Un Poco de Magia

Capítulo 2. El Beso de la Princesa

¿Que si era feliz?

Claro que lo era.

Después de aquella conversación que había tenido con Gaspar el sábado no podía evitar sonreír cada 5 minutos. Se había pasado la mitad del domingo pensando en el disfraz a juego perfecto para la fiesta.

Aún no podía creerlo. Sabía que era despistada, pero no tanto para no haberse dado cuenta de los sentimientos de su amigo. Pero eso ya no importaba ahora, solo podía pensar en su vida después de noche de brujas.

Ni siquiera podía poner atención a lo que el profesor Vázquez estaba explicando en la pizarra, seguro se arrepentiría al momento de hacer su examen. La campana sonó, haciendo que saliera de sus pensamientos.

—No puedo creer que nos encargara ese trabajo para el miércoles cuando sabe que mañana será la fiesta.—se quejó Sarah al salir del salón.—Seguro lo hace por lo del año pasado.

—¿Qué ocurrió el año pasado?—preguntó Zenda interesada.

—En serio necesitas salir de casa o revisar tus redes de vez en cuando.—la regañó Sarah. Pero no era su culpa, el año anterior había pasado las fiestas con su abuela.—¿Recuerdas que Vázquez solía dormir durante clases hasta el año pasado? Pues a Christian y sus amigos les pareció gracioso maquillarlo, como un disfraz. 

—Eso explica porque ahora toma tantas bebidas energéticas.

Sarah asintió mientras reía.—Y dime Zenda ¿Irás a la fiesta con Elías de nuevo?

Sonrió al recordar que no faltaba mucho para que su amigo la invitara y así poder confirmar todo.—No lo sé, pero supongo que si. Es algo de nosotros.

Y así lo era, cada año Zenda y Elías llevaban los mejores disfraces a juego. Y no era por presumir, pero si este año lograban ganar sería su cuarto año consecutivo. 

La castaña suspiró.—Que genial, yo aún no tengo idea de con quién iré. Supongo que me tocará ir con Luis y su auto con olor a nachos de nuevo.

—Míralo del lado bueno, pueden hacer un disfraz a juego. Tú eres la tostada y el es queso.—se burló mientras caminaban. Luis era un chico que siempre había estado detrás de Sarah. Era muy bueno, sentía un poco de pena por él al saber que ella solo lo miraba como amigo. Pero así son las cosas, no puedes obligar a alguien a que te quiera.

—Ja, ja, ja. Que graciosa—rió falsamente su amiga.—Mira, ahí está Elías con...¿Desireé?

Zenda lo buscó con la mirada hasta que logró localizar su cabellera castaña junto a unos rizos rubios pertenecientes a Desireé Duarte, una linda chica un año menor que ellos. No sabía que eran amigos, ni siquiera imaginaba que se conocían. Miró como la rubia soltó una risita nerviosa mientras asentía y ambos se despidieron. Algo le olía un poco mal sobre eso.

Elías las miró y se acercó a ellas con una enorme sonrisa.—Chicas, no me lo van a creer. ¡Iré con Desireé Duarte a la fiesta de noche de brujas!

Esperaba que nadie pudiese escuchar su corazón en aquel momento, o tal vez habrían escuchado un rompimiento, colisión o explosión.

—Estoy en verdad feliz, creí que no aceptaría.—sonrió aún más, si era posible.—Las cosas están tornándose mejores.

—¡Genial! Pero creo que ahora deberías disculparte con Zenda.—se giró rápidamente para mirar a su amiga con temor, no era posible que descubriera sus sentimientos.—¿Qué? Por romper la tradición de ir juntos.

Después de escuchar eso pudo volver a respirar, más o menos. Aún seguía en shock y el dolor en su corazón de hacía más grande.

¿Así debe sentirse cuando amas a alguien?

Elías se rascó la nuca.—Lo siento Zenda, pero ella es la chica de la que te hablé el otro día. Es muy importante para mi y...

—Descuida.—lo interrumpió. No quería escuchar cuanto quería a alguien más, alguien que seguramente no lo conocía tan bien como ella. Alguien que no había estado tanto tiempo con él como ella.—No te preocupes.

Su amigo le sonrió agradecido.—Lamento hacer que te quedarás sin pareja. Pero aún puedes ir con Sarah y el chico nacho.—trató de animarla su amigo.

—¿Chico nacho? Puede que su auto tenga olor a nachos pero...

Mientras sus dos amigos comenzaban a armar una pelea sin sentido como siempre. En el pecho de Zenda se formaba un hoyo cada vez más grande, y con las últimas palabras del castaño se había enfadado un poco. 

Sentía vergüenza, no era culpa de él su falsa ilusión, pero no podía evitarlo.

—De hecho.—habló sobre sus voces.—Yo también pensaba llevar a alguien.

(...)

—No puede ser, no puede ser.—caminaba al rededor de su habitación con nerviosismo.—No volveré a creer en ti Gaspar.—paró en seco para encarar a su gato.

Después de la escuela había negado las ofertas de sus amigos a salir a comer, estaba muy avergonzada consigo misma como para hacerlo. Así que en cuanto sus pies tocaron la calle emprendió camino a su hogar.

—¿Disculpa? No es culpa mía que ese chiquillo sea un complicado.

—En primera, no es complicado. Todo es culpa mía por dejarme llevar.—se lanzó contra su cama.—Y segundo, no es un chiquillo. Tiene 18, es mayor de edad, yo soy la chiquilla por dejarme llevar—enumeró con sus dedod y hundió su rostro en la almohada.

Gaspar río.—Zenda, para mi todos son unos chiquillos, ¿te recuerdo mi edad?

—No gracias.—lo paró antes de que pudiese continuar. Aún recordaba la última vez que Gaspar había hablado sobre su edad, el gato había terminado embriagandose con cerveza de raíz. Vaya que era poco resistente al alcohol, aún cuando las bebidas no lo tuviesen.

—Por otro lado, quizá sí fue un poco mi culpa. Es decir, soy un gato ¿qué puedo saber yo de romance humano?—trató de reconfortarla.—Es decir, he tenido unas cuantas novias, pero solo son para que mi especie perdure. Así que no te culpes, deja de estar triste.

Sonrió al escucharlo, aunque en ocasiones fuese un odioso de primera. Siempre iba a estar ahí cuando lo necesitara y haría lo que fuese para hacerla sonreír.

—No, no es tu culpa. Lamento haberte dicho que si.—se sentó.—Es toda mía, incluso sigo haciendo tonterías.—rió nerviosamente.



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En el texto hay: gatos, brujas, magia

Editado: 17.06.2019

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