Un principe azul para una villana

Capítulo 3: Layta avergonzada

Capítulo 3: Layta avergonzada

Alucard vio la cara aterrorizada de la mujer adulta y sintió una inmensa sensación de tristeza sacudir toda su mente en un recipiente.

La reina no podía salir de el aterrador pulpo oscuro que la envolvió en la sombra.

Se alarmó al sentir como de manera lenta la magia de la que tanto había estado orgullosa se desaparecía. Sin embargo, no se desesperó, aumentó una parte del poder mágico y congeló con éxito las extrañas manos oscuras, pero lo que no esperaba fue que la magia helada desapareciera sin dejar rastro solo un montón de agua esparcida por todos los muebles y en medio un Alucard acostado sin moverse.

La reina del reino amarillo estaba sudando con las piernas inestables, volvió la mirada y miró a la otra mujer adulta en la habitación que miraba todo sin comprender y habló— Felicidades, navío otro mago en esta familia— dijo y se alejó para informar esta noticia al rey su esposo.

La mujer que se congeló, de manera lenta de acercó al cuerpo delgado y frío de Alucard su hijo.

Al hacerlo vio como daba leves lamentos de dolor por la magia de frío, ella sabía que estaba bien dejarla hacer esto. Solo quería ponerlo a prueba y el resultado no la decepcionó, logró comprobar que Alucard en realidad tiene magia y una muy poderosa en eso.

Sintió una mirada tensa, al voltear miró a la princesa Layta mirándola como un pequeño gatito mojado, sonrió un poco al pensar que talvez en un futuro la propuesta de matrimonio que fue rechazada hace unos momentos podría volver a estar en marcha, pero no tenía muchas expectativas.

La dama adulta sonrió levemente y con un simple gesto con la mano de manera elegante realizo una magia verde que envolvió a los dos niños y curo de cualquier herida.

Alucard sintió que una mano cálida lo envolvió completamente. Nunca se había sentido muy cómodo con una sensación hermosa y cómoda.

Sin dudarlo se acurrucó abrazándose así mismo en la calidad sensación, al sentir que la calidez desaparecía se despertó alarmado y al abrir los ojos miro la carita llorosa de Layta muy cercas de su rostro.

Se sintió desconcertado por los repentinos cambios de escenario y aun así preguntó— ¿Qué pasa Layta? — tenía esperanza de que Layta le respondiera, pero nunca espero que La niña llorara y se abalanzó sobre su pecho haciéndose una bola.

Se sintió extremadamente débil y miró alrededor para buscar alguna pista, solo miró que se encontraba en una habitación lujosa de color violeta y al lado derecho una anciana con la cara sería los veía con impotencia y enojo.

Alucard se sintió desconcertado, pero aun así saludó a la extraña anciana —Hola, mi nombre es Alucard y podrías decirme por qué me encuentro en esta cama— dijo con una sonrisa inocente, aun así continuó abrazando a Layta que no se despegaba de su pecho.

La anciana miró por un rato más y habló— Soy la curandera hechicera del reino amarillo, tus padres me mandaron pedir que te curará, así que acá estoy viéndote— dijo de manera simple.

Alucard seguía sin entender unas cosas, pero aun así asintió de manera seria como si en verdad entendía todo.

Layta que continúa acurrucada levantó la cabeza y miró de manera sospechosa a Alucard.

Alucard sintió esta mirada y bajo la vista para verla, ambos se encontraron.

La pequeña niña se sintió avergonzada así que de manera rápida desvió la mirada y se alejó del abrazo de Alucard.

La anciana suspiró con melancólica y dijo —Tu magia estaba consumiéndote, la despertaste cuando naciste y eso hizo que fueras débil. Afortunadamente, pasó un milagro y lograste controlarla ahora eres un mago, felicidades príncipes Alucard Welgotolok— dijo con una leve reverencia de cabeza.

Alucard se sintió muy contento y recordó lo que ocurrió, así que preguntó lo que tenía en la mente desde que recupero la memoria —¿dónde estoy?— dijo y espero la respuesta de la anciana.

La anciana respondió— Estás en la habitación de tus padres, ambos dijeron que es mejor que descanses aquí, tu habitación está deshecha — término de hablar con una cara sería.

Alucard asintió con reconocimiento y vio como la anciana se levantaba para irse, al retirarse cerró la puerta y solo quedaron los dos niños.

Layta aun desviando la cabeza habló— ¿Por qué me ayudaste? ‐ pregunto con sospecha en la voz.

Alucard responde— Porque no puedo dejar que te golpea por nada, además solo estabas corriendo para abrazarla— dijo de manera simple.

Layta se sintió extraña y volvió a hablar — Pero, pero eso significa que tendré que compensarte, además eso es lo que querías verdad. Ayudarme para pedirme algo— dijo como si fuera normal.

Alucard se sintió desconcertado y habló— No, no quiero nada. Además, cuando te ayude lo hice por voluntad propia mis propios deseos egoístas. ¿Qué edad tienes Layta? — termino de hablar y preguntó.




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