocentes y aunque el tenia soledad en sus ojos, comprendió que ahora alguien estaba ahí para él... Que alguien había escuchado su melodía.

 

__ ¿por qué cantas? -pregunto él, con las manos puestas sobre su piano imaginario-

 

Ella sonrió como antes, y el brillo en sus ojos cafés le hizo sentir extraño.

 

__ Porque tu estas tocando.

 

Aquella noche volvió a su casa y se sentó frente al majestuoso piano, sin tocarlo. Lo admiro por horas enteras y cuando sus dedos se sintieron listos para tocarlo, lo hizo con toda su alma. Las notas eran perfectas como siempre y no había un error en la interpretación de la partitura que había escogido previamente. Tocó y tocó hasta que la habitación quedo en completa oscuridad y entonces abrió los ojos. Ella cantaba de nuevo. Él termino la melodía a la perfección y al finalizar se levantó del asiento y camino de nuevo hacia la ventana, al asomarse logro ver a la chica que ahora parecía estar en todos lados. Claudia sonrió y el como la primera vez, no lo hizo, pero esta vez, algo fue distinto.

 

__ ¿por qué tocas? -le pregunto la chica, mirándolo fijamente a pesar de los metros que los separaban-




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